Por Shirley Gomez Valdez
Algunos con larga trayectoria y otros de surgimiento reciente sobresalen en canto, baile, actuación, en juegos que ponen a prueba su estado físico y como presentadores. En otros casos, están quienes saltaron a la fama a través de videos viralizados en redes sociales en diferentes situaciones.
Pero desde hace un tiempo, en medio de objeciones y felicitaciones, compiten en otro escenario: el político. Sus rostros aparecen en las papeletas de diferentes partidos y movimientos. Ejemplos de esto fue la confirmación de la candidatura del conductor de televisión y animador Rubén Rodríguez, como precandidato a Gobernador. Renunció luego de una serie de declaraciones, aunque cabe mencionar que en su momento fue el elegido del Presidente Horacio Cartes para hacer frente a la disidencia en las próximas elecciones internas de la ANR. También la reciente confirmación del animador Hugo Javier, justamente en reemplazo de Rubén Rodriguez. Un antecedente de figura mediática con resultado electoral exitoso fue Mario Ferreiro.
La irrupción de outsiders en el ámbito político no es nueva. La historia presidencial de la era democrática paraguaya nos lo demuestra. Sin embargo, en estos últimos tiempos fue creciendo la vinculación de faranduleros en política y genera muchas críticas. Una de ellas apunta exclusivamente a los electores como responsables de la aparición de estas nuevas figuras en el ámbito político.
“En la sociedad paraguaya hoy lo más conocido es la farándula. Paraguay es hoy un país donde los partidos han perdido la capacidad de operar como representantes eficaces de las diversas posiciones ideológicas y de intereses presentes en la sociedad. Entonces, es entendible que vayamos desarrollando otro tipo de figuras políticas, en este caso los faranduleros.”
Se reitera un discurso que tiene como eje central la idea de que la aparición de este tipo de perfiles en política se da simplemente porque “los electores piden pan y circo”. Más allá de culpabilizar a los electores deberíamos reflexionar por qué este fenómeno se repite. Y no hace falta ahondar mucho para saber que los partidos y movimientos recurren a estas figuras porque logran atraer votos, gracias a que son más conocidos y tienen más contacto con la gente.
Pero, ¿por qué los paraguayos se sienten más cercanos a estos personajes de la farándula y confían en ellos para cargos electivos? Y aquí quizás debemos considerar como un elemento a los medios de comunicación.
La política paraguaya, más que plantear ideas se viene adaptando a los ritmos y lenguajes mediáticos, dentro de la lógica de mercado. Entre ellos, principalmente la televisión, tiene la particularidad de dar la impresión de cercanía y familiaridad, creando un “falso vínculo personal”. Es lógico, entonces, entender que gran parte de la ciudadanía vote por aquellas figuras a las que conoce más.
Sumado a esto, es también entendible que la ciudadanía se sienta menos identificada con aquellos sectores que los medios de comunicación muestran negativamente. Es decir, si los medios dan una cobertura que criminaliza a movimientos sociales, especialmente campesinos, difícilmente la ciudadanía logre conectar con estos.
Otra cuestión también es la inexistencia de una élite intelectual reconocida en la sociedad. Lejos de aquella generación del 900, el más brillante grupo de pensadores que tuvo nuestro país en todos los tiempos, Paraguay hoy no cuenta con un grupo de intelectuales reconocidos por la sociedad. En su momento, esta generación asentó bases en muchos ámbitos, principalmente el político. Aunque ese fenómeno fue único en la época, me parece válido tenerlo en cuenta.
En la sociedad paraguaya hoy lo más conocido es la farándula. Paraguay es hoy un país donde los partidos han perdido la capacidad de operar como representantes eficaces de las diversas posiciones ideológicas y de intereses presentes en la sociedad. Entonces, es entendible que vayamos desarrollando otro tipo de figuras políticas, en este caso los faranduleros.
Nuestro país desde el inicio de la transición se fue encaminando de un sistema de partidos a un “sistema de candidatos individuales”. En donde los partidos necesitan de figuras para llegar a elecciones y no al revés, quedando reducidos a su más mínima expresión: partidos y movimientos improvisados, sin identidad doctrinal y sin base de nuevas generaciones de políticos importantes, que optan más bien por cautivar al electorado con algún personaje novedoso.
Los partidos deben reflexionar seriamente sobre esto. Deben recuperar su rol y entender la necesidad de construir bases sólidas. Partidos que impulsen ideas y cuya existencia dependa de otros factores y no simplemente de figuras mediáticas. Figuras improvisadas, sin bases programáticas a la larga sólo generan problemas. La falta de agrupaciones políticas eficientes que refuercen la representación ciudadana y respalden el proyecto político de quien llega al gobierno producen, cuando menos, conflictos sociales que suelen poner en jaque al Estado, pero también la irrupción de grupos que, solo debilitan la democracia.
El ex Presidente Lugo es un ejemplo de ello, para quien no fue fácil sostenerse en el Gobierno. Su mandato estuvo marcado por la falta de una consolidación de idea política entre quienes formaban su base de gobierno. Los partidos son redes de apoyo que ayudan a sostener un gobierno y eso él no la tenía al ser un outsider, que hacía gobierno con un partido con el que no tenía afinidad ideológica.
Otro problema que puede surgir con los outsiders es que se convierten en operadores políticos sin partidos. Se dedican a canalizar su propia carrera política o la de líderes o grupos poco orgánicos cada cinco años. No trabajan para ningún proyecto de largo plazo.
Con el tiempo llegar a acuerdos en las decisiones políticas se va a ir complicando cada vez más. Porque los gobiernos ya no van contando con partidos políticos que cumplan con la función de canalizar los “conflictos” y “contradicciones” de ciertos sectores.