Género

El género en disputa: entre la ideología, el fundamentalismo y la complejidad


*Por Cristian Andino

Un fantasma recorre Europa y contra él, todas las antiguas fuerzas se han unido en santa cruzada, decía Marx al iniciar El manifiesto comunista en 1848. Utilizando la misma metáfora, podríamos decir que hoy un fantasma recorre el Paraguay: el fantasma del “género” y contra él se han unido en santa cruzada cuanto movimiento conservador y fundamentalista  pueda aparecer.  

Es tanto nuestro atraso conceptual que impide avanzar mandatos jurídicos. Desde la instauración de la democracia en 1989 y la vigencia de la Constitución Nacional de 1992, seguimos careciendo de un marco normativo que pueda reglamentar algunos artículos constitucionales, como el Art. 46º, que establece taxativamente la igualdad de las personas en dignidad y derechos y la no discriminación. El proyecto de ley contra toda forma de discriminación lleva años “cajoneado” en el congreso por la estigmatización de conceptos tales como “orientación sexual” o “identidad de género”, que aparecen  en el texto de la ley.   

En un país donde las cifras de embarazo adolescente son alarmantes, la mayoría de los cuales son producto de abusos sexuales, tampoco contamos con una explícita educación sexual en las escuelas.  El MEC planteó en el 2011 un  Marco rector pedagógico para la educación integral de la sexualidad. Sin embargo, el proyecto fue cuestionado hasta el hartazgo y la cartera estatal dejó sin efecto su implementación; todo, porque el documento hacía explícito el concepto de “perspectiva de género”.  Esta categoría, hay que notar, está incorporada a las políticas públicas de todo país medianamente culto y organizado y está presente en las políticas y programas de la ONU desde hace al menos 20 años, pues su objetivo fundamental es visibilizar y desnaturalizar la situación de poblaciones en situación de vulnerabilidad o exclusión.

Desde los grupos conservadores, se ataca de “ideológica” la noción de género. Al respecto habrá que precisar que una ideología es un conjunto de ideas que refleja posiciones y valoraciones ético-políticas. Los enfoques, estudios y perspectivas de género implican categorías analíticas que desde al menos 70 años se vienen trabajando desde la Filosofía y las Ciencias Sociales en general y que tienen su origen en las luchas feministas generalizadas en los últimos 200 años. El “género” no se refiere exclusivamente a los conceptos de mujer y/o hombres como seres sexuados sino a la construcción social de las identidades que caracterizan a los seres humanos en su amplia gama de posibilidades y complejidades. Esta perspectiva ha permitido vislumbrar un mundo con rostros diversos y ha demostrado que la mayoría de las desigualdades se deben a construcciones sociales de roles y estereotipos y no a factores biológicos.

La arremetida fundamentalista

Desde los años 90 en adelante se volvió común la expresión “fundamentalismo” con el que se asocia a los grupos extremistas, tales como los diversos movimientos conocidos en occidente como yihadistas.

Pero contrario a lo que generalmente se piensa, el fundamentalismo no tuvo sus orígenes en el Medio Oriente con los grupos radicales, sino que floreció entre los años 1910 y 1915 en los EE UU. Fue a raíz de la publicación en Chicago, por parte de grupos anglicanos, de unos ensayos denominados The Fundamentals: A Testimony to the Truth, que los repartieron en miles de iglesias e instituciones públicas de habla inglesa. En esos textos reivindicaban la lectura literal de la biblia y la enseñanza del creacionismo, sobre todo contra la arremetida del pensamiento liberal y el evolucionismo darwiniano en la ciencia.

Últimamente pululan en internet grupos “neonazis” que desde un nacionalismo exacerbado reivindican un supuesto derecho a discriminar o directamente a “odiar”. Tentáculos de estos nuevos grupos fundamentalistas pueden verse en nuestra región en obras tales como El libro negro de la nueva izquierda: ideología de género o subversión cultural (2016) de los argentinos Nicolás Márquez y Agustín Laje. Más allá de que en sus análisis no pasan de aberrantes argumentos ad hominem- son un éxito de ventas entre grupos religiosos y conservadores.

La complejidad de lo humano

Si la ideología, en términos generales, supone un conjunto de ideas que un grupo de personas comparte entre sí y les sirve para explicar la realidad y como motivación para actuar, en términos más específicos, ¿cuándo una ideología puede volverse peligrosa? Cuando sus seguidores se vuelven militantes o “fundamentalistas”. Es decir, cuando asumen que disponen de la verdad, y al desvincularla de los hechos históricos, se sienten con el suficiente derecho de imponer sus creencias a los demás, no respetando la pluralidad y la diferencia, como valores democráticos indispensables.

Así es que aparecen en nuestro contexto un sin número de grupos misóginos de “ultraderecha” que propugnan un odio hacia las luchas feministas. Las denominan despectivamente “feminazis”que desde la misandria o la androfobia supuestamente  promueven el “odio a los varones” como enemigos naturales del género femenino. Esto a pesar de que los movimientos feministas aclaren que lo que buscan es una auténtica igualdad de derechos y una equidad entre géneros, y no un ataquen al género masculino como tal.

En toda postura fundamentalista hay un increíble miedo a la historia y esto es así porque la historia es el campo de lo indeterminado, de lo impredecible; en una palabra, de la incertidumbre. Por eso, más allá de que actualmente se disponen de innumerables herramientas hermenéuticas y exegéticas para interpretar los textos religiosos, prefieren postular un acceso directo a la verdad; una verdad infalible, revelada literalmente en sus textos sagrados, que al volverse dogmática, se vuelve al mismo tiempo, violenta.

Así es que aparecen en nuestro contexto un sin número de grupos misóginos de “ultraderecha” que propugnan un odio hacia las luchas feministas. Las denominan despectivamente “feminazis”que desde la misandria o la androfobia supuestamente  promueven el “odio a los varones” como enemigos naturales del género femenino. Esto a pesar de que los movimientos feministas aclaren que lo que buscan es una auténtica igualdad de derechos y una equidad entre géneros, y no un ataquen al género masculino como tal.

Romper con la neblina de confusión que promueven los diversos grupos fundamentalistas  hoy requiere, necesariamente, apostar por la instauración en todos los ámbitos de paradigmas como el de la complejidad que supere nuestra tendencia a la simplicidad. Como nos explica Edgar Morín, en su Introducción al pensamiento complejo (1997), la simplicidad ve a lo uno y ve a lo múltiple pero no puede ver que lo uno puede ser múltiple al mismo tiempo.

Es decir, este paradigma o bien separa lo que está unido o bien unifica lo diverso. El paradigma de complejidad en cambio recupera la incertidumbre, la incapacidad de lograr la certeza y asumir las contradicciones y posibilidades de error. Si tenemos conciencia de la complejidad, dice el autor, tenemos conciencia de solidaridad y del carácter multidimensional de toda la realidad.

Sólo desde la asunción de la complejidad del fenómeno humano podemos aspirar a una sociedad mucho más solidaria, menos individualista o egoísta. Una sociedad que pueda abrirse a lo diferente, más allá de las convicciones personales, una sociedad tolerante, respetuosa, un poco más libre y sensible ante el sufrimiento del otro.

Imagen: ABC Color.

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