30 años de la Democracia en Paraguay (II). El “cuoteo” político y la expulsión de los militares de la política
Por Fernando Martínez Escobar.
La dinámica de competencia y cooperación que se inició con la transición a la democracia impregnó la disputa política de los años 90. Como se recuerda en el anterior artículo, la famosa unidad granítica del Partido Colorado colapsó en 1987, derivó en el Golpe de Estado de 1989 y la caída de Stroessner, e inauguró un juego interno donde ninguna facción interna pasaría a dominar todo el partido y, por lo tanto, los movimientos colorados establecerían alianzas con grupos opositores para prevalecer en la política nacional. Como ejemplo ya mencionado, el mismo Tradicionalismo Ortodoxo liderado por el líder colorado Luis María Argaña, que en 1989 acusó de traidores a los movimientos colorados que se aliaron a la oposición, hizo luego exactamente lo mismo. En 1992 se alió a los partidos de oposición en la Asamblea Nacional Constituyente y cerró el paso a la reelección de Andrés Rodríguez. Con esta movida se excluyó también de la reelección a los subsiguientes presidentes del Paraguay, estableciendo la no reelección presidencial como otra de las reglas centrales de la política paraguaya.
El juego entre corrientes internas coloradas y oposición siguió y se consolidó. A partir de 1993 vinieron una serie de pactos. En las elecciones generales de 1993, por primera vez en mucho tiempo, el Partido Colorado perdió el control del Congreso, mientras las rivalidades internas no cesaban. Esto intensificó la necesidad de acuerdos políticos entre la facción colorada gobernante y grupos de oposición. Como resultado surgieron el “Pacto de Gobernabilidad” de octubre de 1993, el “Compromiso Democrático” de comienzos de 1994, el Pacto Político sobre temas castrenses de mayo 1995, el acuerdo para destrabar la crisis financiera en agosto de 1995 y el compromiso para renovar el Registro Cívico Permanente en noviembre del mismo año.
El cuoteo político se convirtió en una regla no escrita, que sirvió para que los movimientos y partidos políticos ocupen espacios institucionales no electivos en el gobierno, en una proporción más o menos similar a su fuerza electoral, a su capacidad de formar alianzas y a lo que Sartori llama “capacidad de chantaje”.
En consecuencia, bajo las disputas en la arena interna colorada, más la participación progresiva de los partidos de oposición, y la imposibilidad de las fuerzas políticas de tener todo el control, se fueron gestando reglas proporcionales, formales e informales, de distribución del poder. Esto permitió a la ANR, al PLRA y a una serie de partidos que oscilaron entre el nacimiento y la desaparición, ir ocupando todas las instituciones locales y nacionales, electivas y no electivas del país.
Una de las nuevas reglas formales de juego adoptadas fue la representación proporcional por medio de la aplicación de la fórmula D´hondt a listas cerradas y bloqueadas en elecciones legislativas. Esto generó una nueva distribución del poder, no sólo al interior de los cargos electivos, sino también al interior de las instituciones públicas locales y nacionales, creadas y/o reformadas por la Constitución Nacional de 1992.
Por un lado, el sistema proporcional distribuyó cargos electivos, como las bancas parlamentarias, las concejalías departamentales y municipales, las posiciones al interior de las listas partidarias de cara a las elecciones nacionales y locales, así como los cargos a autoridades partidarias en todos los niveles. Por otro lado, esto generó una dinámica intra e interpartidaria que moldeó la competencia y cooperación entre partidos, provocando un impacto en el reparto de los cargos no electivos, a través de una regla informal llamada cuoteo político.
El cuoteo político se convirtió en una regla no escrita, que sirvió para que los movimientos y partidos políticos ocupen espacios institucionales no electivos en el gobierno, en una proporción más o menos similar a su fuerza electoral, a su capacidad de formar alianzas y a lo que Sartori llama “capacidad de chantaje”. Este método se utilizó y se continúa utilizando para el reparto de los cargos de la Corte Suprema de Justicia, del Ministerio Público, las presidencias y vicepresidencias de las Cámaras de Diputado y Senadores, del Consejo de la Magistratura, del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, de la Contraloría General de la República, de la Defensoría del Pueblo, embajadas, juzgados y direcciones de entes públicos. En fin, el cuoteo político le permitió a los partidos dirigir el Poder Legislativo, el Judicial, parte del Ejecutivo y demás instituciones públicas.
El copamiento de los espacios institucionales vía cuoteo político facilitó a que los partidos expulsen a los militares del juego político. Entre 1996 y 1999 se desataron disputas entre el sector del poder colorado-militar y el resto de los partidos. La alianza entre el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas, que venía del 13 de enero de 1947, estaba representada por el Gral. Lino Oviedo y Raúl Cubas Grau. Cuando se intensificó el conflicto entre este sector y el Presidente Wasmosy, los partidos ya ejercían el poder en casi todas las instancias institucionales a nivel nacional y local, electivas y no electivas. Por lo que las Fuerzas Armadas, que tenían como último bastión de poder político institucional al Poder Ejecutivo, fueron desplazadas por el sistema partidario en 1999 durante “el marzo paraguayo”, rompiendo el pacto cívico-militar vigente por más de cincuenta años.
De hecho, como bien lo recuerda la autora Myriam Yore, cuando Cubas Grau renunció en marzo de 1999, lo reemplazó González Macchi por ser presidente del Congreso, es decir, fue un presidente electo por los partidos políticos con bancas parlamentarias. Una vez en la presidencia inauguró un gobierno de coalición de partidos al que llamaron “Gobierno de Unidad Nacional”. Sin embargo, esta coalición excluyó al Movimiento Unión Nacional de Colorados Éticos (UNACE), liderado por Lino Oviedo. UNACE representaba la continuidad del pacto colorado-militar y conformó luego un nuevo partido político por fuera del coloradismo.
Finalmente, este proceso de desplazamiento de las FFAA se cerró en el año 2003, con la elección del primer gobierno no perteneciente al Pacto Colorado-Militar. Paradójicamente, el tan vilipendiado cuoteo político colaboró con este momento clave de la transición democrática paraguaya, sacando a los militares de la política.
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