Por Jorge Rolón Luna*.
Nuestras vidas están colonizadas, lo queramos o no, por el Covid-19. Afecta a todos nuestros ámbitos en estos momentos. Lo está haciendo de manera abrupta, como el pariente que golpea la puerta de nuestra casa sin aviso previo, pero con una mochila y un gran bolso que nos hacen presumir que no se irá muy pronto. La multidimensionalidad de la vida humana se ve invadida: lo lúdico, lo público, lo afectivo, lo económico, lo material, lo sexual, lo onírico (¿quién no soñó ya algo relacionado con este asunto?). Es como una explosión en pleno vuelo. Es, desde otra perspectiva –sociológica y más allá de la metáfora–, el “hecho social total” (Marcel Mauss).
La vida pública, esa dimensión humana que es condición ciudadana y es relación con el Estado, es lo que nos interesa abordar. El cimbronazo que genera este momento repercute en nuestra relación con lo institucional. Es sabido que en este tipo de circunstancias, ese “Leviatán con bozal” –como dice Frances-Mac Alvaro– tiende a extender su manto, no siempre protector.
De eso ya tenemos dos muestras importantes: 1) el (casi) “toque de queda” (sic.) que restringe la circulación de las personas; 2) la salida de efectivos de las FF. AA. para “colaborar” con el cumplimiento de las restricciones de circulación. Y esto recién empieza.
En cuanto a lo primero, el texto del decreto que lo pone en marcha carece de un correlato con lo que realmente está ocurriendo en las calles. La Policía –y ahora las Fuerzas Armadas– tienen como una especie de “norma en blanco” para actuar, además en un momento en el que este tipo de actuaciones no son cuestionadas por la ciudadanía.
En cuanto a lo segundo, no admite discusión que cualquier actuación de las FF. AA. en materia de seguridad interna carece de sostén jurídico. Las disposiciones constitucionales que rigen esta cuestión son claras al respecto y ni siquiera ameritan que nos detengamos en ellas.
Creemos pertinente abordar esta suerte de “estado de excepción permanente” (Agamben) que nos espera, vaya a saber por cuánto tiempo. Se sustenta, pensamos, en normas reglamentarias que carecen de respaldo jurídico, pero sobre todo de claridad en cuanto a las atribuciones de las fuerzas de seguridad. Sin mencionar que la salida de los militares a las calles no se justifica en ninguna necesidad real porque el comportamiento ciudadano ha sido prácticamente “ejemplar” en cuanto a las prohibiciones de horario nocturno. La Policía no ha tenido problema alguno para controlar y obligar. Podemos preguntarnos, entonces: ¿para qué salen las FF. AA. a la calle, si no es necesaria ni legal su presencia? No tiene que ver con la epidemia, eso es seguro.
La reacción estatal inicial vemos que ha sido –en cuanto a los derechos, libertades y garantías– primero restrictiva, al apuntar al fortalecimiento de su margen de maniobra sobre los ciudadanos y ciudadanas. Es un Estado que se vuelve de la mano de la crisis más represivo/restrictivo, ampliando el margen legal y el ámbito institucional de la represión.
La emergencia, sin embargo, requiere no solo de acciones decididas del Estado para contener la epidemia restringiendo derechos ciudadanos. Está el otro aspecto del Leviatán de fuerza bruta, que es el de regulador/interventor del mercado, para contrapesar el poder de los poderosos vis a vis con quienes no lo tienen. Y en este caso, por el bien común que se encarna en afrontar la epidemia, que viene de la mano de un tsunami económico. La primera reacción estatal en ese aspecto fue desalentadora. Cuando surgió el hecho especulativo del que eran objeto ítems imprescindibles en esta circunstancia –como el alcohol en gel–, el titular de la Secretaría de Defensa del Consumidor, quien parecía más actuar más como defensor del proveedor/especulador, señaló que no se podía “interferir con el libre mercado”. De la misma manera, no se han visto acciones enérgicas dirigidas hacia la gran empresa, representada en este momento por supermercados, cadenas de farmacias, empleadores en general (que, según parece, solo atinan a despedir o a cargar el peso de este momento sobre los trabajadores y trabajadoras). Tal como estaría ocurriendo con el número de casos reales de Covid-19, en el ámbito del trabajo habría en estos momentos un importante subregistro de despidos y medidas similares.
El Estado se está mostrando hasta ahora más represivo que regulador. Amplía su esfera de intervención sobre los ciudadanos, pero no sobre el mercado y sus actores (y no es que sorprenda). Y la expansión de la nueva epidemia recién está empezando en Paraguay, por lo que puede presumirse que todo va camino a empeorar.
Si “RE1” fuera la función “represiva” del Estado y “RE2” su función “regulatoria”, podríamos decir que vemos en estos momentos un Estado “+RE1/–RE2” (léase, más represivo que regulador). Mientras tanto, Estados en otras latitudes enfrentan esta coyuntura tomando medidas que operen no solo sobre personas, sino sobre actores económicos (o sea, medidas represivas y reguladoras). Se puede ver que, a medida que la epidemia avanza, los Estados se sacuden del inmovilismo y la inanidad a los que el neoliberalismo les había conducido en las últimas décadas.
Volviendo al plano local, un solo dato permite dimensionar el desafío que enfrentan sociedades como la paraguaya: en América Latina, 140 millones de personas no tienen un salario fijo. Esto es nada menos que una de cada dos personas. Nuestro país no es un “marciano” en América Latina, ese dato es nuestro también. Por ello, un aspecto central de este momento histórico será cómo equilibrar las necesidades sanitarias en lo que hace al distanciamiento social, con las necesidades económicas de millones de sus habitantes que no llevan el pan a casa si no salen a la calle a ganárselo. Esto, sin considerar el propio desafío de los sistemas de salud de curar a los enfermos. Y lo deberá hacer un Estado sin músculo para lo social (R2 + capacidad de intervención, o sea “I”), pero sí con músculo para lo represivo (R1). ¿Cómo se construye/deconstruye un Estado sobre la marcha, cuando los segundos cuentan?
Entonces: restringir, regular, intervenir; esto último pensando en sus masas de desfavorecidos y vulnerables. Restringir lo menos posible, regular todo lo que sea necesario, intervenir en auxilio de los vulnerables: –R1/–R2/+I. Esta sería la fórmula ideal para lidiar en esta inédita coyuntura. ¿Será que el Leviatán paraguayo lo podrá hacer? ¿O veremos más de lo mismo, R1 cada vez más potenciado, quien sabe hasta dónde, quién sabe hasta qué lugares muy repetidos en nuestra historia?
*Abogado, docente universitario e investigador independiente.
Ilustración de portada: Roberto Goiriz.
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