Internacionales

Sátira de una lealtad acrítica. La ortodoxia política en el discurso del Frente Guasu ante la crisis venezolana


Por Carlos Olmedo Colarte*.

En las últimas semanas la crisis venezolana ha vuelto a monopolizar los titulares de la prensa y la agenda de la comunidad internacional. A las numerosas irregularidades del gobierno de Nicolás Maduro, ahora se suma un nuevo capítulo; una reelección presidencial en condiciones de dudosa legitimidad y su consecuencia, el desconocimiento por parte del Asamblea Nacional (AN, Poder Legislativo venezolano), de mayoría opositora, seguido de protestas civiles cuyo corolario fue la proclamación del titular de la AN, Juan Guaidó, como Presidente encargado de Venezuela.

Pero ¿y qué? Cambiar una ortodoxia por otra no supone necesariamente un avance. El enemigo es la mentalidad de gramófono, tanto si a uno le gusta el disco que está sonando en ese momento como si no.

(George Orwell, Rebelión en la Granja, 1945).

Ante estos acontecimientos, las voces de la comunidad internacional no se hicieron esperar. Una diversidad de actores tales como: la OEA, la Unión Europea, el Grupo de Lima (incluyendo Paraguay) y los Estados Unidos se pronunciaron repudiando el accionar del Ejecutivo venezolano. Sin embargo, quizás la nota más resaltante la dio el gobierno paraguayo que, en una jugada apresurada quizás, luego respaldada por los acontecimientos, anunciaba la ruptura de las relaciones diplomáticas con la nación bolivariana. Esta precipitada ruptura, sin embargo, podría entenderse a partir de lo inestable y vidriosa de la relación bilateral entre ambos países en los últimos años, salpicada por ciertos sucesos puntuales: la deuda contraída por el gobierno nacional con la petrolera estatal venezolana (PDVSA), la suspensión de Paraguay del Mercosur en el 2012 para favorecer la entrada de Venezuela al bloque y el papel protagónico de Maduro (en ese entonces canciller) tras la destitución de Fernando Lugo.

Estos sucesos motivaron al Frente Guasu (FG), nucleación política que reúne una serie de partidos de izquierda, a respaldar al régimen de Maduro en un acto de connivencia ideológica. A través de dos comunicados, el FG condenó la actitud ‘hostigadora’ del Grupo de Lima y el despropósito del propio Gobierno paraguayo reivindicando el siempre polémico y debatido “principio internacional de la autodeterminación de los pueblos” y su correlato, la condena a todo tipo de injerencia extranjera.

Lo inquietante del exceso de empatía que rebosa la retórica del FG se da al momento de considerar ciertos matices de la coyuntura venezolana, marcada por una profunda crisis política y social de proporciones que hoy parecían inimaginables en la región (emigración alarmante, desabastecimiento económico, alteración del orden constitucional y persecución política). Por ello, las preguntas que surgen tras esta reflexión son las siguientes: ¿es justificable una actitud condescendiente hacia un régimen con indicios de autoritarismo y abusos de poder? ¿qué encierran los entretelones de esta lealtad acrítica del FG hacia el ejecutivo venezolano? Y más importante aún, ¿está el discurso político del FG desprovisto de una postura ética coherente?

Primeramente, es preciso advertir que la persistencia de cierta visión del mundo no debería disuadir valoraciones críticas y posicionamientos firmes ante irregularidades manifiestas, especialmente, de parte de las fuerzas políticas. Ciertamente, la constante búsqueda de argumentos que justifiquen desentenderse del problema en cuestión, desnuda un hecho preocupante, aquello que en el lenguaje orwelliano se conoce como “la ortodoxia del pensamiento único”. La distopía orwelliana, caracterizada por su insistente animadversión hacia los totalitarismos, exhortaba a rechazar aquellas “ideas que se aceptan sin discusión”. Muy por el contrario, el escritor inglés militaba a favor de la promoción del pensamiento crítico para, de esta manera, fortalecer las democracias a través de una participación activa y reflexiva de la ciudadanía.     

Podría decirse que la actitud del FG da muestras de la ortodoxia en la matriz de su pensamiento político. Aquel imperativo de defender “a capa y espada” al gobierno de Maduro, no hace más que reproducir anacronismos históricos como aspirar a una política de equilibrio de poderes para contrarrestar la hegemonía del establishment neoliberal. El equilibro de poderes es un principio orientador de la corriente realista de las relaciones internacionales que propugna la segmentación de espacios de poder en bloques, con el objetivo de establecer pesos y contrapesos que sirvan para garantizar el status quo. Como bien señala Robert Osgood, este principio no se limita exclusivamente al ejercicio del poder sino que también contempla la puja de ideales.    

Esta lógica, particularmente vigente en la segunda mitad del siglo XX, cuyo sustrato ideológico conjuga preceptos geopolíticos y de realpolitik, trae como consecuencia ineludible la decantación acrítica hacia aquel sector con el cual se comparte una agenda ideológica más o menos común. Lo cual, por lo general, se traduce en un guiño legitimador (implícito o explícito) hacia ciertas élites gobernantes que ejercen el poder de manera, cuanto menos, sospechosa.

Quizás aquello que Bauman llamaba “poca hospitalidad con la crítica”(que subyace implícitamente en el mensaje del FG), puede ser entendida a partir de la “denegación fetichista”, explicada por Žižek en su provocador análisis que importa elementos del psicoanálisis al estudio de los fenómenos y dinámicas sociales. Siguiendo al filósofo esloveno, la denegación, que se expresa: “lo sé pero me rehúso a saber lo que sé, por ende, puedo actuar como si no lo supiese”, es perfectamente aplicable al análisis político. En cuanto al caso en cuestión, el mantra de “lo sé pero me rehúso a asumir las consecuencias de lo que sé” podría enunciarse en los siguientes términos: “sé de las evidentes irregularidades del régimen de Maduro, pero a pesar de esto, considero que la causa bolivariana trae consigo un mensaje emancipador que pone en segundo plano cualquier arbitrariedad cometida en su nombre”.

Ya el mismo Kant, en El conflicto de las facultades (1795), evidenciaba esta ambivalencia durante la revolución francesa al reconocer que, la verdadera trascendencia de la Revolución no estaba en los hechos -algunos sanguinarios- que en ese momento tenían lugar en París, sino en el mensaje esperanzador que suponía la revuelta para sus simpatizantes en Europa. Esta paradoja que explica la dinámica psico-social de obviar lo perverso en una suerte de ‘disonancia cognitiva’ para dar lugar a lo que produce una ilusión, una esperanza, es la que, probablemente, sirve de coartada a la estructura argumental de la postura ético-política del FG.

Ahora bien, lo paradójico del caso se desprende del hecho que, irónicamente, hoy el FG avala prácticas antidemocráticas similares a las que muchos de sus miembros se oponían de manera enérgica durante las décadas más oscuras de la historia política paraguaya. Esta lealtad acrítica hacia el régimen venezolano profesada por la tercera fuerza política de la Cámara de Senadores, nos obliga a realizar el ejercicio mental de retrotraer la memoria a los tiempos de la dictadura stronista y preguntarnos si existe realmente uniformidad de criterios en su discurso al juzgar injusticias políticas.

Finalmente, este escenario plantea la impronta de repensar ciertos aspectos que enmarcan el discurso político actual. En otras palabras, desmontar paradigmas discursivos que, muchas veces, carecen de coherencia y honestidad intelectual. Estas prácticas son de suma importancia para la consolidación democrática en una región que recorre la senda de lo que pareciera una transición perpetua, debido, principalmente, al constante deterioro de sus instituciones políticas. Al mismo tiempo, la coyuntura política actual sirve de disparador para reflexionar a profundidad sobre la (i)legitimidad de los liderazgos en la región. Después de todo, como bien advertía Hitchens, no hay que olvidar que “bajo nuestros líderes más carismáticos yacen las sombras de los opresores más crueles”.

*Abogado (UNA), Lic. en Relaciones Internacionales (UA), MA en Relaciones Internacionales (University of Leeds, Inglaterra).

Imágenes: Foundation for Education y ABC Color

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