Partidos Políticos

Paraguayo Cubas: ¡son las formas, estúpido!


José Duarte Penayo.

Paraguayo Cubas es una figura compleja principalmente por su brutal eficacia a la hora de hablar en distintos registros políticos. De ese modo, consigue interpelar a sectores de la sociedad paraguaya que tienen diferentes intereses, identidades e idiosincrasias. Como resultado, le quita progresivamente protagonismo a partidos políticos tradicionales (ANR y PLRA), a organizaciones políticas recientemente formadas (Frente Guasu y PDP) y a partidos emergentes (Hagamos), afectando a todo el espectro partidario e ideológico. Payo Cubas los reduce a testigos mientras les escamotea una por una sus banderas, descalificándolos en bloque y dividiendo la arena política entre “ellos” y él, quedando así como el solitario congresista que aspira a representar a un “pueblo” enfrentado al sistema político, social y económico de nuestro país.

Es un político que no teme a las contradicciones, sino que las explota  mediante una performance que combina poses clásicas de tribuno romano con las de un youtuber a la moda, encandilando a propios y extraños. Contrariamente a lo que señalan quienes coinciden con sus argumentos, pero critican sus excesos, la “forma” en que Cubas sacude el escenario político no es algo secundario. Es, precisamente, la manera en que expresa sus ideas lo que constituye el elemento central de su novedad política. Parafraseando al célebre eslogan de campaña de Bill Clinton, ideado por su estratega James Carville, aquí cabría también afirmar: ¡son las formas, estúpido!

Su retrato desafía no sólo al sistema de partidos, sino a la idea de que la política se desarrolla prioritariamente en un plano lógico de razones y argumentos.

Ahora bien, Payo no es solo forma, sino también contenido.  Detrás de su estilo polémico existe una multiplicidad de mensajes políticos. Critica “los obscenos niveles de concentración de la tierra”, pidiendo una mejor tipificación del latifundio, y “el desastre ecológico que ocasiona la ganadería extensiva o el avance sin límites de la producción sojera”, opacando al Frente Guasu, portador habitual de estos reclamos. Asimismo, repudia con dureza lo que considera “privilegios desproporcionados de una clase política corrupta en un país con grandes desigualdades”, exigiendo por tanto “recortes de las dietas que perciben los legisladores y funcionarios públicos”, dejando como “tibios” a fuerzas políticas que siempre hicieron política bajo el amparo de estas reivindicaciones, a saber, los partidos Patria Querida, el Democrático Progresista o actualmente Hagamos.

También arrebata banderas a los partidos tradicionales. Por un lado, reivindica su origen “genuinamente colorado del que ya no quedan rastros en una ANR divorciada de su historia doctrinaria”, al mismo tiempo que afirma estar de acuerdo con la repatriación de los restos de Stroessner y coquetea con la necesidad de una dictadura, como vía para “castigar a los poderosos”. Incluso, su última intervención en el Senado, al atacar a todos sus pares sin distinción de partidos, fue aplaudida por varios simpatizantes colorados que lo vieron como un justo “escrachador sin criterios selectivos”. Por otro lado, también resuena en su retórica un aspecto ligado al imaginario del liberalismo político: el Payo encarcelado por defender una idea, el combativo referente de la libertad de expresión al que el Estado teme, reprime y persigue.

Estos posicionamientos se expresan, además, a partir de imaginarios y valores compartidos en nuestra sociedad. Su perfil político combina expresiones machistas y homofóbicas para descalificar a sus colegas, actos de expresa violencia verbal y física, con apelaciones nacionalistas, describiendo su desempeño público en base a lo que Rousseau caracterizaba como una “religión civil”, es decir un “republicanismo revolucionario” que inculca como un deber sacrificar los intereses particulares para priorizar la defensa del bien común. Reivindica, además, su carácter de trabajador común: un abogado tribunalicio más, que no puede darse el lujo moral de elegir a sus clientes cuando tiene que dar de comer a su familia. Su retrato desafía no sólo al sistema de partidos, sino a la idea de que la política se desarrolla prioritariamente en un plano lógico de razones y argumentos, dicho de otro modo, a los que creen que lo político se escribe exclusivamente con la prosa de lo verdadero, como diría el filósofo Merleau-Ponty.

El éxito de Payo Cubas es justamente desmontar el plano de lo lógico y la corrección política. Su eficacia radica en que sus formas reafirman aquello que el pensador italiano Antonio Gramsci llama “sentido común”. Para Gramsci, el sentido común no refiere al cúmulo de ideas coherentes y certezas lógicamente construidas, compartidas por todas las personas de una sociedad. Por el contrario, el sentido común se compone de aquellas “verdades” fosilizadas en el imaginario de una sociedad, sin mayores cuestionamientos ni pruebas de su certeza, y sin ningún sentido de coherencia y lógica. El sentido común no se revisa ni se comprueba, pues el paso del tiempo y su amplia difusión le otorgaron la irrebatible veracidad que la razón le niega.

Ante el revuelo que genera Cubas, la mayoría de sus críticos centran la mirada en el individuo, advirtiendo el peligro de los personalismos políticos con posibles derivas autoritarias. Cuestionan, además, la demagogia de este tipo de figuras que, constantemente, priorizan acciones de efecto inmediato sobre el desarrollo de políticas de largo plazo. Desde una mirada institucionalista ingenua, sostienen que la solución a estos peligros es la consolidación de un sistema de partidos fuertes, programáticos, con posiciones bien definidas. Sin embargo, plantear una disyuntiva entre líderes carismáticos y partidos programáticos expresa cierta superficialidad, ya que olvida que la política es un campo de disputa en el que resulta necesario seducir a electores con tradiciones, gestos y acciones particulares, escapando a veces de la solemnidad de las formas acostumbradas por la política “seria”. Sin el cortejo a la gente, la política no funciona. Evidencia de esto es que el contenido del discurso de Payo ya era agenda de otras fuerzas políticas, pero no tenían impacto.

Queda claro entonces que el estilo disruptivo supera a cualquier enunciado que, por más radical que fuera, pudiera estar en un programa político razonable, pulcro y coherente. La forma del carisma de Cubas transmite mejor el mensaje. La manera en que expresa reivindicaciones provenientes de distintas tradiciones políticas es lo que permite que éstas puedan articularse sin ser vistas como contradictorias, congregando así a un público vasto, social e ideológicamente heterogéneo.

Cabría preguntarse si no sería saludable para nuestra democracia contar con partidos políticos programáticos y, a la vez, con líderes movilizadores, aptos para promover determinadas ideas de manera carismática. Como lo expresa Jean-Claude Monod, los líderes políticos deben poder conjugar la proximidad con sus representados (la semejanza que los une), con las características excepcionales de su personalidad (su singularidad), adecuándose a los marcos reguladores del Estado de derecho.

Las formas de acción política que expone Paraguayo Cubas nos exige reflexionar sobre ellas. Esto implica repensar la acción política tomando en cuenta al sentido común establecido y comprender que no existe una única manera de relacionarse con él. Reproducir el sentido común en su inmediatez y limitaciones (como quizás sea el caso de Cubas) puede conducir a exacerbar las tendencias autoritarias latentes en nuestra sociedad, pero ignorarlo desde una supuesta superioridad intelectual puede conducir a renunciar a toda acción política con perspectivas de éxito. Frente a estas alternativas, que son las de la demagogia y la del moralismo, es necesario plantear la urgencia de una acción política que trabaje el sentido común de manera democrática.

 

Imagen de portada: ABC Color.

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