Por Alma Monges*.
El 28 de octubre, el ultraderechista Jair Messias Bolsonaro, candidato del Partido Social Liberal (PSL), ha sido elegido Presidente de la República Federativa del Brasil, con 55,13% de los votos válidos. Su elección trae importantes efectos para las relaciones con Paraguay, país con el que el nuevo Presidente ya ha demostrado tener especial interés.
Bolsonaro fue elegido con un decisivo apoyo de los latifundistas brasileños de la soja y de la ganadería, cuyos intereses se ramifican por todo el suelo paraguayo, estableciendo fuertes vínculos de asociación con nuestra oligarquía terrateniente y financiera.
Una primera demostración ha sido la amistosa llamada de Bolsonaro al Presidente Mario Abdo Benítez, días antes de la segunda vuelta. Esto fue seguido por declaraciones desde la cuenta de twitter del presidente paraguayo manifestando su apoyo a la elección de Bolsonaro y sus deseos de fortalecimiento de las relaciones bilaterales. Ambos comparten una afinidad ideológica, como, por ejemplo, una cierta nostalgia del periodo dictatorial, la centralidad del combate a la corrupción en sus discursos, el apego a los valores conservadores y tradicionales, así como posiciones confrontativas en relación a Venezuela. Una primera demostración de esa convergencia entre ambos parece reflejarse en el pedido oficial recientemente presentado al gobierno brasileño de “revocatoria de la condición de refugiados de Juan Arrom y Anuncio Martí, y su consecuente extradición, para que rindan cuenta de sus actos a la justicia paraguaya”.
Otro punto de potencial acercamiento entre ambos gobiernos reposa en sus bases de poder económico y social. Bolsonaro fue elegido con un decisivo apoyo de los latifundistas brasileños de la soja y de la ganadería, cuyos intereses se ramifican por todo el suelo paraguayo, estableciendo fuertes vínculos de asociación con nuestra oligarquía terrateniente y financiera. Esta es una las explicaciones de porque muchos en nuestro establishment miran como positiva la llegada al poder del “Capitán”.
Más allá de las afinidades ideológicas y los intereses de clase, cabe preguntarnos igualmente por las posiciones objetivas de Bolsonaro acerca de temas sensibles para Paraguay. Un primer punto de tensión potencial es la cuestión energética y, en especial, la situación de Itaipú Binacional. En una entrevista en plena campaña electoral, el economista Paulo Guedes, futuro Ministro de Economía, declaró que aunque Bolsonaro no fuera favorable a la privatización de todas las empresas estatales brasileñas, él sí lo era, lo que podría incluir a Itaipú, de valor estratégico imprescindible para nosotros. Al final de 2017, el gobierno brasileño ya tuvo que desmentir rumores de que la eventual privatización del sector eléctrico pudiera afectar la empresa binacional. Así, la falta de claridad sobre hasta dónde van las intenciones privatistas de la futura administración brasileña levantan dudas sobre la convergencia con Paraguay en un punto tan clave como la energía.
Otro punto delicado para nuestras futuras relaciones es la total oposición de Bolsonaro a la apertura de los archivos sigilosos del Ejército Brasileño, que incluyen aquellos relativos a la Guerra Guasu. En 2011, el entonces Diputado, en declaraciones al portal IG, Poder Online, afirmó ser contrario a la reclasificación de los archivos del gobierno brasileño acerca de la guerra de la Triple Alianza. Esta demanda de años sabemos que aún es relevante, ya que forma parte de la memoria colectiva de los paraguayos y las paraguayas. Las informaciones, de ser reveladas, pueden ser esenciales en el campo historiográfico nacional, espacio de disputa política.
Un tercer tema de potencial conflicto es el futuro del Mercosur. Bolsonaro declaró, en una entrevista a la televisión Record, un día después de su elección, que el Mercosur no será una prioridad para la nueva administración. El mismo aseguró que existe una sobre valoración del bloque. La afirmación causó inmediata preocupación, al punto de que el Canciller Castiglioni, en reciente encuentro entre el Ejecutivo paraguayo y el cuerpo diplomático, intentó minimizar la relevancia de las palabras del Presidente electo brasileño.
En síntesis, se delinea un horizonte de convergencias y tensiones entre las prioridades del nuevo gobierno brasileño y la élite política y económica paraguaya. Por un lado, Bolsonaro dejó clara su intención de formar un bloque geopolítico liberal conservador con los gobiernos afines en la región, de modo a aislar a Venezuela, Cuba y Nicaragua, la “troika de la tiranía” en la región, según las recientes declaraciones del Asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton. Por otro lado, su disposición a imitar el estilo unilateralista de la diplomacia de Trump puede crear problemas para los intereses de socios regionales que apuestan al fortalecimiento del Mercosur, como Paraguay.
En todo caso, aunque estas tensiones se queden en un segundo plano, la cara más visible de Bolsonaro parece ser la profundización de una matriz neoliberal y extractivista apoyada en el fortalecimiento de un modelo político autoritario destinado a aplastar a los movimientos populares que luchan por tierra, trabajo y otros derechos. Acá es bueno recordar que existen latifundistas brasileños de ambos lados de la frontera, que alientan los planes de Bolsonaro para avanzar contra las ocupaciones de tierras, configurándose como hechos “terroristas”. Para peor, en el lado brasileño, éstos latifundistas esperan del nuevo presidente la autorización para armarse, (algo que Bolsonaro prometió en campaña) con intención de avanzar sobre tierras indígenas y de comunidades de negros quilombolas.
Con todo esto, podemos afirmar que si nuestra oligarquía espera hacer buenos negocios con esta suerte de “fascista tropical”, el común de los paraguayos no tiene nada bueno qué esperar del nuevo ídolo de la ultraderecha regional.
* Estudiante del Curso de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA) – Brasil. Email: almamonges@gmail.com
** Imagen de Portada: Gregg Newton – AFP
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