Elecciones

Paraguay frente a las elecciones estadounidenses. Análisis de expectativas y escenarios


Por Julieta Heduvan*

Mientras el mundo observa con atención las próximas elecciones en Estados Unidos, el gobierno de Santiago Peña se mantiene expectante. Sin manifestar apoyo oficial explícito a ninguno de los candidatos, Paraguay se adhiere con cautela al manual diplomático, que en periodos electorales internacionales sugiere la neutralidad como el camino más prudente. La relación bilateral debe fortalecerse con quien resulte ganador, y en este caso, no hay certezas claras sobre el desenlace de noviembre.

En pocos días, Kamala Harris y Donald Trump se disputarán la presidencia del país que hoy sigue siendo el más influyente del mundo. La incertidumbre generada por una contienda tan ajustada resuena en Paraguay y plantea interrogantes sobre el impacto que los resultados podrían tener en sus relaciones bilaterales y en la dirección que la Casa Blanca elija proyectar hacia el país.

La inquietud en Paraguay es comprensible: en los últimos años, el rol de Estados Unidos y su enfoque hacia Paraguay han experimentado cambios notables de la mano de su lucha contra la corrupción y el crimen transnacional. Aunque la relación sigue siendo de aliados estratégicos, el cambio de prioridades en la política exterior estadounidense ha sido palpable, y Peña, en su esfuerzo por mantener una buena relación, enfrenta presiones que le exigen equilibrio y cautela en todos los niveles.

Las elecciones en Estados Unidos podrían presentar nuevos y complejos escenarios no solo en la relación con Paraguay, sino también en el contexto en el que el país se inserta en el mundo. Los ejes de incidencia resultan difíciles de abarcar; sin embargo, es fundamental plantear posibles escenarios que permitan comprender y anticipar los efectos directos e indirectos de estos comicios en la política paraguaya.

En el plano económico, estas elecciones presentan el potencial regreso de Donald Trump como un revival de su política proteccionista y del “America First”. Esto podría traducirse en la concentración y repatriación de capitales y actividades productivas (reshoring) hacia Estados Unidos, lo que generaría poco o ningún derrame hacia la región, incluso hacia sus aliados. Sin embargo, Paraguay podría no ser tan sensible a estas políticas. A lo largo de los últimos años, la relación económica bilateral ha mostrado resultados positivos, y el crecimiento del flujo comercial ha mantenido una tendencia relativamente constante tanto durante el gobierno de Trump como en el de Biden.

A septiembre de 2024, Estados Unidos se posiciona como uno de los principales orígenes de inversión externa, siendo el cuarto destino de exportación y el tercer origen de importaciones de Paraguay. A pesar de mantener una balanza comercial negativa, Estados Unidos se sigue considerando el cuarto socio comercial más importante para el país. Salvo un cambio drástico en las políticas económicas de Washington, es probable que las tendencias comerciales con Paraguay continúen en un crecimiento moderado similar al actual.

En lo que respecta al ámbito ambiental, Kamala Harris se ha destacado históricamente como defensora de las energías renovables, aunque en campaña ha suavizado su postura respecto a su política de incentivo a las industrias de hidrocarburos. A pesar de ello, su enfoque ambientalista sigue contrastando fuertemente con el escepticismo de Donald Trump sobre el cambio climático y el calentamiento global. Para Paraguay, esta brecha ecológica plantea repercusiones distintas de acuerdo al desenlace de las elecciones. Para la industria agroganadera paraguaya, un triunfo de Trump implicaría menos regulaciones ambientales y un posible desinterés en las consecuencias de esta industria. En contraste, una victoria de Harris podría traer una mayor presión hacia la sostenibilidad ambiental, intensificando la ya existente influencia de la Unión Europea en este sentido.

Pensándolo desde Paraguay, Santiago Peña, de derecha moderada en su proyección internacional, podría adaptarse a ambos modelos sin grandes dificultades.

Por otra parte, la defensa de la democracia y la lucha contra la corrupción continuarán proyectándose en la política externa de un futuro gobierno de Harris. No obstante,  estos principios no han sido prioridades destacadas en la agenda de Trump, salvo en casos puntuales como Venezuela o Cuba. De resultar electo, parece poco probable que su administración promueva activamente políticas de anticorrupción o de fortalecimiento democrático en la región, aunque esto no significa suspender todos los procesos en marcha. Dada la autonomía de las instituciones estadounidenses y el funcionamiento de su burocracia, un cambio de gobierno difícilmente pueda interrumpir investigaciones y procesos judiciales en marcha. En consecuencia, si bien la elite política paraguaya puede vaticinar la disminución de nuevas sanciones, Paraguay no saldrá del radar estadounidense en materia judicial o de seguridad.

Independientemente de quién asuma la presidencia, la diplomacia paraguaya deberá consolidar una relación estratégica con Estados Unidos y adaptarse a un futuro internacional abierto. El éxito de Paraguay en esta relación dependerá, en última instancia, de la capacidad de su gobierno para hacer valer sus propios intereses.

Por su parte, ambos candidatos podrían coincidir en un enfoque más contundente en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, aunque Trump enfatiza una faceta más militarizada en este esfuerzo. Los expertos anticipan que México y Centroamérica serán los puntos iniciales, especialmente en relación con el problema del fentanilo. No obstante, no puede descartarse la posibilidad de que América del Sur también se vea involucrada en un plan integral de combate al crimen organizado, dado el incremento de la inseguridad y la expansión de redes criminales. Paraguay, que ha sido escenario de operativos conjuntos para desmantelar grupos delictivos, podría experimentar un incremento en este tipo de intervenciones en los próximos años, independientemente del desenlace de las elecciones estadounidenses.

Por último, en el entramado político regional, un triunfo de Trump podría incentivar la organización de líderes de extrema derecha conservadora en torno a su modelo, mientras que una presidencia de Harris mantendría una visión globalista, en línea con los principios progresistas de los demócratas. Pensándolo desde Paraguay, Santiago Peña, de derecha moderada en su proyección internacional, podría adaptarse a ambos modelos sin grandes dificultades. Su visión de inserción global le otorga cierta flexibilidad, incluso frente a la creciente influencia conservadora en su propio gobierno. Sin embargo, un eventual triunfo de Trump podría dar impulso a estos sectores, que, aún encapsulados, podrían buscar ganar terreno, empujando a la radicalización del liderazgo de Peña con el objetivo de ingresar al grupo de aliados ideológicos de Trump.

Aún sin el resultado sobre la mesa, el desenlace de las elecciones en Estados Unidos plantea nuevos escenarios y posibles implicaciones para Paraguay en múltiples frentes. Independientemente de quién asuma la presidencia, la diplomacia paraguaya deberá consolidar una relación estratégica con Estados Unidos y adaptarse a un futuro internacional abierto. El éxito de Paraguay en esta relación dependerá, en última instancia, de la capacidad de su gobierno para hacer valer sus propios intereses.

* Analista y consultora especializada en política exterior paraguaya. Magíster por la Universidad de Salamanca y Licenciada en Relaciones Internacionales (UNICEN). Investigadora académica y Coordinadora nacional de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África (ALADAA Paraguay).

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