Elecciones

¿Por qué no logran aprobar la reelección presidencial?


por Marcos Pérez Talia

Paraguay sigue siendo el único país de Sudamérica que no ha logrado incorporar la figura de la reelección presidencial a pesar de sendos intentos en los tres últimos periodos presidenciales. Se han planteado numerosas explicaciones que intentan dar cuenta de la aversión paraguaya a un nuevo periodo presidencial. En este artículo se propone una explicación a partir del análisis de recursos políticos, y el principal argumento es que Nicanor, Lugo ni Cartes poseen los recursos políticos necesarios para alcanzar el éxito reformista.

“Para introducir la reelección presidencial, de tan malos recuerdos en el pasado, se necesita un importante acuerdo entre la élite política, pero también con la ciudadanía”.

Según la literatura politológica, los actores políticos reformistas cuentan, con mayor o menor intensidad, con recursos políticos que facilitan (o no) alcanzar la reelección presidencial: (i) popularidad, (ii) mayoría parlamentaria, (iii) control partidista y (iv) trayectoria del proceso reformista, es decir la vía parlamentaria o extraparlamentaria.

A partir de esos cuatro recursos, los presidentes lograrán la reelección siempre que posean suficientes apoyos populares para emplear el apoyo como un signo para presionar la formación de una mayoría parlamentaria. Utilizan un fuerte control sobre su partido para forzar la disciplina y la alineación de los legisladores que también buscan una carrera hacia la presidencia. El escenario se resuelve en el seno legislativo y se concentra en la búsqueda de votos de los legisladores.

Primer intento: Nicanor. El presidente Duarte Frutos planteó por primera vez la posibilidad de reformar la Constitución Nacional para incluir la reelección. Fue el presidente que accedió al gobierno con el menor apoyo electoral en todo el proceso democrático. Pero además su partido no logró obtener mayoría parlamentaria, lo cual a priori dificultó aún más la gobernabilidad. Sin embargo, inició su mandato con un discurso y accionar renovador y firme, y tuvo dos fortalezas importantes: el éxito de su gestión económica y la ausencia de rivales partidarios de peso. Eso, en definitiva, le dio el ímpetu necesario para embarcarse en una campaña de reforma constitucional para optar por su reelección.

Si bien en 2004 gozaba según Latinobarómetro de casi el 60% de aprobación de su gestión de gobierno, para el 2006 (año en que plantea la reelección) la misma cayó a un 38%, y a un ínfimo 17% en 2007. Tampoco disponía de una mayoría parlamentaria suficiente para aprobar la reelección, ya que la ANR tuvo en ese periodo 16 senadores y 37 diputados. Duarte Frutos no logró, por otra parte, el apoyo de la totalidad del aparato colorado a su plan reformista, que para entonces se encontraba dividido en varias facciones internas como las de Luis Castiglioni, José Alderete y Alfredo Stroessner. Con ese escenario, Duarte Frutos no tuvo otra opción que desistir de su plan reformista.

En definitiva, tres cuestiones imposibilitaron su reelección: (i) su partido no contaba con mayoría parlamentaria suficiente para llevar a cabo, por sí solos, la reforma; (ii) no logró llegar a acuerdos con las demás fuerzas parlamentarias opositoras para introducir la figura de la reelección y (iii) tampoco obtuvo suficiente apoyo ciudadano que sirviese, al menos, para presionar al Parlamento a fin de que aprueben la reforma solicitada.

Segundo intento: Lugo. Paradójicamente el ex obispo aparece en la arena política en el marco de las marchas y protestas contra el presidente Duarte Frutos por su intento de reelección presidencial. Lugo contaba con mayor popularidad que los anteriores presidentes. Asume la presidencia, según Latinobarómetro, con casi el 90% de aprobación de gestión. Aunque para el 2010 su aprobación descendió al 55% y para el 2011, año en que plantea la reelección, al 50%, seguía disponiendo de mayor aprobación que Duarte Frutos.

Lugo contaba con una ventaja y una desventaja: (i) la primera era que si bien no tenía mayoría parlamentaria para forzar la modificación constitucional, tenía detrás suyo a un potencial aliado estratégico, el expresidente Duarte Frutos quién eventualmente se encontraría con intenciones de ser habilitado nuevamente; (ii) pero sus aliados liberales reivindicaban que Lugo les había prometido encabezar la siguiente fórmula presidencial en 2013, con lo cual el presidente no podría disponer de los votos parlamentarios de su principal aliado.

En junio de 2011 se presentó ante el Senado un petitorio ciudadano que solicitaba el tratamiento de modificación constitucional para la reelección presidencial. Un mes después la Cámara de Senadores rechazó el proyecto por mayoría de votos colorados, liberales y de UNACE. De esa forma, Lugo no logró sortear exitosamente el escollo del Congreso.

Tercer intento: Cartes. Si bien comenzó su periodo manifestando que no estaba interesado en ser reelecto, en 2016 deshace su discurso anti-reeleccionista y se vuelca enteramente en la búsqueda de aliados estratégicos. Su partido consiguió mayoría parlamentaria en la Cámara de Diputados, aunque en Senado quedó a unos cuantos escaños de la misma.

Como ocurre con los gobiernos relativamente nuevos, para 2014 (a un año de haber asumido) el 42,9% de la ciudadanía, según LAPOP, confiaba mucho en Cartes aunque llama la atención el elevado porcentaje que confía poco (25.9%) o nada (31,3%) en él, sobre todo si se compara con el gobierno de Lugo. Ahora bien, la visión ciudadana sobre la gestión del gobierno es bastante diferente. Según Latinobarómetro, en 2013 el 66% no aprobaba su gestión y en 2015 el rechazo trepó al 67,5%.

Cartes no logró el control partidista total de las bancas de su partido, aunque sí logró acordar con Fernando Lugo y Blas Llano la aprobación de la reelección. Así, en una sesión controvertida, 25 senadores aprobaron en marzo la reelección vía enmienda, lo cual generó una importante crisis institucional y violentas protestas y represión policial. Con ese escenario complejo y de efectos imprevisibles, Cartes se vio obligado a desistir, un par de semanas después, del proyecto reeleccionista.

Fracaso reformista. La alta dispersión de poder que dispuso la Constitución de 1992 –con el fin de evitar un nuevo stronismo sin Stroessner- hizo que ninguna fuerza política tenga por sí sola el poder requerido para romper el equilibro. Para introducir la reelección presidencial, de tan malos recuerdos en el pasado, se necesita un importante acuerdo entre la élite política, pero también con la ciudadanía.

He ahí la importancia de examinar la reelección a partir del análisis de los recursos políticos. Nicanor no contaba con los mismos, aunque su gran mérito fue introducir el debate. Lugo disponía de una mayor popularidad pero no contaba con mayoría parlamentaria ni controlaba el voto parlamentario de la alianza que lo llevó al poder. Por último, Cartes logró alcanzar la mayoría parlamentaria para aprobar el proyecto pero carece de popularidad y apoyo ciudadano.

La batalla está acabada en este periodo presidencial. Pero habrá que esperar qué trae consigo el 2018. El panorama es alentador… la política paraguaya no da tregua (ni aburrimiento).

Foto de portada: http://coyuntura.sociales.uba.ar/rumbo-a-las-elecciones-presidenciales-en-paraguay-la-recurrente-polemica-en-torno-a-la-reeleccion/

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