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Feminismo y sindicalismo: Una articulación a varias voces


Paola Ferraro.*

A nivel local todavía nos es difícil superar ciertos imaginarios que tienden a uniformizar realidades múltiples en el plano de la política. A modo de ejemplo, resulta notorio como voces conservadoras todavía describen con recelo el avance del movimiento de mujeres en el plano local, o clasifican al movimiento feminista como atemporal, unívoco y (por sobre todo) heredero exclusivo de tradiciones occidentales y foráneas. De ahí su singularización: El feminismo, como si fuese uno solo.

No obstante, desde las organizaciones de mujeres se viene insistiendo en la importancia de visibilizar la pluralidad de actores e intereses que el movimiento de mujeres abraza en su conformación. Hablar de los feminismos se torna importante, tanto para romper con la vieja idea de que las mujeres conforman un grupo homogéneo y subscrito a las mismas condiciones de opresión en todos los casos, como para visibilizar los rostros, realidades y anhelos de esa diversidad que hace a dicho movimiento. 

Si bien el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y el Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, celebrados el 8 de marzo (8M) y el 25 de noviembre (25N) respectivamente, son fechas conmemoradas desde hace ya bastante tiempo por mujeres organizadas a nivel país, no cabe duda de que los últimos años han sorprendido con la masificación y mediatización de dichas movilizaciones. Tras el brutal feminicidio a Lucia Pérez en el año 2017 en Argentina, nació la consigna #Niunamenos, que recorrió el mundo y tuvo una importante repercusión en nuestro país, haciéndose sentir en la movilización de noviembre de 2017.

Bajo el criterio de que ninguna perspectiva de género podría anteponerse a la de clase, muchas entrevistadas consideran que las plataformas no son representativas de su sector, ya que, al ser compuestas por grupos urbanos, juveniles y universitarios, presentan una composición muy distinta a la realidad de la clase trabajadora que no necesariamente es urbana, ni juvenil ni accedió a las universidades. 

Este crecimiento cuantitativo y cualitativo de las marchas feministas en los últimos años se anexa a una rica historia del movimiento de mujeres cuyas particularidades han sido, hasta cierto punto, sistematizadas dentro del movimiento social y los espacios académicos. Dicha recuperación de la memoria colectiva nos permite señalar que las experiencias de articulación entre el movimiento feminista y sindical son de larga data, siendo el siglo XX el que vería nacer a múltiples sindicatos liderados por mujeres, además de experiencias de resistencia al régimen dictatorial protagonizadas por mujeres en las bases de sus sindicatos.

Mismo tratándose de un diálogo con antecedentes, elementos de convergencia y discordancia entre movimiento sindical y feminismo siguen palpables a la hora de consultar a referentes del campo sindical su lectura particular en torno al movimiento feminista y la posibilidad de establecer vínculos entre las plenarias del 8M y 25N y los sindicatos. Doy cuenta de ello a partir de un conjunto de entrevistas dirigidas a mujeres involucradas en la militancia sindical, las cuales fueron realizadas en el marco de la investigación Sindicalismo en Debate en Paraguay.

Una experiencia notoria de diálogo entre estas plenarias feministas y el mundo sindical se dio en la última edición del 8M, dando como resultado la conformación de la columna sindical Kuñanguera Pokatu, conformada por mujeres de sindicatos de la salud, la comunicación, el sector docente, entre otros espacios. Pero la misma no nació por generación espontánea ni por la voluntad individual de sus adherentes, sino como resultado de un trabajo conjunto para la conformación de espacios de discusión sobre la situación de las mujeres trabajadoras y la ejecución de talleres preparatorios con las bases sindicales, realizado con antecedencia.

Algunas voces entrevistadas ven en el 8M la fuerza de un movimiento joven, aglomerador y cuya fuerza simbólica y política podría “tumbar gobiernos” de seguir afianzándose, o cuanto menos, generar nuevas improntas en cuanto a consignas y estrategias de lucha colectiva. 

Sobre el punto, un aspecto no menor refiere a la necesidad del movimiento sindical de construir nuevos mecanismos para propiciar un recambio generacional, tanto en sus bases como en la dirigencia. De este modo, el sindicalismo paraguayo ha sido descripto por buena parte de las entrevistadas como un campo preponderantemente masculino, en donde las mujeres se ven obligadas a realizar muchos sacrificios personales para ingresar a la militancia y en donde las figuras dirigenciales son personas mayores con años en los puestos de decisión. Dicha situación resulta poco atractiva para mujeres jóvenes, cuyas demandas difícilmente son escuchadas por una dirigencia conservadora poco interesada en temáticas más contemporáneas, como, por ejemplo, la ejecución de políticas con perspectiva de género dentro de las organizaciones sindicales.

La propia palabra género propicia incomodidades en algunas entrevistadas, siendo para las mismas sinónimo de posturas extremas, o de un concepto muy abstracto, desvinculado de las difíciles realidades de las mujeres trabajadoras. También parece un concepto que implica la aceptación irrestricta de consignas del movimiento feminista, como la interrupción voluntaria del embarazo. Y, al mismo tiempo, algunas entrevistadas confiesan su dificultad en conciliar posturas personales de carácter feminista con su rol de dirigente sindical. El temor a romper con las bases sería un factor de peso para no asumir posiciones en favor o de pertenencia a organizaciones feministas dentro de su militancia en el movimiento obrero.

Otro grupo de entrevistadas ve al 8M como una plataforma cuyos objetivos y consignas resultan muy distantes a la realidad de mujeres trabajadoras. Bajo el criterio de que ninguna perspectiva de género podría anteponerse a la de clase, muchas entrevistadas consideran que las plataformas no son representativas de su sector, ya que, al ser compuestas por grupos urbanos, juveniles y universitarios, presentan una composición muy distinta a la realidad de la clase trabajadora que no necesariamente es urbana, ni juvenil ni accedió a las universidades. 

Lo que trasluce de las entrevistas es una dificultad de entender que el 8M y el 25N constituyen plenarias articuladoras de movimientos que buscan conjugar las fuerzas de distintas agrupaciones de mujeres: urbanas, rurales, indígenas, negras, así como de trabajadoras de la cultura, trabajadoras formales e informales, estudiantes secundarias y universitarias, entre varias otras.

Lejos de ser un movimiento particular con identidad definida, estas plenarias plantean un carácter asambleario abierto que apuesta a la participación autoconvocada, tanto de referentes como de colectivos y simpatizantes particulares. Por ello, sus canales de convocatoria se centran en redes sociales y comunicados, y su estructura organizacional es laxa, poco jerarquizada y móvil, situación contraria a la de los sindicatos, acostumbrados a fuertes canales de centralización de la información y decisiones dentro de sus comisiones ejecutivas. Al concebir estrategias comunicativas y organizacionales diferentes, muchas veces es el movimiento sindical el que “espera” el acercamiento de estas plataformas, sin llegar a familiarizarse del todo con el carácter autoconvocado de la participación.

Finalmente, otro aspecto que hace a la laxitud de estos espacios y que dificulta la continuidad de acciones en compañía de organizaciones más tradicionales como la sindical, refiere al carácter provisorio de la organización de estas plenarias. Al decir de una activista la plenaria nace y muere cada 8 de marzo y 25 de noviembre, generando con ello un carácter rotativo de su dirigencia con cada edición. Podría decirse entonces que el criterio organizacional de estos espacios está (en varios sentidos) supeditado a la coyuntura, aunque el eco de sus acciones resuene en el tiempo.

Los criterios dentro del sindicalismo son múltiples, y en la medida que el movimiento de mujeres crece, nuevas perspectivas son puestas en relación. De este modo, volvemos a nuestro punto de inicio: no existe un criterio unánime para entender al mundo dentro de la perspectiva feminista, como así tampoco, una sola perspectiva sobre los avances e implicancias movimiento de mujeres en la voz de las mujeres sindicalistas.


* Es Maestranda en el Programa de Ciencias Sociales con énfasis en Desarrollo Social e Investigación de FLACSO-Paraguay y docente en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes de la Universidad Nacional de Asunción (FADA/UNA). Licenciada en Sociología por la Universidad Nacional de Asunción.

** Ilustración de portada: https://www.esglobal.org/paraguay-a-la-zaga-en-igualdad-de-genero/

*** Este articulo forma parte del proyecto “Sindicalismo en debate en Paraguay” implementado por el Centro Interdisciplinario de Investigación Social (CIIS) con el apoyo de la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES). Las opiniones expresadas en este articulo no representan, necesariamente, los puntos de vista del CIIS o de la FES.

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