Por Rodrigo Ibarrola.
Si uno busca en la red cualquier reseña del origen del día 8 de marzo (8M) como Día Internacional de la Mujer, poco o nada encontrará sobre su verdadero punto de partida. Algunos artículos señalan eventos fuera de contexto sin ahondar en mayores detalles sobre las circunstancias históricas que motivaron el 8M. Aun así, las diversas versiones tienen algo en común: el solapado intento de borrar el carácter socialista del suceso y, desde luego, la completa omisión de la revolución bolchevique como relacionada a la fecha de la celebración.
Un ejemplo de cómo se ha operado para descontextualizar (o directamente tergiversar) el origen del 8M tiene que ver con su supuesta relación con una manifestación de trabajadoras de la confección de Nueva York, el 8 de marzo de 1857. Este evento había sido recogido por L’Humanité, en su edición del 5 de marzo de 1955. Con el paso del tiempo, quedó bastante instalado en el imaginario social cuando se recuerda al 8M, incluyendo a medios de comunicación en Paraguay. Un ejemplo de ello es el artículo aparecido en el diario Última Hora en la edición del 7 de marzo de 2020 (dos años antes el sitio de Telefuturo había reproducido la misma historia). Sin embargo, las investigaciones de Liliane Kandel y Francoise Picq han señalado que las fuentes estadounidenses de la época no registran ninguna manifestación o huelga de mujeres en tal fecha. Tampoco se encuentra referencia a tal evento en las historias del movimiento laboral ni en las historias del feminismo estadounidense. Parece ser que la motivación detrás del mito ha estado en despojar al 8M de su verdadero origen.
La verdadera historia del 8M —señala Temma Kaplan—no puede estar separada de la vida política de la activista socialista alemana Clara Zetkin. Ella participó de la fundación de la Segunda Internacional en 1889 donde los asambleístas acordaron una manifestación en reclamo de las ocho horas laborales y limitaciones al trabajo infantil y de la mujer. Desde su cargo de editora del periódico DieGleichheit (La Igualdad), del Partido Social Demócrata Alemán (SPD), impulsó los derechos de las mujeres trabajadoras. En la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de Stuttgart en 1907 (evento anexo a la reunión de la Segunda Internacional) que congregó a 58 delegaciones de 15 países —incluido EE. UU.— en la lucha por la igualdad, Zetkin fue designada secretaria general. En esa ocasión, las mujeres socialistas (movimiento esencialmente obrero) decidieron apoyar la causa del movimiento sufragista (catalogado de feminismo burgués), pero apuntando al voto universal, a diferencia de las otras.
El movimiento de mujeres obreras y socialistas pronto se expandió a diferentes lugares para luchar por sus demandas. En 1908, obreras textiles de Nueva York realizaron una masiva marcha el 8 de marzo de ese año en reclamo por mejores condiciones de trabajo, mejor salario y sufragio, ejemplo que sirvió para el «Levantamiento de las 20.000» de 1909 en Nueva York. Es mismo año, el Partido Socialista Americano declaró el «Día Nacional de la Mujer» cada último domingo de febrero.
El Segundo Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, realizado en Copenhague en 1910, sirvió para que Louise Zietz, secundada por Clara Zetkin, propusiera el establecimiento del «Día Internacional de la Mujer» el año siguiente. La fecha fue fijada el 19 de marzo por el liderazgo del Partido Socialdemócrata Alemán. La primera celebración, realizada en Viena y Berlín, resultó un éxito. Solo en Berlín se realizaron 42 mítines simultáneamente y en Viena marcharon más de 30.000 mujeres. El advenimiento de la Primera Guerra Mundial puso en escenario la cuestión bélica y trajo rupturas en el movimiento obrero, por lo que los reclamos, al menos de manera unificada, quedaron postergados.
La cadena de eventos que iba a definir el 8M como día de la mujer siguió, aunque con el principal acontecimiento aún por llegar y que se daría en la Rusia zarista. La Primera Guerra Mundial había sido una apuesta desastrosa para Rusia. El precio de los alimentos se había disparado y muchas fábricas habían dejado de operar producto de la escasez. El 8 de marzo de 1917 (23 de febrero, según el Calendario Gregoriano), en Petrogrado (hoy, San Petersburgo) «a pesar de todas las directivas, las trabajadoras textiles de varias fábricas fueron a huelga y solicitaron el apoyo a los trabajadores metalúrgicos». Esta movilización fue aceptada con reticencia por los bolcheviques, a quienes también siguieron los mencheviques y otros revolucionarios. Según el relato de Trotsky, «hasta ese momento, nadie imaginaba a dónde conduciría». Al día siguiente, la masa de mujeres copó la Duma, y el grito de «pan» se convirtió en «¡abajo la autocracia! ¡abajo la guerra!». La desobediencia femenina había provocado una espiral incontenible que terminaría con la abdicación del zar Nicolas II. El impacto de este suceso fijó definitivamente el 8 de marzo como fecha de la celebración del Día Internacional de la Mujer.
El fervor revolucionario femenino protagonizó otra marcha multitudinaria el 19 de marzo en reclamo del derecho al voto —«la marcha invisible», a decir de Ruchelle Rustchild—. La demostración logró su objetivo, obtuvieron el derecho a votar y ser elegidas. Con el ejemplo ruso, las sufragistas británicas y estadounidenses conseguirían lo propio en 1918 y 1920, respectivamente.
En 1922, el Día Internacional de la Mujer obtuvo el carácter de celebración oficial en la Unión Soviética gracias a la prominencia de Aleksandra Kollontái (la primera mujer en ocupar un cargo en el gobierno). Aunque el evento se extendió a países como China y España, permaneció prácticamente restringido al bloque soviético hasta la década del 70, cuando fue revivido por el revisionismo de la segunda ola de feminismo.
No será hasta 1977 cuando se extienda completamente a instancias de la Organización de Naciones Unidas, pero con una marginal alusión a su origen, dado el contexto de la Guerra Fría. Sucesivamente, cada vez más países fueron acogiendo el 8 de marzo como día de la celebración. Desde 1996 la ONU adopta lemas para cada año, y el de este año será: «Soy de la generación de igualdad: Por los derechos de las mujeres».
A pesar del intento de borrar la impronta obrera y socialista del origen del 8M, las profusas fuentes lo revelan. Solo una visión sesgada podría obviar el carácter obrero de su origen. Si bien la fecha ha variado en sus inicios (siempre en torno a la Revolución Alemana y la Comuna de París), queda claro que el suceso que definió decididamente el 8 de marzo como fecha conmemorativa fue la Revolución Rusa. El origen de la celebración se encuentra indefectiblemente atado al movimiento obrero y al ideal socialista de Clara Zetkin y sus compañeras: «la revolución social, la supresión de la sociedad burguesa y el completo de reconocimiento de la igualdad de ambos sexos».
Imagen de portada: Mujeres marchando por la calles de Petrogado, 8 de marzo de 1917 (Fuente: the Independent)