Por Claudia Pompa.
Datos preliminares demuestran que el coronavirus infecta en proporciones similares a hombres y mujeres, pero, en general, las mujeres tienen menores probabilidades de morir. Sin embargo, los efectos de este temido virus serán más pronunciados para las mujeres, aunque de manera más sutil.
Las mujeres han estado al frente de la respuesta a la epidemia de coronavirus. La mayor parte de la primera línea de atención a enfermos y enfermas consiste en mujeres como enfermeras y personal de cuidado. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 104 países demuestra que el 70% de las personas que trabajan en salud son mujeres. Este hecho las vuelve especialmente propensas al contagio, una realidad que ya ha afectado a varios países de Europa.
Las mujeres también representan una gran proporción de aquellos que trabajan en sectores como el de servicio, caracterizado por su escasa protección social —como vacaciones o permiso remunerado por enfermedad—, lo que significa que no pueden perder días de trabajo. En estos casos, las opciones a las que se enfrentan estas mujeres son limitadas; es decir, les queda seguir trabajando y, al hacerlo, exponerse al potencial contagio o a perder la fuente de ingresos. En una economía como la de Paraguay, con altos niveles de informalidad y vulnerabilidad a los shocks externos, la situación se vuelve aún más compleja.
El riesgo no es solo para aquellas mujeres que trabajan en el área de salud o de servicios, sino también para aquellas que se dedican a cuidar a sus familias. La carga mayor del trabajo doméstico recae en las mujeres, quienes realizan el 76% de las tareas domésticas —tres veces mas que los hombres— según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Muchas de las personas infectadas con COVID-19 necesitarán de cuidados en el hogar en un contexto de sistemas de salud saturados. Esto no solo aumenta la carga laboral de las mujeres, sino que también las expone a niveles mayores de contagio.
Por otro lado, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), actualmente casi 300 millones de estudiantes en todo el mundo no están yendo a clases debido al cierre de escuelas por el virus. El cierre masivo de guarderías y escuelas ha dejado a muchos padres y madres trabajadoras con pocas opciones más que tomar vacaciones o tratar de trabajar desde casa mientras cuidan a sus hijos. El cierre de escuelas golpea, de nuevo, especialmente a las mujeres porque gran parte de la responsabilidad del cuidado de los niños y niñas aún recae en ellas.
Otro aspecto preocupante de la pandemia refiere a la violencia doméstica. Está comprobado que la violencia doméstica aumenta en tiempos de estrés y dificultades económicas. Los perpetradores de violencia doméstica suelen tratar de aislar a las víctimas y cortar sus relaciones con compañeros de trabajo, amigos o familiares. El no poder ir al trabajo o salir a la calle aumenta los niveles de vulnerabilidad de mujeres en riesgo de violencia domestica. El número de casos de violencia doméstica reportado a la policía local en la provincia de Hubei, China, casi se triplicó en febrero después de que muchas personas fueron puestas en cuarentena en enero debido al virus. En Paraguay, tanto la Fiscalía como la línea 137 SOS (del Ministerio de la Mujer) informaron un aumento de las denuncias de violencia doméstica y llamadas desde que iniciaron las resticciones de movilidad.
Todavía no existe total claridad acerca de la magnitud del impacto y las consecuencias de la pandemia. Lo que sí está claro es que requerirá de esfuerzos mancomunados de varios sectores que permitan asegurar la salud de la ciudadanía y reactivar la economía lo antes posible. En este contexto, nuestros líderes deben recordar que la pandemia de coronavirus también es una cuestión de género y de equidad y, por lo tanto, requiere de una atención y respuesta especial para las mujeres más vulnerables.
Fotografía de portada: Milena Coral
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