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El servicio militar no te transformará en un ciudadano modelo


Por Rodrigo Ibarrola.

Que la disciplina militar ayuda a forjar el sentimiento de nación y fomenta la cohesión social, así como el civismo, resuena con orgullo como justificantes del Servicio Militar Obligatorio (SMO). Lo mismo pensó Theodore Roosevelt como método para «americanizar» a los inmigrantes recién llegados a EEUU a principios del siglo XX. Leónidas Brezhnev ―por su parte― sostenía que el servicio en el Ejército Rojo forjaría la unidad de la sociedad soviética en compromiso con la madre patria, el internacionalismo y la amistad entre los pueblos. Las ficciones nos reconfortan, pero no cambian los hechos. Aunque parezca contraintuitivo, la experiencia nos sugiere una realidad dispar a la que nos cuentan.

Voces que narran testimonios y vivencias de veteranos de guerra y reservistas reafirman que «servir a la patria» los ha convertido en hombres renovados. Sin embargo, la autoevaluación no es una guía confiable, al menos en un debate serio. Es que los individuos somos proclives a sobreestimar el alcance que las experiencias y eventos vividos tuvieron en nuestro comportamiento.

El servicio militar pretende ser valorado como una institución de socialización total, dadas sus actividades diarias, líneas de mando verticales y contacto exterior limitado. No obstante, ―y a pesar de su innegable influencia― existen agentes de socialización más efectivos sobre el individuo como la familia, los amigos y la escuela. Todos ellos gozan de autoridad, credibilidad, y ―por sobre todo― de un tiempo de exposición mucho más prolongado, que dejan su impronta incluso en nuestro subconsciente. Además, las actitudes y prácticas cívicas provienen de una amalgama de influencias diversas no atribuibles a un solo agente. Todavía resta agregar que los individuos a su vez son capaces de aprender de manera independiente. Por lo que no es sorprendente que la instrucción militar normalmente falle en su objetivo de forjar el civismo de sus reclutas.

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En Villarrica, jóvenes llegaron masivamente a la sede de la Gobernación para declararse objetores de conciencia (La Nación)

Peter Karsten, especialista en sistemas militares comparados de la Universidad de Pittsburgh, en su estudio denominado «Soldiers and Society: The effects of military service and War on American Life» apuntó que «gran parte de lo que parece ser producto del entorno de entrenamiento es, más precisamente, una función de lo que el propio alumno introdujo en ese entorno». Además que «contrariamente a las expectativas de quienes creen que se convertirán en autómatas, y […] efectuarán una remodelación virtuosa de carácter, muchos de los veteranos del servicio militar emergen con valores y creencias preexistentes en gran parte intactos».

Otras de las ideas que rodean al SMO es que la selección de individuos sin distinción de estratos sociales o nivel educativo logra que la convivencia e interacción favorezca la armonía entre individuos de distinta condición. Sin embargo, como señala Ronald Krebs, experto en los orígenes y las consecuencias del servicio militar, en su artículo «A school for the Nation?», no fue el caso de los judíos que pelearon en el ejército norteamericano en la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Corea, que a pesar de haber luchado codo a codo con los demás soldados, seguían siendo discriminados una vez luego del conflicto, al igual que los afroamericanos. Misma situación padecen los soldados de origen druso en las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI). Una encuesta de opinión llevada a cabo en mayo 1944 en los EEUU por la «National Opinion Research Center Poll», reveló que el 60% de los americanos creía que las relaciones entre blancos y afroamericanos empeorarían o continuarían igual después de la guerra. El 40% acusó como primera razón del deterioro a la «creciente intimidad entre las razas».

Entonces, la pregunta que nos cabe es: ¿qué tipo de cohesión social puede lograr el SMO si excluye a más de la mitad de la población ―mujeres (en el caso paraguayo) e inmigrantes no naturalizados? Aún en las FDI, donde el reclutamiento femenino es obligatorio desde hace más de 70 años, subsisten las barreras culturales y psicológicas que excluyen a las mujeres de los puestos de relevancia.

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En Israel, el servicio militar es obligatorio para las mujeres desde 1949 (Israel Defense Force)

En el cotilleo se llegó aún más lejos, proponiendo al servicio militar como una medida correctiva para jóvenes propensos a malos comportamientos o a cometer delitos. Una vez más, la evidencia nos da un golpe de realismo. Sendos estudios llevados a cabo en Suecia y Argentina señalaron que los conscriptos son más propensos a cometer delitos, mientras que otro análisis realizado en Dinamarca no encontró relación entre el crimen y la conscripción. Es decir que, en el mejor de los casos, servir en el ejército no ayuda a reformar al insurrecto.

Por último, resta esbozar algunas anotaciones sobre la relación entre la democracia y el servicio militar. Esta idea fue desarrollada por el filósofo Immanuel Kant en su obra «La Paz Perpetua». Estimó preferible que individuos de todas las clases sociales integraran el ejército de manera a mantener vínculos cercanos al pueblo, en lugar de constituir un círculo cerrado de militares profesionales que podrían, a la larga, volverse opresivos. Concluyó entonces que toda democracia debería tender hacia el sistema de conscripción universal obligatoria. Desde luego, la reflexión de Kant resulta razonable si consideramos que en el siglo XVIII los oficiales del ejército estaban compuestos en su mayoría por aristócratas, quienes a su vez dominaban la política acaparando los cargos públicos. Pero, datos analizados de más de 100 países correspondientes a un periodo de 200 años, contrarían la idea de Kant. Se reveló que mientras más democrático sea un país, menos propenso será a imponer el sistema de reclutamiento obligatorio. Por lo que, aparentemente, el filósofo prusiano falló de manera «trascendental».

Así las cosas, resulta intrincado sostener que la disciplina militar convierta a los jóvenes en mejores ciudadanos. Una vez sin el uniforme, casi con toda seguridad retomarán su vida civil rodeada de las mismas normas sociales y los prejuicios de siempre.

Imagen de portada: Ejército Paraguayo.

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