Internacionales

Ecuador, la deuda pendiente de la construcción de la nación


Por Juan Francisco Camino*.

La construcción de la nación ecuatoriana es un proceso inacabado. Las últimas protestas del mes de octubre de 2019 desnudaron la triste realidad acerca de lo que significa para los ciudadanos de este país el concepto de “patria”. Como sentido de pertenencia, esta idea ha sido definida a partir de la necesidad de garantizar un sentimiento de identidad que permita la cohesión social, pero dadas las diferencias geográficas, étnicas y socio-económicas existentes después de 189 años de vida independiente, es claro que en el Ecuador se mantienen algunas imágenes que se vienen arrastrando desde la época colonial y que no han sido superadas.

La República del Ecuador nació oficialmente en 1830 en la convención Constituyente de Riobamba. En la naciente Constitución se incluyó en su artículo 2 que el Estado pertenecía una “confederación de los Estados de Colombia”, indicando claramente una “pertenencia” a su vecino del norte. A pesar de estas pretensiones, el Estado colombiano no reconoció al Ecuador como parte de su territorio, dejando a la naciente República sin un claro elemento que permita articular a una sociedad, que tenía por centros los departamentos de Azuay, Guayas y Quito.

Estos vaivenes que ha atravesado el Ecuador para terminar de consolidar una identidad nacional parten desde un primer intento de crear una nación católica entre 1860 y 1875, seguidas por la construcción de infraestructura económica para conectar a nivel económico a las regiones de la costa, sierra y región amazónica (divididas por las condiciones geográficas del país) y la necesidad de un enemigo externo común, a partir de las guerras por disputas territoriales con Colombia y Perú. Recién hace 21 años, con la firma del Acta de Brasilia, el Ecuador puso fin a sus disputas territoriales y al principal elemento articulador de orgullo patrio e identidad nacional del siglo XX.

Este proceso de consolidación de la identidad nacional ha sido dirigido por el Estado y parte de la élite dominante que resultó de las guerras de emancipación entre criollos y blanco-mestizos. El problema es que no ha contemplado la diversidad étnica existente en el país y ha construido un imaginario de inferioridad y exclusión de los pueblos y nacionalidades indígenas, montubios y afrodescendientes, similar al que ha sido heredado desde la época colonial, cuando la misma Constitución de 1830 se refería a los indígenas como una clase “inocente, abyecta y miserable”. La identificación de la “amenaza de toditita la indiada” en la revuelta de Fernando Daquilema de 1871, la eliminación del Huasipungo (forma de producción agrícola con características feudales ), recién en el gobierno de Galo Plaza Lasso entre 1948 y 1952 y la lucha de Dolores Cacuango en 1919 por la inclusión de los indígenas en la educación pública, son ejemplos históricos de este problema de discriminación de la población indígena.

Esta exclusión se ha manifestado también en la participación política de los indígenas. Recién en la última década del siglo 20 se produce la irrupción de las organizaciones articuladas en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), con el primer levantamiento producido en el gobierno del socialdemócrata Rodrigo Borja Cevallos. Seis años después, los indígenas obtuvieron su primer representante en el poder legislativo del Ecuador  y se creó un Ministerio de Asuntos Indígenas en el Poder Ejecutivo, a cargo de Rafael Pandham. Para 1998 el Estado ecuatoriano reconoció en la Constitución la multiculturalidad y multietnicidad del Ecuador, pero recién en 2008 se reconoció formalmente la plurinacionalidad del Ecuador, entendida como la coexistencia de diferentes nacionalidades, con sus propias costumbres, ritos, y cosmovisión como parte del Estado ecuatoriano.

A pesar de este reconocimiento formal, en la construcción de la identidad nacional el reconocimiento del mestizaje y de la plurinacionalidad está lejos de ser una realidad. Es muy común el uso de la palabra “indio” como epíteto, y la palabra “longo” o “longa” (cuya traducción al castellano es indio adolescente) como insulto. La clase media, principalmente serrana, siempre ha renegado sus orígenes indígenas, e históricamente ha existido una constante necesidad de “blanqueamiento” o de “mejorar la raza” al momento de contraer nupcias.

Las protestas del 2019 que iniciaron con la demanda de ciertos sectores para derogar el decreto 883 que liberalizaba el precio de los combustibles fósiles, fueron las más violentas desde el retorno a la democracia, con un saldo oficial de 8 muertos, 1340 heridos y 1192 detenidos.  Pero la violencia no se registró solo en las calles, sino también en las redes sociales y en la conversación directa entre ciudadanos, con exclamaciones del tipo: “¡ya es hora de que les den bala a esos indios!”, “indios vagos, son pobres porque no trabajan”, “indios ignorantes, el Estado tiene la culpa por no darles educación”, “ojalá saquen los tanques y es pasen por encima”. Estas afirmaciones dan una clara señal de que en el imaginario colectivo aún el indígena es considerado como en la colonia y en los primeros años de la República. Hasta el ex alcalde de Guayaquil y posible candidato presidencial, Jaime Nebot, respondió “que se queden en el páramo” ante la pregunta de un periodista sobre la llegada de indígenas al puerto principal.

No es posible entender el presente sin haber comprendido la historia. La construcción histórica de la “nación” ecuatoriana, centrada en un enemigo común o una religión no permitió identificar la necesidad de la cohesión interna a partir del reconocimiento y participación de las distintas nacionalidades. Esto sacó a flote una disputa histórica irresuelta y la falta de una cultura política que entienda la necesidad de incluir a todos los actores sociales, no solo en la disputa por el poder a través de las instituciones democráticas, sino también en el reconocimiento de la diversidad de cosmovisiones como parte de la nación. Es indispensable y urgente profundizar en la construcción de la “Patria” junto con el “otro”, no como revancha de los grupos excluidos, sino como la única forma de terminar de definir a la nación ecuatoriana.

 

*Magíster en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca (España) y Magíster en Relaciones Internacionales (Quito-Ecuador). Profesor Universitario. Quito, Ecuador.

**Imagen de portada: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-50040317 

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