Por Montserrat Fois*
Este jueves 9 de agosto en Argentina, senadores y senadoras rechazaron el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Este proyecto tuvo media sanción en diputados pero el senado logró su bloqueo con 38 votos en contra y 31 a favor. Mientras siguen los festejos bajo el eslogan “salvemos las dos vidas”, los abortos clandestinos se siguen produciendo. Quienes negaron a las mujeres el derecho a decidir sobre sus cuerpos lo hicieron sin otra propuesta más que la de mantener el status quo: invisibilizar a las mujeres en la clandestinidad.
Urge un proyecto educativo que promueva información científica y responsable en relación al cuidado de los cuerpos diversos, las relaciones interpersonales y las sexualidades. Pero urge sobre todo que dejemos de mirar al costado escondiendo la realidad bajo la alfombra.
No obstante, la masiva movilización de mujeres en el vecino país ha conseguido, entre otras cosas, que el amplio debate sobre el aborto haya regurgitado en sociedades como la nuestra. Ha mostrado que, más allá de lo controversial que resulte, este tema presenta una realidad insoslayable: el aborto existe y seguirá existiendo aquí y allá. Por lo tanto, la cuestión no es “aborto sí o aborto no”, sino : ¿aborto legal o aborto clandestino? Las mujeres argentinas nos han allanado el camino al traer al debate información clara sobre la realidad social, política y económica del aborto. Así, promovieron la discusión en otras latitudes y removieron muchos mitos en torno a esta práctica.
MITO #1: Las mujeres que abortan no se quisieron cuidar, son las únicas responsables
Falso. Las mujeres que abortan lo hacen por muchos motivos. Primero, toda mujer que tiene relaciones heterosexuales está frente a la posibilidad de un embarazo que no desea porque no existe ningún método anticonceptivo infalible. Datos sobre el aborto en Argentina revelan que el 85% de las mujeres que abortaron usaban un método anticonceptivo. En el caso paraguayo, no hay números precisos pero un informe de Kurtural recoge testimonios de mujeres que, con acceso a la información, en relaciones estables y con condiciones económicas favorables, han quedado embarazadas sin desearlo optando por interrumpir esos embarazos.
Segundo, en Paraguay el 47% de los embarazos no son planificados. En el caso de las niñas, se asocian a altos índices de abuso sexual. Los números son escalofriantes. En 2017 se registraron 1267 casos de abuso sexual infantil, se denunciaron 1015 casos de los cuales 222 han terminado en embarazo. El embarazo adolescente está asociado a la iniciación sexual sin información ni herramientas para decidir. Se registran 116.000 embarazos por año de los cuales el 20% corresponde a adolescentes de 10 a 19 años.
Tercero, el acceso a los métodos de anticoncepción aumentó un 40%. Los anticonceptivos orales e inyectables son los más utilizados en Paraguay por tanto la responsabilidad de la anticoncepción asumen mayoritariamente las mujeres. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el uso de métodos anticonceptivos por los varones es escaso y se limita al condón, principalmente. La vasectomía es un método poco utilizado. En Paraguay, desde el 2014 el promedio anual es de 30 a 40 vasectomías. Profesionales de la salud indican que los varones se niegan a realizársela creyendo que serán afectados en su potencial sexual. En este sentido cabe remarcar que la responsabilidad de la anticoncepción debe ser compartida y los efectos secundarios deberían distribuirse en la pareja.
MITO #2: El aborto privilegia siempre el deseo de la mujer por sobre el derecho a la vida del feto.
Falso. El derecho al goce sexual es lo que por siglos ha estado vedado para las mujeres porque nuestros cuerpos están sometidos al mandato de gestar. Esta cuestión es central en el debate de la legalización del aborto. La socióloga e historiadora Dora Barrancos expuso que la defensa al aborto legal afirma el derecho al disfrute sexual separándolo de la reproducción. El aborto legal igualaría el ejercicio diferencial de la sexualidad entre varones y mujeres. Los varones no se embarazan, pero el coito para las mujeres sucede siempre en la sombra de un posible embarazo aun cuando se tomen responsablemente los recaudos.
Desde el feminismo reivindicamos el derecho al goce sexual pero este no puede cumplimentarse mientras nos condenen cuando decidimos interrumpir embarazos que no deseamos. Como señalé, un gran número de embarazos suceden por fallas de los métodos de anticoncepción. No son fruto del mero “descuido” o de la “irresponsabilidad”. La maternidad debe ser deseada y no obligada por las imposiciones morales que inscriben sobre nuestros cuerpos algunos grupos religiosos.
Considerando la relación entre los derechos de la mujer y del feto, la jurista argentina Kemelmajer afirma que no se tratan de derechos absolutos. La jurista se refiere al concepto de progresividad de los derechos de la mujer y del feto. Sostiene que “en la primera etapa del embarazo (los primeros 90 días) la mujer puede decidir sobre su cuerpo sin tener que brindar razones para hacerlo. En el segundo trimestre tienen que existir razones que justifiquen el aborto. Y en la tercera etapa del embarazo la mujer no puede decidir, sólo puede abortar si está en riesgo su vida. Esta es la progresividad de los derechos”. Entonces, no existiría tal privilegio absoluto de la mujer. A medida que el feto va creciendo se reduce el derecho de autonomía de la mujer en favor del primero.
MITO #3: Oponerse al aborto legal es defender la vida
Falso. Oponerse a la legalización del aborto es defender el aborto clandestino, no es defender la vida. En un informe para Kurtural, Jazmín Acuña señala que el aborto inseguro es la causa de 1 cada 4 muertes de mujeres durante el embarazo. Por otra parte, Soto y Moragas en un informe del CDE muestran que en el periodo 2006-2009, hubo un total de 33.373 casos de egresos hospitalarios de mujeres por causas relacionadas con el aborto. En cuanto a las muertes de mujeres debidas al aborto, entre 2006 y 2009, se tiene un total de 112 muertes, un promedio de 28 mujeres cada año. Las muertes por aborto representan un 23% del total de los casos de mortalidad de mujeres y personas gestantes por causas relacionadas con el embarazo, parto y puerperio.
Las personas y organizaciones civiles y religiosas que rechazan la despenalización del aborto reclaman “otras soluciones”, entre ellas, mayor educación sexual. El eslogan de la trascendida Campaña Nacional por el Derecho al aborto legal, seguro y gratuito en Argentina versa así: “Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Como puede notarse, el aborto no es la primera opción así como tampoco fue la primera demanda. Recuerdo entonces que ya en 2011 el Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) dejó sin efecto la implementación del Marco Rector Pedagógico para la Educación Integral de la Sexualidad en el sistema educativo por presión de las iglesias y sectores de la sociedad civil. Argumentaron que promueve “el libertinaje al enseñar a los niños que existen más de dos sexos”. En 2017, el MEC volvió a prohibir la difusión de materiales educativos.
La Educación Sexual Integral es un derecho que aquellas personas que dicen defender la vida, niegan hace mucho tiempo a niñas, niños y adolescentes. Dicen que protegen a “sus niños” mientras no dejan de ser noticia la altísima tasa de abuso sexual a niñas, niños y adolescentes, embarazos producto de violaciones y el alarmante aumento de jóvenes diagnosticados con VIH. Con el rechazo a la educación sexual integral, no están salvando sus vidas, como tampoco con el rechazo al aborto legal están salvando la vida de las mujeres.
Urge un proyecto educativo que promueva información científica y responsable en relación al cuidado de los cuerpos diversos, las relaciones interpersonales y las sexualidades. Pero urge sobre todo que dejemos de mirar al costado escondiendo la realidad bajo la alfombra.
El aborto en el hospital, seguro y gratuito es necesario porque quienes pueden pagar, lo hacen. Las mujeres y personas gestantes que no pueden pagar, mueren o quedan con graves secuelas. Si llegan vivas al hospital, son estigmatizadas y violentadas. La sociedad insiste en penalizar en vez de ampliar derechos cuando son 2 las mujeres presas por realizarse un aborto. La mayoría muere en la clandestinidad. Abrir el debate es fundamental, derribar mitos también lo es y para eso la ciencia y la empatía nos deben acompañar.
* Feminista. Licenciada en Ciencia Política por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción (UCA). Actualmente cursa el doctorado en Antropología Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
** Imagen de portada: Tais Estrada.
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