Por Carla Zita Zorzón*
En un año marcado por la polarización y la estabilización económica, el gobierno de Javier Milei enfrenta un escenario complejo: mientras su imagen se mantiene fuerte en el plano digital y su gestión económica es la mejor evaluada, la insatisfacción con áreas clave como salud y educación, junto con la violencia política en redes, plantean desafíos para su liderazgo. ¿Cómo se proyecta su gobierno en un país dividido y en un mundo en transformación?
En las calles de Buenos Aires, en los bares de Córdoba y en los mercados de Mendoza, la conversación sobre el gobierno de Milei es una mezcla de esperanza y desencanto. Según la última Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública (ESPOP|UdeSA) de la Universidad de San Andrés, el 54% de los argentinos aprueba su gestión, una cifra que supera a la de Alberto Fernández (21%) y Mauricio Macri (43%) en sus primeros años de gestión. Sin embargo, este apoyo no es unánime. El 52% está insatisfecho con la situación general del país, y las razones son tan variadas como el territorio argentino.
En las grandes ciudades, la política económica es la mejor evaluada (48%), pero en el interior profundo, donde la pobreza alcanza el 38% y los bajos salarios son una realidad cotidiana para el 36%, la insatisfacción es palpable. “La inflación bajó, pero mi sueldo no alcanza”, dice María, una maestra de Jujuy, mientras hace fila en un supermercado. Esta dualidad entre la macroeconomía y la microrealidad es el telón de fondo de un gobierno que, aunque logra estabilizar los números, no consigue responder a las demandas sociales urgentes.
El gobierno de Javier Milei logra mantener una imagen positiva y una aprobación mayoritaria gracias a la percepción de estabilidad económica, pero enfrenta desafíos crecientes por la polarización social, la insatisfacción en áreas sensibles y una violencia política digital que redefine el debate público.
Javier Milei no es sólo un presidente; es un fenómeno cultural. Su imagen, construida a base de discursos incendiarios y una presencia constante en redes sociales, lo ha convertido en el político con mejor imagen positiva (49%), según ESPOP|UdeSA. Sin embargo, esta imagen no es uniforme. En las provincias del norte, donde el Estado es el principal empleador, su retórica antiestatista genera resistencias. En cambio, en las áreas urbanas y entre los sectores medios-altos, su mensaje de libertad económica resuena con fuerza.
Su estilo confrontativo, que incluye el uso de insultos como “mentirosos” o “zurdos”, ha normalizado una estética de la violencia verbal en la política, advierte un informe de la Consultora Ad Hoc, acerca de la violencia política digital en la conversación pública en los últimos dos años. Este fenómeno, aunque refuerza su base más dura, podría estar alienando a sectores moderados. “Milei es como un terremoto: sacude todo, pero no sabemos si lo que queda en pie será mejor”, reflexiona Juan, un empresario de Santa Fe.
La imagen de Milei ha pasado de la novedad a la estabilidad; ahora la pregunta es si su imagen se proyecta hacia la consolidación o el desgaste. En 2024, su positividad digital aumentó del 46% al 56% en momentos clave, según otro informe elaborado por la Consultora Ad Hoc, sobre la imagen digital del presidente. Sin embargo, el volumen de menciones en redes ha caído, lo que sugiere una pérdida de interés progresivo. “Ya no es el outsider que sorprende; ahora es el presidente que debe responder”, dice Ana, una analista política de La Plata.
En un país dividido y en un mundo en transformación, el futuro de su gobierno dependerá de su capacidad para equilibrar la paradoja de la aprobación: una economía estable frente a demandas sociales insatisfechas, mientras construye puentes en un escenario político fracturado y con escasa oposición.
Su proyección depende de dos factores: la continuidad de la estabilidad económica y su capacidad para gestionar conflictos sociales. Las medidas impopulares, como el veto al aumento jubilatorio, la privatización de Aerolíneas Argentinas, el discurso en Davos y la Marcha Del Orgullo, podrían erosionar su apoyo en el futuro, especialmente si la economía muestra señales de debilidad. “Las personas del colectivo LGBT vivimos signadas por los estigmas. Y el estigma de gay=pedófilo, como gay=sida o gay=degenerado, eso está instalado en una parte de la sociedad. El presidente en su cabeza, imagina esta batalla cultural que es libreto de Agustín Laje, Nicolás Márquez y Santiago Caputo. Y para una batalla hay que elegir un enemigo, y yo creo que el presidente se equivocó de enemigo. Eligió a las maricas, y las maricas estamos acostumbradas a sobrevivir a todo”, sostuvo el diputado nacional del Partido Socialista de la provincia de Santa Fe y activista por los derechos del colectivo LGTBQ+, Esteban Paulón en esta entrevista.
El nuevo rumbo de la política exterior es otro punto que amerita un análisis. La salida de Argentina del BRICS y el acercamiento a Estados Unidos y Europa marcan un giro en la política exterior de Milei. Según la consultora brasileña Atlas Intel, junto a Bloomberg, presentó su último reporte “Latam Pulse”, este cambio ha generado debates sobre el lugar del país en el mundo. “Milei quiere ser el puente entre América Latina y Occidente, pero no todos están dispuestos a seguirlo”, comenta Laura, una internacionalista de Buenos Aires.
Milei ha logrado posicionarse como una figura global, comparable a líderes como Trump o Musk en términos de visibilidad digital. Sin embargo, su impacto real en la política internacional aún está por verse, especialmente en un contexto regional marcado por la inestabilidad. “El mundo mira a Argentina con curiosidad, pero también con escepticismo”, concluye Laura.
Finalmente, queda preguntarse: ¿hacia dónde va el libertarismo de Milei? La gestión del presidente argentino mantiene una aprobación mayoritaria gracias a la percepción de estabilidad económica, pero enfrenta desafíos crecientes por la polarización, la insatisfacción en áreas sociales y la violencia política digital. Su imagen, aunque fuerte, muestra signos de desgaste, y su proyección global aún es incierta. En un país dividido y en un mundo en transformación, el futuro de su gobierno dependerá de su capacidad para equilibrar la paradoja de la aprobación: una economía estable frente a demandas sociales insatisfechas, mientras construye puentes en un escenario político fracturado y con escasa oposición.
*Todos los testimonios incluidos en este artículo, corresponden a experiencias reales y han sido obtenidos mediante entrevistas, realizadas por la autora, con el consentimiento de las personas. A fin de respetar la solicitud de discreción de los entrevistados, sólo se ha incluido su nombre, profesión y/o lugar de procedencia, omitiendo sus apellidos.
*Lic. en Periodismo y Comunicación (FHUC-UNL). Maestranda en Estudios Electorales (EPyG-UNSAM).