por José Duarte Penayo e Ignacio González Bozzolasco.
La transición democrática paraguaya no tuvo como uno de sus principales nudos explícitos de tensión la disputa derecha/izquierda. Quizás debido a una combinación de condiciones históricas de la sociedad paraguaya, que confluyeron con un contexto de grandes transformaciones, entre las que se destacan como íconos más sobresalientes la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Sin embargo, el hecho de que la tensión no haya sido explicita no supone, de modo alguno, su inexistencia.
Autores como Waldo Ansaldi sugieren considerar las posiciones con respecto a la igualdad (o su antónimo, la desigualdad) como la clave diferenciadora entre izquierda y derecha. Desde esta mirada, aunque no de forma explícita o evidente, la disputa entre derecha e izquierda sí puede verse presente en la transición paraguaya. Podríamos incluso agregar que, considerando matices, estrategias y sectores de la sociedad articulados a uno y otro lado del binomio igualdad/desigualdad, es más apropiado hablar en plural: “derechas e izquierdas”. Así, centrándonos en el análisis de la primera y sus eventuales transformaciones, corresponde hacer foco en aquellos sectores promotores de la desigualdad.
Sin pretender afirmar que los partidos tradicionales sean totalidades homogéneas ni desconocer que en determinados momentos pueden contener identidades políticas en disputa, podríamos pensar a la derecha paraguaya como un espacio en el que se inscriben sectores mayoritarios de los mismos
Sin embargo, esta tarea no resulta fácil. En el contexto de la vigencia del sufragio universal, es difícil encontrar propuestas que no presenten sus programas como “favorables” al conjunto de la sociedad. Por ejemplo, tanto la idea del mercado como único asignador de recursos, como la reivindicación de una mayor regulación estatal de la economía, pueden defenderse como formas diferentes de realizar el interés general. Así, por un lado, pueden existir proyectos políticos que genuinamente propugnen el individualismo como motor del desarrollo de las capacidades humanas, por medio de la competencia. Pero, por otro lado, es también posible observar proyectos políticos cuyas consignas sean ambiguas o de una extrema generalidad, de modo tal que oculten sus verdaderos objetivos políticos. De esta forma, propuestas de derecha pueden defender la primacía del mercado, la desregulación de las relaciones laborales, la reducción de impuestos, la ilimitada explotación de los recursos naturales, la privatización del Estado, entre otras medidas, arguyendo el bienestar colectivo. Mientras que, con ellas, garantizan ampliar la acumulación de riquezas por parte de pequeños sectores en detrimento de las mayorías.
Desde esta perspectiva, la derecha puede adquirir mayor definición en el caso paraguayo. Sin pretender afirmar que los partidos tradicionales sean totalidades homogéneas ni desconocer que en determinados momentos pueden contener identidades políticas en disputa, podríamos pensar a la derecha paraguaya como un espacio en el que se inscriben sectores mayoritarios de los mismos, el Colorado y el Liberal, además de agrupaciones de marcado matiz conservador como Patria Querida y la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos. Todos, aunque confrontados por momentos y aliados en otros, coinciden en una matriz discursiva común que sólo se diferencia en matices, acentos y desacuerdos coyunturales.
Así, mientras unos defienden la tecnocracia, el achicamiento estatal y las privatizaciones, los otros proponen la reducción impositiva, los subsidios al gran capital y el aumento de la deuda externa. Mientras unos enfatizan en la necesidad de modernizar el Estado e instaurar la meritocracia como excusa para los despidos, los otros propugnan la alianza con el capital privado como la panacea de solución de todos los males del Estado. Mientras unos cantan loas al stronismo, los otros celebran los golpes parlamentarios.
Ahora bien, pensar el carácter político-ideológico de la derecha paraguaya exige no detenerse solamente en su encuadre partidario. Existe una serie de elementos que configuran núcleos de sentidos compartidos en sectores que no necesariamente se ven siempre representados por los partidos. La idea de que la tecnocracia es la panacea para todos los problemas estructurales, de que el “buen gobierno” pasa por la simple “idoneidad” de determinados funcionarios, de que gobernar consiste en una simple gestión técnica de problemas específicos, o que el Estado tiene un único problema: la “sobrepoblación” de funcionarios públicos. Todas estas cuestiones, antes de ser agenda de los partidos son el sentido común de importantes sectores mediáticos, culturales o académicos.
Puede verse entonces como, más allá de las disputas puntuales y los enfrentamientos entre diferentes sectores, los sentidos compartidos derivan en propuestas y líneas de acción semejantes entre los distintos actores de la derecha paraguaya ¿Es radicalmente diferente el programa privatista y de alianza público-privada de Efraín Alegre de la propuesta realizada por Horacio Cartes? ¿Tienen grandes diferencias las propuestas tecnocráticas y defensoras del achicamiento estatal defendidas por PPQ y las argüidas por el cartismo? ¿Difieren radicalmente las remembranzas nostálgicas de los tiempos del Paraguay con “ventanas abiertas” y sin comunismo, expresados tanto por el UNACE como por el actual presidente? Más allá de los matices y contexto, la respuesta parece ser claramente no.
Lo más llamativo es cómo, con tantas coincidencias, espacios y sentidos compartidos, éstas derechas no han derivado con mayor frecuencia en acciones conjuntas y actuaciones cooperativas a lo largo de toda la transición. Sin embargo, tal situación pareciera estar cambiando. En la actualidad, puede observarse cómo el cartismo ha logrado convertirse en un espacio común o punto de encuentro para varios de los sectores que conforman la derecha paraguaya. Todavía más, en el terreno del juego partidario, ha conseguido establecerse como bisagra entre dos sectores de difícil unión: UNACE y PPQ. Así, mientras que generó una alianza explícita y formal con el primero, sumó y ganó para su equipo a exponentes y cuadros centrales del segundo.
Este desplazamiento clave en el accionar de las derechas locales, en el caso de continuar y ampliarse, podría marcar un verdadero “nuevo rumbo” para la consolidación de los sectores conservadores del país. Se sumarían, además, los vientos favorables de un ciclo de avance de las derechas a nivel internacional, que no muestra signos de reflujo alguno. Ante un posible panorama complicado como éste, sólo cabría preguntarse ¿cuál será la respuesta de la izquierda?
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