por Fabián Chamorro*
Cuando vemos en el tiempo y analizamos fenómenos sociales y económicos recientes, nos damos cuenta de la enorme influencia del Brasil en nuestro país. El tratado de Itaipú, los brasiguayos, el negocio de la soja, la penetración cultural y el colonialismo brasileño son fenómenos actuales, y que a mediano plazo pueden afectar definitivamente a la nación paraguaya.
Así llegamos a otra de las tantas fechas luctuosas del calendario histórico paraguayo, el 9 de enero de 1872, exactamente hace 145 años. El gobierno nacional, impuesto por el Brasil, elegía a Carlos Loizaga y José Falcón para negociar el tratado de límites con el Imperio. Loizaga fue parte de la Asociación Paraguaya, la que había constituido como brazo armado a la Legión Paraguaya, para venir a pelear contra los ejércitos del Mariscal López.
A finales de 1854, el Imperio del Brasil envió al Río de la Plata una escuadra compuesta por 36 navíos, con más de 100 cañones y aproximadamente 3.000 hombres. El almirante Pedro Ferreira de Oliveira, al mando de esa poderosa fuerza naval, se acercó con severas exigencias al Paraguay: una amplia satisfacción por la ofensa inferida a un representante del Imperio, la firma de un tratado de libre navegación, que debería obtener por cualquier medio, y si se dieran las condiciones, acordar un tratado de límites atendiendo a las pretensiones imperiales.
Esta expedición era el resultado de una tensa relación de siglos, iniciada por la falta de definición de límites entre las coronas de España y de Portugal, potenciadas por el expansionismo de la segunda.
Todo fue devastación y destrucción desde la invasión a Paraguay, durante la Guerra de la Triple Alianza, iniciada en abril de 1866. La diplomacia de los cañones, la que eligió el Imperio para controlar la Cuenca del Plata, costó al Paraguay gran parte de su población y aseguró su postración durante décadas.
El Tratado Secreto de la Triple Alianza, documento pergeñado por los hábiles diplomáticos brasileros, obligó al Paraguay a entregar enormes extensiones de territorio, a despojarse de todas sus defensas y a cargar con el pesado lastre de las deudas de guerra. La escasa población sobreviviente a la tragedia sufrió el hambre, la fatiga, la humillación y el saqueo de sus bienes y propiedades.
Así llegamos a otra de las tantas fechas luctuosas del calendario histórico paraguayo, el 9 de enero de 1872, exactamente hace 145 años. El gobierno nacional, impuesto por el Brasil, elegía a Carlos Loizaga y José Falcón para negociar el tratado de límites con el Imperio. Loizaga fue parte de la Asociación Paraguaya, la que había constituido como brazo armado a la Legión Paraguaya, para venir a pelear contra los ejércitos del Mariscal López.
Falcón lo acompañó al principio de las negociaciones, pero fue apartado por no prestarse a las pretensiones brasileñas. Días después, luego de que Loizaga haya asentido a todo lo propuesto por el Brasil, los acuerdos fueron aprobados por el Congreso (integrado por 26 diputados y 13 senadores), donde la mayoría respondía al oro del imperio. Una sola sesión fue suficiente para despojar al Paraguay de los territorios al norte del río Apa. El tratado fue aplaudido por casi la totalidad de los parlamentarios, quienes incluso fueron a festejar con los emisarios imperiales.
¿Eran importantes esas tierras para el Paraguay? Sí las eran, además de su riqueza en yerba mate, materia prima generadora de enormes beneficios económicos, su ubicación estratégica para la defensa, con un suelo parecido al Ñeembucu en varios sectores, representaba un obstáculo natural para la invasión por tierra de territorio paraguayo.
El negocio de la yerba mate, que enfrentó en principio a los monopolios de ambos países, potenció en Paraguay las ventas de tierras y yerbales públicos en 1885. Los pequeños agricultores campesinos fueron desplazados por los capitales extranjeros, condenando además la casi inexistente migración extranjera.
Pero sigamos la línea del tiempo. Toda aquella área quedó frente al Chaco paraguayo, y nuevamente el factor geopolítico, y los grandes intereses del Brasil, hicieron que el gigante sudamericano apueste a favor de Bolivia en otra guerra regional: la Guerra del Chaco. Ella también era hija de las mismas indefiniciones citadas al inicio de este escrito. Ella también era hija de un imperio expansionista.
Ahora volvamos presente el Tratado de Límites de 1872. Según el mismo, las cordilleras de Amambay y Mbaracayu definían el trayecto de frontera entre ambos países, y terminaba en los Saltos del Guairá. Poco antes de la construcción de la represa de Itaipú, el Paraguay tuvo que sostener una seria disputa con el Brasil debido a la interpretación de las demarcaciones.
Antes de llegar a un acuerdo definitivo, el gobierno brasileño fundó una villa en las riberas del Paraná y dentro de las tierras que nuevamente estaban en disputa, 100 años después de la Guerra de la Triple Alianza: el incidente de puerto Renato.
El Brasil necesitaba una solución energética a su expansión y el Paraguay quería evitarse un conflicto mayor. El arreglo sería el embalse. Con el nivel de las aguas represadas del lago artificial de Itaipú hicieron desaparecer los históricos Saltos del Guairá, cuya soberanía era defendida por el Paraguay, y con ello, el conflicto quedó en el olvido.
Se iniciarían otros tipos de despojos, siempre con la anuencia de paraguayos antipatriotas.
Cuando José Falcón estaba estudiando los documentos para defender los derechos de Paraguay sobre los territorios por encima del Río Apa en 1872, escribió:
“Si desisten los aliados de las inicuas estipulaciones del tratado secreto, ¡bienvenidos sean! que les esperamos con un abrazo fraterno; pero si obstinados pretenden llevarlas a la letra, prevalidos de nuestra situación, enhorabuena, repartanse de nuestros despojos; pero no encontrarán un solo paraguayo que quiera poner su firma ignominiosamente, para darles el colorido de legalidad a sus actos”.
Don José, ejemplo de dignidad y patriotismo, estaba equivocado, Loizaga estamparía gustoso su firma para dar validez a los actos del Imperio. Aquel 9 de enero de 1872, Paraguay se constituía en feudo del Brasil.
Pasaron 145 años, y la república con vocación de imperio, durante ese tiempo proyectó su poder para imponer siempre sus condiciones. Se acerca la renegociación de Itaipú; la franja de seguridad fronteriza no es suficiente para contener la expansión brasileña del este y norte del Paraguay; y el fenómeno del colonialismo toma fuerza con poblaciones paraguayas que se sienten brasileñas.
Se acercan tiempos complicados, en medio de una relación compleja. Y lastimosamente, nos faltaron hombres de la altura de un José Falcón. Y nos siguen faltando.
* Historiador.
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