por Guillermo Cabral.
La renovación del congreso es alcanzable con una participación alta. Personas que no suelen votar en las elecciones generales, de hacerlo, votarían en un altísimo porcentaje (no menos del 80%) por partidos no tradicionales. Los partidos tradicionales (ANR y PLRA) tienen seguidores con los que pueden contar casi con seguridad en las elecciones debido a la tradición, estructura y otros factores, mientras los otros partidos carecen de estos votantes y deben trabajar mucho para obtener una porción de aquellos que son “independientes”.
En este artículo voy a proponer una medición de estos votos, a los que llamaré “voto tradicional”: los votos tradicionales son aquellos votos para la lista de senadores en las elecciones generales y los votos para las juntas municipales en las elecciones municipales. La razón es la siguiente: los partidos tradicionales suelen tener candidatos bastante controversiales, lo que hace que un independiente no los vote teniendo otras opciones. También, hay personas del propio partido que por la misma razón deciden no votar por la lista del partido, pero si por el candidato a presidente/intendente. En resumen, uno debe ser muy colorado (muy liberal) para votar por la lista 1 (lista 2). Por eso creo que es razonable medir al voto tradicional de esa manera.
Los datos son los siguientes desde las elecciones municipales del 2001:
Tabla 1: Porcentaje de votos por partido para las Juntas Municipales y cámara de Senadores.
Hay una clara relación entre participación y el peso que obtienen los partidos tradicionales. En las elecciones municipales la participación es más baja que en las generales, y el peso de los partidos tradicionales es más alto. Esto es consistente con lo que creemos que es el voto tradicional: es un voto que participa casi con seguridad en todas las elecciones y cuanto más baja la participación total, más peso tiene.
Estos datos nos permiten hacer un pequeño ejercicio para estimar quiénes son los que votan en las generales, pero no en las municipales. Empecemos en las elecciones municipales del 2006, donde votó el 49.83%. En las generales del 2008 votó el 65.48%. La diferencia, 15.65%, es la que votó en las generales, pero no en las municipales (no es exactamente así, porque el padrón se modifica un poco y otros factores, pero es una aproximación). ¿Cómo votó ese 15.65% que se había quedado en sus casas en las municipales? Si asumimos que el 49.83% que participó de las municipales del 2006 votó por el mismo partido en el 2008, podemos calcular el voto del 15.65% y es así:
Figura 1: Voto del 15.65% que votó en las generales 2008, pero no en las municipales 2006
Este voto fue mayoritariamente a otros partidos, por ello pasaron de 14% en las municipales a 24% en las generales. Los partidos tradicionales, que se habían llevado casi el 82% de los votos en las municipales, solo se llevaron el 42% de este subgrupo, la mitad y por ello el peso total de los partidos tradicionales bajó en las generales.
Podemos hacer el mismo ejercicio empezando en las elecciones municipales del 2010 (participación del 56.94%) y yendo a las generales del 2013 (participación del 68.52%). Lo datos son estos:
Figura 2: Voto del 11.58% que votó en las generales 2013, pero no en las municipales 2010.
En este caso casi toda la participación adicional en las generales sobre municipales fue a otros partidos y solamente un 14% a los tradicionales. Probablemente se deba a que en las elecciones municipales del 2010 fueron a votar más que en el 2006 (56.94% contra 49.83%), por lo que casi todo el voto tradicional ya había ido a las municipales y lo que se adiciona a las generales fue mayormente independiente.
¿Qué pasa con aquel 31% o más que no suele participar? Estos datos indican que esas personas probablemente voten por partidos no tradicionales en un altísimo porcentaje, de 80% o más. Con estos números una participación del 80% implicaría que los partidos no-tradicionales tendrían más votos que ANR+UNACE.
Visto de este modo creo que podemos entender mucho mejor la importancia de la participación en las elecciones. Hay un grupo de personas que votará por su partido bajo cualquier circunstancia y son muchos, pero están sobrerrepresentados por la apatía de los que no van a votar. Aquellos que no van a votar, son aquellos que en un altísimo porcentaje votarían por otros partidos. Por ello, la participación es crucial para modificar el congreso. Pasar de una participación de 68% a 69% sería adicionar unos 23.000 votos a partidos no tradicionales y unos 5.000 a los tradicionales. Esto claramente puede alterar la composición del congreso si la participación es aún más alta. Por otro lado, una participación baja es funcional a los partidos tradicionales, como claramente muestran los resultados de las elecciones municipales.
Muchos candidatos de muy baja popularidad se esconden en las listas sábanas en lugares vulnerables. Quizás entren o quizás no, y una alta participación los dejaría fuera. Unos pocos votos pueden de hecho hacer la diferencia. En el 2013, por ejemplo, el senador número 13 del PLRA estuvo a 68 votos de perder su banca contra el número 1 de Patria Querida.
Un comentario aparte merecen los votos nulos y blancos, que vienen en aumento en las últimas elecciones. A fines prácticos son totalmente inútiles, ya que el sistema d’hondt directamente los descarta para la asignación de bancas. Sin embargo, si estos votos hubiesen ida a una sola lista, por ejemplo, sí se contarían y valdrían dos o tres senadores (quitando su lugar a Roberto Acevedo del PLRA, Juan Manuel Bóveda del UNACE y Carlos Nuñez de la ANR en el 2013). ¿Vale la pena desperdiciar el voto así? Hay listas con candidatos imputados, corruptos, hasta mafiosos y hay otras listas con candidatos que carecen de esas cualidades. Si bien es altamente probable que no exista una lista que nos guste mucho, elegir por lo menos a los no-mafiosos sería un paso importante para que nuestro voto ayude a renovar el congreso.
Un análisis similar para la presidencia es más complicado de hacer. Las alianzas del PLRA con otros partidos, tanto en generales como en municipales, contaminan los datos. Pero como ya lo había explicado en este artículo, en general el candidato presidencial apoyado por el PLRA suele atraer a la mayoría de los votantes independientes. Por lo tanto, una participación alta sería beneficiosa para la Alianza y una participación baja para la ANR.
En conclusión, la estructura partidaria asegura muchos votos a los partidos tradicionales y sumado a las listas sábanas asegura el lugar de varios impresentables en el congreso. Sin embargo, la abstención hace que estos partidos tengan una representación en el congreso mucho más alta de la que tienen en la población general. La población que suele abstenerse de votar es en un altísimo porcentaje no-tradicional (por lo menos en un 80%) y puede, si participa, alterar enormemente la composición del congreso.
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