Partidos Políticos

El momento populista del Paraguay: algunos apuntes sobre el descontento social


Por Nelson Denis

Durante estos últimos años, Paraguay viene experimentado fenómenos sociales que han logrado conmover la estructura de nuestro sistema político e institucional. En el 2015 fuimos testigos de una primavera estudiantil que puso fin a la gestión del ex rector de la UNA Froilán Peralta, acusado de corrupción.  Luego vimos la masiva toma de colegios por parte de estudiantes secundarios en el 2016, que desembocó en la renuncia de la ex ministra de educación Marta Lafuente. Siguió la quema del Congreso Nacional durante 2017, en el marco de la fallida enmienda constitucional por la reelección presidencial. A estos eventos debe sumarse la seguidilla de senadores que perdieron su investidura producto de la reacción ciudadana ante escandalosos casos de corrupción. Estos hechos, que pueden parecer inconexos, dejaron al descubierto una acumulación de gran descontento social por parte de nuestra población.

En ese sentido, resaltan las movilizaciones estudiantiles de 2015, que fueron el puntapié inicial que abrió el cauce a un nuevo escenario político en el Paraguay marcado precisamente por ese descontento. El siguiente ejemplo puede ayudar a comprender mejor esto. En los comienzos del estallido estudiantil de 2015, la consigna fue primero “UNA no te calles” para luego pasar rápidamente a llamarse “Paraguay no te calles”. La significación social que adquiriría dicho movimiento en lo simbólico lograría exceder una demanda local, interpelando a la sociedad en su conjunto, apelando a la misma identidad nacional. Los ecos de aquel estallido lograron de alguna manera impregnarse en el sentido común de gran parte de la sociedad como dato cultural y ello explicaría su posterior efecto en las movilizaciones de estudiantes secundarios en 2016 e incluso las movilizaciones ciudadanas de los últimos años.

Para explicar este fenómeno de descontento social, ciertas voces han recurrido a la idea de que existe una “crisis” de los partidos tradicionales (colorado y liberal), que son los que gestionaron la política en el Paraguay durante la mayor parte de nuestra historia. En efecto, el núcleo que ha cohesionado a nuestro sistema político históricamente ha sido la relación existente entre estos partidos y el Estado paraguayo. Pero hablar de una crisis hoy en esta relación resultaría impreciso a la hora de dar con una descripción más acorde al panorama de crecientes movilizaciones de estos años. Como señala el politólogo Marcos Pérez Talia, los partidos tradicionales siguen contando con la misma o mayor adherencia que en años anteriores.

Pensemos en el proyecto de desbloqueo de listas cerradas que tuvo su aprobación en los días recientes. Pese a la evidencia empírica de otros países y la opinión de expertos que advierten sobre los efectos nocivos que tendría dicho proyecto, sectores de la población siguen prestos a manifestarse con la ilusión de eliminar a aquellos “indeseados” que se cobijan bajo la conformación de las listas cerradas que presentan los partidos.

La realidad es que estos sectores simplemente no piensan en las estructuras partidarias que sostienen y legitiman a aquellos “indeseados”. La ciudadanía, en general, se encuentra más bien hastiada con aquellos políticos que “deshonran” su deber cívico y no cumplen sus promesas de campaña, manchando así las identidades partidarias, fuertemente arraigadas aún en nuestra sociedad.

Con la cautela de no sobrestimar las movilizaciones ciudadanas de los años recientes, el descontento social visto en estas puede interpretarse como una leve modificación en la dinámica en la que se ha sedimentado nuestro sistema político durante décadas. Sería más adecuado afirmar entonces que Paraguay se encuentra en medio de una crisis que, efectivamente, opera sobre este núcleo del sistema político, desde la periferia, configurando nuevos clivajes: ya no solamente los tradicionales (colorado vs. liberal; izquierda vs. derecha), sino emergentes (clase  política vs. ciudadanía).

Lo cierto es que hoy en Paraguay existen condiciones para lo que pensadores como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe llaman “momento populista”. Según las teorías de estos autores, el populismo no es un tipo de régimen o ideología específica, sino una “estrategia discursiva”. Esto es, un modo de acción política que intenta trazar una frontera que divide a la sociedad en dos campos enfrentados. A través de lo que denominan “cadena de equivalencias”, que consiste en una articulación de demandas insatisfechas de diferentes grupos sociales, el populismo se basa en aglutinar a un sector de la sociedad contra otro. Esto puede verse hoy en Europa occidental con el avance de los nacionalismos de derecha, o en el pasado con los casos de los populismos latinoamericanos que expandieron derechos sociales: Juan Domingo Perón, Getúlio Vargas, Lázaro Cárdenas, etc.

En nuestro país, uno de los políticos que mejor comprende este modo populista de hacer política es el recientemente sancionado Paraguayo Cubas, quien explota el fenómeno cotidianamente desde sus llamativas intervenciones. Visto así, Cubas sería el líder populista que mejor posicionado se encuentra para apropiarse de un estado de movilización ciudadana que viene creciendo en los últimos años. Su figura concentra ese cúmulo de demandas insatisfechas, que son heterogéneas, y que la sociedad desea hacerle llegar a una clase política incapaz de tramitarlas y resolverlas por separado. El senador Cubas es un vaso comunicante que conecta con la posibilidad de satisfacer esas demandas de la población dentro un sistema político que cada vez parece más en crisis, puesto que hoy las instituciones políticas formales no logran procesar esas demandas debidamente.

A diferencia de años anteriores en los que parecían emerger fenómenos similares contra la clase política pero que rápidamente fueron diluyéndose, como por ejemplo durante el Marzo Paraguayo, quizá debamos acostumbrarnos ahora a la idea de que el descontento social marcará los ritmos de la política nacional por mayor tiempo.

La clase política debe tomar nota de ello y debe dejar de hacer caso omiso a las demandas de la ciudadanía si no desea una mayor escalada del conflicto social en el país. Tenemos ya el luctuoso precedente de un Congreso ardiendo en llamas y un joven asesinado a quemarropa dentro de una institución partidaria disidente.

 

Fuente imagen de portada: Resumen de noticias

 

 

 

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