Internacionales

Nos quedamos solos


Por Álvaro Alvarenga*.

El contexto actual, marcado por la presencia de la COVID-19, muestra a nuestro país actuando solo, en términos regionales. De no haberse desbaratado la articulación regional, probablemente la actuación frente a la pandemia habría sido distinta. ¿Cómo llegamos a esta situación de nula cooperación entre países? 

En noviembre del año 2005 se desarrolló la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, Argentina. Estuvieron presentes el presidente de los EE. UU., George Bush y delegados de 34 países. En ese espacio, quince años atrás, el Mercosur en bloque rechazó el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), acuerdo promovido por EE. UU. que tenía componentes como la reducción arancelaria, privatizaciones y un intercambio comercial claramente desigual.     

El ALCA era parte de una ofensiva política de la Casa Blanca, y de las más ambiciosas, junto con los Tratados de Libre Comercio (TLC). Estos últimos implicaban un acuerdo bilateral con condiciones similares: buscaban beneficiar a las multinacionales norteamericanas, las cuales tendrían cargas arancelarias casi nulas e impuestos muy bajos, de refrendar el acuerdo.

El acuerdo nunca entró en vigencia. En un hecho sin precedentes, el Mercosur rechazó dicha propuesta, alegando que se trataba de un acuerdo espurio y dañino para los países del bloque. Por primera vez, el “patio trasero” de los EE.UU. —como Theodore Roosevelt había llamado a América Latina— decidía contradecir unánimemente una propuesta del gran país del Norte en beneficio propio.

Esta acción conjunta fue el impulso para el desarrollo de otras políticas de integración regional, como la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en el año 2008. La unión del Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones lograba unificar, en un espacio regional autónomo, a toda América del Sur. «Queremos demostrar que América Latina es capaz de hablar con una voz firme y fuerte y de construir una integración eficaz», decía Michelle Bachelet al asumir la titularidad del bloque. El protocolo que entró en vigencia en 2011 contemplaba, en materia económica, la construcción de una carretera bioceánica y un anillo energético de circulación de gas. En materia social, un área de libre residencia de los ciudadanos con derechos a trabajar. Así también, incluía medidas en otras áreas, como educación e investigación. Otro aspecto innovador fue la constitución del Consejo de Defensa Suramericano (CDS), que representaría una política conjunta de defensa nacional (que no tenía como fin ser “nuestra OTAN”). Este consejo se centraría en el intercambio industrial, trabajos conjuntos de las Fuerzas Armadas de cada país, entre otros.  Con una ola de gobiernos progresistas, irían naciendo otros espacios de integración para América Latina. Algunos de ellos son la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y el renombrado y ambicioso proyecto del Banco del Sur, como alternativa a las prácticas usureras de entes como el Banco Mundial y el Fondo Monetario internacional. 

Paraguay formó parte de todos esos espacios de integración regional como un actor relevante.  En ese marco, cientos de compatriotas fueron beneficiados, por ejemplo, con la libre circulación por países del continente sin necesidad de pasaportes, así como con intercambios en materia educativa y de salud. Cabe resaltar que, por esos años, el Mercosur también modificó la lógica de la integración: ya no se trataba meramente de un acuerdo comercial de reducción de aranceles en intercambio de mercaderías. Aun con sus limitaciones, buscaba constituirse en un espacio de intercambio de conocimientos y beneficios para todos los ciudadanos y ciudadanas de la región. En ese orden, un punto fundamental para un país pequeño como el nuestro es que la integración regional efectiva permite obtener ventajas en las relaciones bilaterales con países grandes como el Brasil. El ejemplo de ello es el acuerdo Lugo-Lula del año 2009, que trajo consigo un ingreso de trescientos sesenta millones de dólares al año para el Paraguay. 

Pero pasaron los años y las condiciones cambiaron. En marzo del 2019, el entonces canciller paraguayo, Luis Castiglioni, decía que el “sesgo ideológico” hizo fracasar a la Unasur y que se buscaría crear “otras plataformas de integración”. De esa manera sentenciaba que Paraguay renunciaría al tratado y pediría su extinción. En los meses subsiguientes se irían sumando otros países a este acto de rever el proceso de integración regional, mediante la creación de membretes funcionales a intereses lejanos a América Latina. Entre ellos, el Grupo de Lima o la decadente Organización de Estados Americanos. Sin embargo, el “sesgo ideológico” de Castiglioni operó a la inversa: los nuevos gobiernos de derecha se reunieron más veces para desintegrar espacios regionales que para promover otros nuevos. El Mercosur quedó así como un mero espacio de intercambio de mercancías desprovisto de su carácter social.

A partir de estas experiencias de integración, me es inevitable pensar cómo habríamos afrontado la pandemia de COVID-19 si siguieran existiendo estos espacios de integración regional y articulación conjunta. 

Aunque podríamos realizar suposiciones estériles, lo cierto es que no tendremos respuestas a esa pregunta. De lo que tenemos certeza es de que nos quedamos solos en medio de una crisis global. Durante la pandemia, el mundo “globalizado” se convirtió en un sálvese quien pueda, con piraterías de equipos médicos, confiscaciones de insumos y cada país enfrentando la epidemia de manera descoordinada. En el caso de Paraguay, como país pobre, esperando recibir alguna que otra migaja de los más poderosos.      

El contexto actual, marcado por la presencia de la COVID-19, muestra a nuestro país actuando solo, en términos regionales. De no haberse desbaratado la articulación regional, probablemente la actuación frente a la pandemia habría sido distinta.

Los hechos demuestran que nos quedamos sin un solo espacio o bloque de alianzas regional, donde pudiéramos, al menos, elevar una queja, por ejemplo, por las confiscaciones de insumos médicos. O bien, intercambiar conocimientos e insumos para afrontar la pandemia y sus efectos de manera conjunta con otros países.

No es bueno engañarnos. Cuando el parlamento paraguayo elimina la elección directa de parlasurianos, lo que buscan no es precisamente “ahorrar” dinero público. La intención es afianzar el proyecto de desintegración regional, por un sesgo ideológico en algunos casos y, en otros, por profundos intereses económicos.

*Lic. en Psicología. Cuenta con estudios en ciencias sociales. Docente. Diplomado en políticas públicas.

Fotografía de portada: 2010. Bicentenario de Argentina. En la foto, de izquierda a derecha: Presidente Sebastián Piñera (Chile), Presidente Rafael Correa (Ecuador), Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (Argentina), Presidente Fernando Lugo (Paraguay), Presidente Evo Morales (Bolivia), Presidente Lula da Silva (Brasil), Presidente Pepe Mujica (Uruguay), Secretario General Néstor Kirchner (Unasur); frente a la Casa Rosada.

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