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¿Entrenamiento militar o un rompecabezas para Cristian´i?


por Guillermo Cabral*

El debate del Servicio Militar Obligatorio (SMO) como una herramienta para reducir la delincuencia suele reflotarse cada tanto. En los últimos días fue propuesto por el candidato presidencial colorado Mario Abdo Benítez y la diputada del PLRA María Nimia Carísimo. Los argumentos en los que se basan son múltiples, entre ellos, esperan que el SMO aumente del patriotismo, logre que los jóvenes se levanten temprano, escuchen el himno, aprendan la disciplina, se “corrijan”, etc. Todo esto y otros aspectos del SMO, creen ellos, generará una disminución de la delincuencia. La consigna es que aquel joven propenso al crimen (llamado Cristian´i a partir de ahora en este artículo), a través de SMO, puede adquirir ciertos valores que lo alejen de la delincuencia.

Desde un punto de vista de política pública, se deberían analizar dos aspectos del SMO como instrumento para reducir la delincuencia: ¿cumple o no con el objetivo?; y en caso que lo haga, ¿hay alguna alternativa que lo haga mejor, o que lo haga igual pero a un menor costo?

Hay que entender que el SMO no tiene como objetivo reducir la delincuencia. Su objetivo es preparar a la población para un conflicto bélico. El SMO podría hacer también que unos aprendan ciertos valores, como la disciplina y el patriotismo, que en teoría podría presumirse que van contra el crimen. Pero también el SMO da entrenamiento de armas y, en caso que la persona siga un camino de delincuencia, ese entrenamiento convertiría al individuo en un mayor peligro para la sociedad. Entonces, la pregunta de si el SMO aumenta o disminuye la delincuencia es válida.

La buena noticia es que hay estudios científicos que ayudan a clarificar el tema. Por ejemplo, el trabajo de Galiani, Rossi y Schardgrosky (2011) analiza esa pregunta en Argentina. A su vez, el estudio de Hjalmarsson y Lindquist (2016) lo hace para Suecia. Ambas investigaciones encuentran que el SMO aumenta la probabilidad de cometer un crimen.

Esta relación entre el SMO y delincuencia no significa que todos los que van al SMO van a ser criminales. A algunos los ayuda a mejorar en muchos aspectos de la vida como, por ejemplo, la salud y nutrición. A aquellos que viven en condiciones de pobreza les da una red de contactos que puede ayudarlos en el futuro. Ahora, lo preocupante es que los efectos negativos del SMO son mayores. El entrenamiento en armas, el retraso en entrar al mercado de trabajo (lo que reduce posibles ingresos laborales futuros) están entre las causas del aumento de la delincuencia. La investigación de Hjalmarsson y Lindquist (2016) subraya otro aspecto muy importante. El SMO ayuda en la vida a aquellos que vienen con un historial familiar favorable (sin historial criminal y padres con niveles educativos altos) y perjudica a aquellos que vienen con un historial familiar desfavorable (con historial criminal y padres con niveles educativos bajos). Es decir, justamente a Cristian´i el SMO probablemente le perjudicaría más de lo que le ayudaría. Incluso, incrementaría sus probabilidades de convertirse en un delincuente.

Quienes defiendan el SMO no deberían molestarse por estos resultados. El SMO está para otras cosas, no para corregir o educar a los jóvenes. Que el SMO no pueda revertir los efectos de un historial familiar desfavorable, no debería ser una sorpresa. Incluso, algunos militares comparten esta visión. Por ejemplo, el General Retirado Carlos Liseras había dicho alguna vez que las “Fuerzas Armadas están para defender al país, no para disciplinar jóvenes” .

En suma, el SMO no cumple el objetivo de reducir la delincuencia, asunto que volvió a estar en discusión.

La Educación de Primera Infancia (EPI) como alternativa para reducir la delincuencia

No soy un experto en el tema, pero quiero compartir los resultados de una política pública muy exitosa en reducir la delincuencia. Esta política trabajó con niños y niñas que viven en barrios vulnerables. No apunta a los jóvenes como Cristian´i de 18 años, sino a quienes tienen entre 0 y 3 años y se encuentran en condiciones de riesgo de ingresar en circuitos de violencia y delincuencia. Esta política se adentra en lo que se conoce como Educación de Primera Infancia (EPI), que ya se demostró capaz de crear enormes beneficios en las personas como reducir las probabilidades de caer en la delincuencia.

Los artículo de Reynolds, A.J. et al. (2001)  y  Barnett, W. S. (1996) muestran los efectos de dos programas. Niños y niñas en barrios altamente conflictivos, que recibieron EPI de calidad, fueron mucho menos propensos a cometer crímenes una vez adultos, comparados con otros niños y niñas del mismo barrio que no participaron en el programa. En el siguiente gráfico los datos:

Imagen 1
Fuente: “The Link between Early Childhood Education and Crime and Violence Reduction”

Un programa bajó de 15% a 9% la probabilidad de cometer un acto violento a los 18 años (una reducción del 40% de la probabilidad) y el otro programa redujo la probabilidad de cometer delitos de forma crónica o repetida a la edad de 27 años de 35% a 7% (una reducción de la probabilidad del 80%).

¿Qué es Educación de Primera Infancia? Es básicamente estimular a los niños y niñas en la edad de 0 a 3 años. Estos programas suelen enseñar a los padres y madres a jugar juegos con sus niños y niñas, como rompecabezas, colocar piezas de diferentes formas geométricas en su lugar correspondiente, armar torres con pedazos de madera y otras cosas muy sencillas. La clave está en que el cerebro se desarrolla mejor si el niño o niña interactúa con las personas y los objetos.

En esa etapa de la vida el cerebro se está desarrollando como en ninguna otra etapa de la vida. Una correcta estimulación puede hacer una enorme diferencia en el desarrollo del niño o niña y el impacto puede durar toda la vida. Los resultados muestran que los niños y niñas expuestos a esta EPI suelen ser, en un futuro, personas con mejores rendimientos educativos, mayores ingresos económicos y con más facilidad para adaptarse social y emocionalmente, menor inclinación a cometer menos crímenes, entre varios de los efectos positivos.

Esta educación no es muy cara, y es definitivamente muy barata con respecto a los beneficios que produce. Claramente, una política pública mucho más eficiente en reducir la delincuencia que el SMO.

 

* Ex-olímpico de OMAPA y Lic. en Economía por la Universidad Católica de Asunción. Becario de Itaipú para el Máster en Economía de la Universidad Torcuato Di Tella (Argentina). Cursando el Ph.D. en Economía en la Universidad de Minnesota (EEUU).

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