Por Juan Francisco Camino*
Las elecciones presidenciales y legislativas en Ecuador del próximo 9 de febrero, sin duda, marcan un antes y un después en la política ecuatoriana tal y como la hemos concebido en los últimos años. Si bien los mítines y recorridos aún están presentes en la actividad diaria de los candidatos, la tónica ha sido el discurso fácil y corto; el mensaje superficial y vacío, la información falsa. Y parecería que la democracia va perdiendo fuerza como mecanismo de rendición de cuentas.
Las concentraciones partidarias de los militantes han tenido un factor común: ya no son plazas llenas de gente, ya no hay imágenes aéreas de las concentraciones como demostración de fuerza y los discursos apasionados… la elocuencia de grandes oradores son cosas del pasado. El presidente y, a su vez, candidato Daniel Noboa ha realizado dos concentraciones (aunque solo una de ellas la reconoce como actividad de campaña), en las cuales la mitad de las plazas centrales de Quito y Ambato lucen llenas. En el caso de la candidata del correísmo, Luisa González, no ha mostrado precisamente las imágenes que evocan los tiempos de gloria de la Revolución Ciudadana, y más bien parecería que la plaza pública se cambió de lugar hacia los espacios digitales.
Uno de los riesgos de “mudar” la política de los espacios tradicionales hacia lo digital, como pareciera que está ocurriendo en Ecuador, es el énfasis en el mensaje corto y superficial, cargado de información falsa. En lugar de poner en el tapete las acciones (u omisiones) de quienes buscan la presidencia, hoy solo sirven para irritar al adversario o entretener a un público cada vez más apático con la esencia de la política (la búsqueda de la felicidad en la comunidad en sentido aristotélico). Pareciera que se busca simplemente la inmediatez, sin que esto signifique una comunicación efectiva de las respuestas a las principales demandas de la ciudadanía. Videos del presidente en traje de baño lanzándose a un lago, de Luisa González haciendo ejercicio o del candidato de Pachakutik Leonidas Iza bailando salsa, son algunos de los ejemplos del vacío predominante en las campañas.
En tiempos de inteligencia artificial y donde la velocidad importa más que la veracidad, el “debate” entre los candidatos a la presidencia será recordado por afirmaciones absurdas, en las cuales el candidato Luis Felipe Tillería (del partido Avanza) se lleva el primer lugar: “Ecuador tiene el doble de petróleo que Dubai”, “Rafael Noboa”, “Italia era más pobre que Ecuador” o “para que el estado de excepción no sea excepcional” fueron algunos de sus desatinos. Planes de gobierno como el “plan chino” que busca hacer trabajar como “chinos” a los presos, o el “plan hocico” para darles con el “hocico” a los jueces que dejan en libertad a delincuentes, o supuestos “premios” de la Unión Europea al trabajo del gobierno en contra de los grupos narcotraficantes son algunos de esos ejemplos. Si bien el circo ha estado presente en la res pública desde hace siglos, afirmaciones como las que acabo de detallar generan, lamentablemente, motivo de vergüenza.
Hoy, la estrategia que incluye hablar cosas sin sentido permite al candidato posicionarse en la mente del ciudadano y los gurús del marketing lo celebran como un “top of mind” (cuando se refieren a que la marca o un personaje se queda en la mente del consumidor). Sin duda, estamos reemplazando a los responsables de la dirección política de una nación por meros productos equiparables con un refresco o con los servicios de un comediante.
Y ni hablar de la democracia como mecanismo de rendición de cuentas o como sistema de premio o castigo. Mientras escribo estas líneas, querido lector, mi padre yace en la cama del hospital más grande de la seguridad social del Ecuador, misma que es administrada por un directorio donde el Estado tiene mayor poder de decisión. En estos casi 3 meses de hospitalización, hemos gastado en varias medicinas y exámenes médicos que en el hospital no los tienen, en los días de feriado existe una sola enfermera para la unidad de trasplantes y existen apenas dos por turno, para un promedio de 8 a 10 pacientes. No me puedo imaginar la situación que atraviesan hospitales de segundo o tercer orden o centros de salud en zonas rurales del país. Afortunadamente hemos podido pagar las cuentas adicionales por su tratamiento, pero ¿el ciudadano que no puede pagarlo? ¿el que escoge entre pagar por la medicina y comer?
A esto debemos sumar que el 2024 fue el segundo año más violento desde que se tienen registros (con un aumento de los delitos de extorsión y secuestro y una reducción del 15% de muertes violentas), hubo una crisis energética que le llevó al país a tener hasta 14 horas de corte de energía al día en octubre; la decisión de invadir la embajada mexicana contraviniendo los principios elementales del derecho internacional; y la violación flagrante a la Constitución y las leyes por parte del presidente Noboa al no solicitar licencia para la campaña electoral y designar por decreto y a dedo a una vicepresidenta de su agrado para evitar dejar en el cargo a la segunda mandataria elegida junto con él en 2023 por rencillas personales.
Todo lo mencionado no solo es el reflejo de la incompetencia gubernamental, sino también, de los tintes autoritarios de un gobierno que a pesar de tener como slogan “El Nuevo Ecuador”, tiene exactamente las mismas actitudes que sus antecesores, de aquellos años de irrespeto a la ley, de pasar por alto la institucionalidad y solo sobrevivir a punta de la imagen gubernamental y la comunicación política. Pero a pesar de todo ello, el presidente Noboa es el primero en algunas encuestas de intención de voto, con un promedio de 36%, seguido por la candidata del correísmo, con cerca del 32%, mientras que el resto de 14 candidatos se divide el 32% restante de las preferencias.
¿Qué podemos esperar? Si gana Luisa González, las “hambres atrasadas” del correísmo son una de las principales preocupaciones. El ex presidente Correa ha afirmado que si su organización política regresa al poder, él podría volver al país, y uno de sus ex ministros, Ricardo Patiño, lo afirmó en un mitín electoral. Esto, por un lado, levantaría el avispero político, y generaría que la Asamblea Nacional pudiera intentar enjuiciar políticamente a la presidenta, generando un clima de inestabilidad. En este contexto, es muy probable que el potencial gobierno de Luisa González opte por una nueva “muerte cruzada” (en la cual la Asamblea Nacional cesa sus funciones) y el ejecutivo se mantiene en el poder mientras se realizan nuevas elecciones.
En el caso de una posible victoria de Daniel Noboa, es esperable una política más liberal en lo económico, principalmente en lo que se refiere a la flexibilización del mercado laboral; incertidumbre en las relaciones internacionales del Ecuador (salvo una posición más débil frente a Estados Unidos y con la dificultad para aglutinar voluntades a su favor en América Latina) y un conflicto armado interno contra los grupos de delincuencia organizada, cuyos resultados no son previsibles dada su propia naturaleza. Si a eso sumamos que ha demostrado continuar con la forma de hacer política de lo que él llama “El Viejo Ecuador”, es decir, irrespetar las instituciones, pasar por alto procedimientos constitucionales y dejar “la ley para los de poncho”, como dice un viejo adagio popular clasista y racista, se puede esperar un eventual nuevo autoritarismo, tendiente hacia la centro derecha del espectro político.
Si hay algo que ha hecho bien el gobierno nacional es posicionar sus narrativas en el contexto descrito al inicio de este artículo. El mensaje corto, vacío y destinado a entretener antes que a informar o a gobernar es la tónica de un país donde hace 20 años los gobiernos inservibles o aprendices de tiranos temblaban ante el solo anuncio de movilizaciones ciudadanas. Hoy, los tiempos han cambiado. La política que buscaba la atención de las demandas por parte del sistema político (en términos de David Easton) ha dado paso a la atención no solo de redes sociales, sino solamente a las acciones comunicacionales pendientes del morbo, de la “estrategia” y de lo que entretiene. Sin duda, el proceso electoral en Ecuador es un reflejo de la banalización de la política.
*Doctor por el programa de Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de Salamanca, Máster en Ciencia Política por la misma universidad y Magíster en Relaciones Internacionales por el IAEN (Ecuador). Docente Universitario y articulista.