Por Marcos Pérez Talia.
Los partidos tradicionales de Paraguay fueron fundados en 1887. Desde entonces han dirigido la vida política del país casi sin oposición de terceras fuerzas. Han logrado arraigarse profundamente en todos los estratos de la sociedad desde sus inicios. Sin embargo, el ascenso del militarismo luego de la Guerra del Chaco, que desembocó finalmente en una alianza entre las FFAA y la ANR, acabó por desnivelar fuertemente la balanza del bipartidismo hacia el coloradismo. Una vez iniciado el periodo de transición democrática en 1989, el liberalismo, dividido en varias vertientes, logra reunificarse, institucionalizarse y convertirse nuevamente en un partido relevante. En este artículo describiré los cambios y continuidades de las trayectorias y luchas al interior del PLRA en los 30 años de democracia, un periodo en el que se primeramente se vieron intensos cambios internos, hasta llegar a un momento más reciente de relativa estabilidad en la vida política partidaria.
Durante la dictadura stronista hubo al menos cinco partidos liberales que pueden ser agrupados en dos grupos: participacionistas y abstencionistas. En las primeras elecciones de la transición –de 1989– inscriben su candidatura cuatro partidos liberales: PL, PLR, PLRU y PLRA. Si bien estaba claro desde del inicio que el ganador sería el Gral. Rodríguez, en la esfera liberal sirvió para dirimir cuál era la vertiente de mayor arrastre. El 20,3% que obtuvo Domingo Laino frente a los resultados marginales de las demás fuerzas liberales despejaron cualquier duda.
Allí arranca, lo que podríamos denominar, la “era de Laino”. El momento histórico planteó diversos objetivos para el PLRA y las fuerzas políticas nacionales. En el ámbito externo a los partidos, urgía aprobar reformas electorales que sirvan para tornar más competitiva la política nacional. En lo interno a los partidos, las elecciones directas trajeron una nueva dinámica partidaria. Las autoridades y candidatos ya no se elegían en convenciones sino a través del voto directo de los afiliados. Los movimientos internos se volvieron importantes y la lucha interna se volvió vital.
Durante la “era de Laino” el PLRA logró institucionalizar su vida interna luego de las elecciones de 1990, 1992 y 1995. En todas ellas el lainismo ganó con extremada holgura. El saguierismo nunca tuvo la fuerza suficiente para poner en riesgo la hegemonía lainista. Un partido moderado y de centro izquierda, defensor de las banderas sociales, fue la impronta que caracterizó al PLRA en ese tiempo. El periodo se cierra luego de la dura derrota de Laino en las generales de 1998. En esos años, el éxito fundamental fue visibilizar y reorganizar a la “comunidad liberal”, ese enclave cultural que permitió la supervivencia del liberalismo luego de tanta persecución. No fue suficiente para acceder al poder, pero fue necesario para fortalecer al partido.
“Actualmente el partido está en una era que parece no llevará a cambios sustanciales en la política partidaria”
En 1999 empieza un recambio generacional que imprime nuevas lógicas. El declive de Laino representa la mutación de un partido disciplinado en torno a su líder hacia uno indisciplinado y dirigido por un conjunto de facciones que disputan permanentemente el poder interno. También significa un giro a la derecha. Será Yoyito Franco quien rompa décadas de hegemonía lainista. Luego del “marzo paraguayo”, el PLRA abandona su perfil opositor y se suma al co-gobierno de González Machi, aunque por poco tiempo ya que se retira para competir por la vicepresidencia. Sería la primera vez que se presentase un candidato que no fuese Laino y, por ironías de la política, el éxito fue inmediato. Yoyito Franco se convirtió en Vicepresidente, en la esperanza de forzar la renuncia de González Machi. Ello no ocurrió y el desastre del periodo terminó por afectar la buena imagen de Yoyito Franco y las chances del partido en las generales de 2003. Había que volver a renovarse.
En 2005 Yoyito Franco cede el liderazgo a Blas Llano, quien compite y triunfa contra Efraín Alegre por la presidencia del partido. Desde entonces ambos líderes marcarán el devenir liberal. Bajo la presidencia de Llano el PLRA conformó la alianza exitosa con Fernando Lugo para alcanzar el poder. Y también bajo su presidencia el partido aprobó apoyar su destitución vía juicio político. Pero, en definitiva, la llegada al poder en 2008 dio nuevos bríos al liberalismo, luego de tantos años al margen del gobierno.
Cuadro 1: Crecimiento del padrón partidario y participación en las internas por periodo
Era de Laino (1989-1998) | Recambio generacional (1999-2007) | Poder y llanura (2008-2017) | |
Promedio de crecimiento del padrón por periodo | 89% | 37% | 46% |
Promedio de participación en internas por periodo | 23% | 37% | 39% |
Fuente: elaboración propia a partir de datos obtenidos del Tribunal Electoral del PLRA
Los datos del Cuadro 1 (agrupados de a diez años) muestran un fuerte crecimiento del electorado liberal en los primeros años de la transición. El contexto de apertura y libertad iniciado en 1989 ayudó ostensiblemente. La participación interna fue más baja tal vez por dos motivos: las nuevas reglas de juego (que obligaba al voto directo de los afiliados) tienen su periodo de internalización y adaptación, a lo cual habría que sumar la fuerte cohesión de Laino con el electorado liberal, haciendo desaparecer cualquier incertidumbre en los resultados. Durante el periodo de recambio generacional, que coincide con el fracaso de la presidencia de Cubas y González Machi (y una desafección política general), hubo menor crecimiento del padrón, aunque mejoró la participación interna. A partir del 2006, cuando el poder parecía cerca, tanto el padrón como la participación vuelven a crecer.
En cuanto a los líderes actuales del partido, puede decirse que tras los cinco años de poder (2008-2013), más los siguientes en la oposición (2013-2018), los liderazgos nacionales permanecen relativamente estables. Efraín Alegre y Blas Llano han venido funcionando como parteaguas, cada uno con su estilo y propuesta, lo cual impactó en los cambios recientes en la vida del partido. El triunfo de Efraín Alegre en la presidencia liberal en 2016 significó algunos reacomodos. En primer lugar, gracias al férreo apoyo llanista al presidente Horacio Cartes, Alegre logró agrupar bajo su figura al electorado liberal que rechazaba dicha alianza. La crisis institucional de 2017, que acabó con la muerte de Rodrigo Quintana, sirvió para devolver al PLRA su faceta de lucha y de opositor intransigente. Del mismo modo, el giro discursivo hacia un liberalismo más progresista parece reconducir al PLRA hacia sus viejas banderas de lucha social.
Actualmente el partido está en una era que parece no llevará a cambios sustanciales en la política partidaria. Las elecciones presidenciales de 2018 mostraron un partido en crecimiento, ya que el PLRA (en alianza) obtuvo los mejores resultados en la era democrática (en un proceso electoral con serias dudas), aunque no le alcanzara nuevamente para llegar al poder. Recién en 2021 habrá elecciones de renovación de autoridades. Salvo que tenga lugar una derrota estrepitosa en las municipales de 2020, posiblemente seguiremos viendo una dinámica partidaria parecida a la que tenemos hoy.