Economía

¿Puede Paraguay ser Singapur?


Por Joaquín Sostoa*.

Recientemente, el economista estadounidense Steve Hanke afirmó en una entrevista que Paraguay debe seguir la “estrategia Singapur”, es decir, que el país sudamericano debe aplicar las políticas económicas que funcionaron para el desarrollo económico de Singapur. Según dicho economista, la fórmula es sencilla, solo debemos obtener: a) estabilidad de precios (baja inflación); b) atraer Inversión Extranjera Directa (IED) a través de bajos impuestos y poca regulación; c) seguridad jurídica y transparencia, y, por sobre todo, d) un Estado pequeño y con libre comercio. 

Afirmar que solo esta pequeña receta sirvió para que Singapur se desarrollase es contar solo una parte de la historia y ocultar demasiada información al respecto. Definitivamente, para desarrollarse no hay una fórmula mágica ni secreta. Ni la geografía, ni la cultura, ni el clima, ni la especialización productiva, ni las instituciones y la política económica pueden explicar del todo un fenómeno tan complejo como el desarrollo económico. El pragmatismo y la combinación de políticas han jugado siempre un papel fundamental según el contexto. 

La obsesión de Steve Hanke y otros economistas liberales con Singapur es que es uno de los —dos— países que se desarrollaron de forma relativamente más liberal que el resto de los denominados tigres asiáticos: Corea del Sur y Taiwán. Es de extenso conocimiento que estos países tuvieron que implementar políticas muy intervencionistas para tal fin. Por ello, Hong Kong y Singapur se volvieron símbolos de las propuestas económicas más liberales. 

Pero, ¿qué hay de cierto sobre la “estrategia Singapur”? Es de amplio consenso que “copiar y pegar” estrategias no funciona. Cada región y país tiene sus propias especificidades. Primero, toda mentira tiene un poco de verdad. Es cierto que Singapur posee políticas comerciales bastante liberalizadas en comparación con sus vecinos, también tiene seguridad jurídica y orden (a costa de perder libertades políticas y civiles, ya que es un régimen autoritario), eficiencia burocrática, estabilidad de precios, exenciones fiscales y un mercado bastante desregulado. ¿Fue esto suficiente? Si fuese así, Paraguay no estaría muy lejos del desarrollo. Paraguay tuvo históricamente una estabilidad de precios envidiable. La política comercial gozó de mucha apertura y flexibilidad. Los impuestos son muy bajos, inclusive más bajos que los impuestos en Singapur, y, por lo tanto, el gasto y la inversión pública también. 

Singapur es uno de los “tigres asiáticos” que dieron grandes saltos en las últimas décadas. Imagen: Mapworld

Si observamos con atención, podremos ver que el sendero que recorrió Singapur requirió una participación mucho más activa del Estado de lo que diarios como The Economist suelen mencionar. Más importante, lo que no dice Hanke es que Singapur pasó de comercializar materias primas a tener la cuarta economía más compleja del mundo, es decir, modificó radicalmente su estructura productiva. Las economías con los más altos estándares de vida poseen matrices productivas que requieren mucho conocimiento y capital humano, lo que les permite generar altas capacidades tecnológicas y estar en la frontera de la innovación. ¿Cómo llegó Singapur en tan poco tiempo hasta ese punto?

En la década de 1950 Singapur era un país recientemente independizado. Poseía un PIB per cápita de alrededor de 400 US$, y solo exportaba caucho y petróleo. En 1960 se definió una estrategia económica basada en la ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones), orientada al mercado interno y en la que se extendieron políticas de protección comercial a las industrias nacientes locales. Este periodo fue corto, pero sentó las bases para una posterior apertura en la que las empresas locales pudiesen expandir sus mercados y crecer. También por aquel entonces se creó el Economic Development Board, que se encargaría de definir los planes económicos para años futuros.

Desde 1970 la estrategia cambió hacia una más abierta y de fomento a las exportaciones, en la que se encargaron de atraer multinacionales e IED. Lo curioso de esta meta es que no se hizo a través de la reducción del Estado, sino por medio de un aumento en la proporción de la inversión pública, incentivos fiscales y subsidio a las exportaciones. Se benefició a las multinacionales mediante excelente infraestructura, buenos sistemas de transporte y telecomunicaciones y mano de obra barata y calificada. El penúltimo sector fue clave para el proceso. En la participación estatal de empresas relacionadas a barcos y aviones se destacan: Singapore Harbor Board, Royal Naval Dockyard y la Singapore Airlines.

También hubo cierta selección de empresas y sectores más competitivos. Y aunque se definían industrias “deseables”, la intervención fue más bien común a todas las industrias, incluyendo la manufacturera. Para dicha meta se creó el Ministry of Trade and Industry en 1979 y el Jurong Town corporation. Para el control salarial, con el fin de mantener mano de obra barata, se creó el National Wages Council. En este periodo la industria electrónica comenzó a ganar peso y se pasó a producir disk drives y computadoras. Hasta aquí, parecería ser que atraer inversiones es algo más que “solo bajar los impuestos”. 

Si observamos con atención, podremos ver que el sendero que recorrió Singapur requirió una participación mucho más activa del Estado de lo que diarios como The Economist suelen mencionar. Más importante, lo que no dice Hanke es que Singapur pasó de comercializar materias primas a tener la cuarta economía más compleja del mundo, es decir, modificó radicalmente su estructura productiva.

Al comenzar los 90, se creó el Nacional Science and Tecnology Board, con el objetivo de promocionar la inversión en I+D y consecuentemente la innovación en todo tipo de empresas. También se destaca la creación en el 2001 del Intellectual Property Office of Singapore, que se encargaría de velar por un buen sistema de derechos de propiedad intelectual. En su conjunto, este “cableado” entre instituciones públicas, universidades y empresas dedicadas a la investigación, formación y educación dio lugar a un Sistema Nacional de Innovación (SNI). Un entramado de conocimiento que potenciara las capacidades productivas, y que no hubiese sido posible sin una estrategia de largo plazo coordinada por el Estado. 

Por supuesto, por razones de espacio, no podemos hacer aquí una descripción detallada de todos los rubros y sectores en los que el gobierno ha intervenido a lo largo de los años y que influyeron directa e indirectamente sobre el desarrollo de Singapur. Pero esperamos que con este breve repaso histórico quede claro que si Paraguay quiere ser Singapur —o algo similar— el camino por el que debe optar es muy diferente al trazado por Hanke, y, por consiguiente, es diferente al que siguió para llegar hasta donde se encuentra hoy. 

*Estudiante de Economía en la Universidad Nacional de Asunción.

Imagen de portada: Diario 5días

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