Por Marcos Pérez Talia
Hay una crítica que afirma que los partidos ya no son lo que solían ser. El argumento es que las organizaciones partidistas están en crisis debido a grandes cambios en las últimas décadas, en su organización, en sus desempeños en el poder ejecutivo y legislativo, en cómo se relacionan con los ciudadanos, etc. En el centro de la crisis está su posible declive a causa de su incapacidad para representar los intereses de los sectores mayoritarios de la sociedad. Los partidos se han convertido, con el paso del tiempo, en estructuras oligárquicas cuyo objetivo principal es la reproducción y mantenimiento de los privilegios de sus dirigentes.
Con menor intensidad también se escucha en Paraguay -en círculos periodísticos, políticos y eventualmente académicos- que los partidos, sobre todo los tradicionales, no representan a la sociedad y que, en última instancia, están en declive. Lo primero tal vez sea cierto. Al menos no tengo forma de refutar. Pero lo segundo pareciera que no, sobre todo viendo los números que arrojan los procesos electorales internos y nacionales.
Es cierto que los partidos están afectados por fenómenos de desconfianza y poca credibilidad, creados por serios problemas de corrupción, impunidad y falta de interés en los grandes problemas nacionales. Si observamos los datos ofrecidos por LAPOP el panorama no es muy alentador:
Los porcentajes muestran bastante estabilidad a lo largo del tiempo, ya sea para aquellos que confían mucho como también para los que no confían nada. Ahora bien, si vemos el nivel de confianza ofrecido por LAPOP en perspectiva comparada con otras dos instituciones eminentemente políticas, como son el Congreso Nacional y el Poder Ejecutivo, el panorama es aún más desalentador para los partidos:
En todos los periodos de tiempo medidos (2006 al 2016) los partidos políticos fueron los de menor nivel de confianza. Con la interesante paradoja de que los miembros de las instituciones mejor valoradas provienen, principalmente, de los mismos partidos políticos que son los peor valorados.
Con esos porcentajes tenemos bastante claro que los partidos no inspiran demasiada confianza. Por lo cual una conducta eventualmente esperable de los ciudadanos paraguayos sería un alejamiento de las bases partidarias. Sin embargo, los datos de afiliación y participación interna, en efecto, muestran otra cosa. El nivel de afiliación partidaria en los partidos tradicionales es muy elevado, incluso en comparación con la región. Por ejemplo, el PT de Brasil (toda una referencia en cuanto a militancia interna) dice tener algo más de un millón de afiliados en un país que es, en población, treinta veces más grande que Paraguay. Mientras que aquí sólo el PLRA reivindica tener casi un millón quinientos mil afiliados.
Es más, si ponemos en perspectiva con el padrón nacional estos son los datos:
Los datos denotan una extraordinaria cantidad de afiliados partidistas, que en ningún caso de nuestra muestra representó una suma total menor al 77% (año 2003), y con un 88% como punto máximo en 2013, coincidentemente después de la primera y única alternancia democrática. Sin embargo, esa potencia bipartidista merece una salvedad importante. Existen denuncias, de larga data, de que los padrones partidarios de ambos partidos se encuentran “inflados”, por lo cual muchos electores figuran tanto en el padrón colorado como en el liberal.
En cuanto a la participación de los afiliados en los procesos eleccionarios internos, claramente el partido colorado tiene mucha más vitalidad que el liberal. Estos son los datos de participación:
Los datos reflejan una aparente estabilidad histórica en los patrones de participación interna. La tendencia colorada –cercana al 50%- tiene lógica en la medida en que de las siete elecciones presidenciales en la era democrática, en seis triunfó el candidato colorado, por lo cual en las primarias coloradas se define gran parte del proceso político paraguayo del próximo periodo presidencial.
Si contrastamos la suma total de los electores que participaron en las internas partidarias con los votos totales emitidos en las elecciones generales, vemos que un importante porcentaje de votos en las generales pasaron previamente por las internas de los partidos tradicionales:
En estas últimas elecciones presidenciales, el 62,4% de los votos emitidos pasó previamente por las internas de los partidos tradicionales, lo cual habla de una importante participación electoral en dichos procesos internos. Sin olvidar que las últimas internas partidarias de 2017 se realizaron por primera vez en simultáneo a fin de evitar el voto doble. Se pensó inicialmente que ello afectaría el porcentaje total de la participación, aunque luego la evidencia mostró lo contrario.
Para ir redondeando. Tal parece que los partidos no nos inspiran demasiada confianza. De hecho son de las instituciones políticas en las que menos confiamos. Quizás sea cierto que no nos representan adecuadamente, especialmente los tradicionales. Pero viendo la alta participación en sus procesos internos y su fuerza electoral en las generales, parece que al menos sí nos importan todavía. Pero, si aún nos interesan, pues habrá que trabajar en la corrección de ciertos puntos cruciales para mejorar la representación.
Esa aparente paradoja de que nos inspiran poca confianza pero todavía nos importan bastante nos tiene que interpelar para protegerlos y mejorarlos, antes que pensar en su decadencia y sustitución. La intensidad de la vida interna de ambos partidos es congruente con la importancia y centralidad que ambos partidos poseen en la política nacional, especialmente el colorado.
Pero si no mejoramos el control del dinero que circula en las internas para elegir autoridades, si no pensamos en abrir sus internas a la ciudadanía y no únicamente a sus afiliados, si no les dotamos de más herramientas para disminuir la indisciplina partidaria que dificulta el control ciudadano de los parlamentarios… será como un amor masoquista, todavía le queremos pero cada vez nos hace menos feliz!
3 thoughts on “¿Los partidos tradicionales paraguayos están en decadencia?”