Por Jazmín Duarte Sckell*.
La categoría de género es un elemento esencial para comprender el funcionamiento de la realidad. Las desigualdades de género presentes en la sociedad se exacerban en un contexto de crisis como lo es una pandemia. En Paraguay se ha podido observar, por ejemplo, el impacto diferenciado que han tenido tanto lo económico como la sobrecarga de tareas de cuidado sobre las mujeres, mayor en comparación con los hombres.
Un ámbito menos enfocado en los análisis en relación con la pandemia ha sido el simbólico, conversado en este reciente ciclo de TC. Retomando el diálogo, en este breve artículo busco, desde una perspectiva de género, examinar esta dimensión en parte del discurso comunicacional del Estado en los primeros meses de esta emergencia. El análisis se centra en piezas que han utilizado una narrativa de guerra, tradicionalmente vinculada con lo masculino.
Aunque el relato bélico sea de uso frecuente en contextos de crisis y en diferentes tipos de campañas alrededor del mundo, se pudo identificar que este refuerza un estado de reactividad violenta, la idea de seguridad como control policial y, sobre todo, la invisibilización de las mujeres y el trabajo de cuidado como fundamentales para la superación de la crisis.
La retórica de guerra no es algo único de Paraguay en esta pandemia; la pusieron en práctica países como Estados Unidos, Francia y España, entre otros, y ha sido analizada en varios artículos periodísticos. Esta retórica se vale de comparaciones y metáforas que equiparan la situación de crisis sanitaria local y global con un contexto bélico. Por ejemplo, una de las frases más repetidas en diferentes partes del mundo fue “estamos en guerra contra un enemigo invisible”.
Esta narrativa no es nueva; hay estudios sobre el uso discursivo de la metáfora de guerra por gobiernos o campañas de distintos tipos. ¿De dónde viene la necesidad de emplear estas metáforas para referirse a una situación totalmente diferente? De que ellas cumplen la función de resumir la realidad y hacerla más accesible, activando marcos mentales que facilitan la comprensión.
Estos recursos, entonces, resultan necesarios para comunicar ideas de forma más eficiente, pero ¿a qué tipo de metáforas recurrir y con qué objetivos? La alusión a la guerra ha sido utilizada en campañas contra el cáncer, las drogas, el contrabando, la pobreza, etcétera. Pero lo que tienen en común sus diferentes usos es que todos generan miedo y establecen una relación de antagonismo, es decir, muestran a la población enfrentándose a un enemigo.
La efectividad de la metáfora depende del contexto y la intención. El miedo y la identificación de un enemigo concreto pueden ayudar a captar la atención de la gente y fomentar la acción dirigida a terminar con el problema. En el escenario de pandemia del coronavirus que tenemos hoy, la referencia a la guerra se vio como necesaria para justificar, por ejemplo, las medidas extremas que limitan temporalmente las libertades y dar una idea de excepcionalidad a la ciudadanía. Pero también el uso de la metáfora puede crear ansiedad y temor en una situación de extrema incertidumbre, así como la justificación del ejercicio del poder de forma autoritaria y la militarización de la vida.
En nuestro país esta práctica retórica en la comunicación gubernamental se pudo verificar en varias declaraciones del Ministerio del Interior, como también en el spot publicitario oficial que apeló al conflicto armado como motivo, vinculandolo simbólicamente con la Guerra contra la Triple Alianza.
La comunicación con tintes bélicos desde esa cartera de Estado se canalizó tanto a través de la figura del ministro Euclides Acevedo como de varias referencias. Entre las declaraciones del mismo podemos citar la típica “estamos en una guerra contra un enemigo invisible pero perceptible” y “tuvimos dos guerras y nos levantamos, resucitamos, no podemos perder esta batalla”. En conexión con este mensaje, y mostrando una actitud autoritaria, el funcionario expresó también que “vamos a tener que aplicar mano dura”.
Estas manifestaciones fueron acompañadas con la explotación persistente de la imagen de los linces – fuerzas policiales que portan armas y llevan normalmente la cara cubierta– como modelo de seguridad y eficiencia, instalando discursivamente el estado de guerra en medio de la pandemia. Frente a la viralización de los hechos de abuso de autoridad y violencia cometidos por estos agentes legitimados por la necesidad de “defender la cuarentena”, la respuesta del ministro fue llamarlos “excesos, no abusos”. Seguidamente se emitió un spot con el eslogan “firmeza sí, violencia no”, que incluía la narrativa del enemigo invisible, pero agregando “estamos en un estado de necesidad justificante, estamos en una guerra”.
Otra pieza muy representativa de esta clase de retórica durante la pandemia fue otro spot lanzado por el gobierno un mes después. Su mensaje giraba en torno a la guerra como momento de defensa que desafía a la sociedad paraguaya, estableciendo un paralelismo entre la enfermedad actual y un nuevo enemigo. Si bien apelaba al trabajo colectivo en la superación de la crisis, el discurso seguía enfocándose en la categoría de “héroe”, en este caso para referirse a los médicos como aquellos que están en la “primera línea”. Resalta en el material la utilización simbólica de figuras solo masculinas de la historia paraguaya, entre presidentes y militares. La guerra, la batalla y los héroes tradicionalmente se relacionan con una representación de masculinidad, mientras los trabajos de cuidado remiten a lo femenino. De esta forma fueron invisibilizadas las acciones efectivas que sostienen la supervivencia en cualquier crisis y, sobre todo, en la actual: el quedarse en casa, la atención de los/as niños/as, la alimentación, y todas las tareas de cuidado, entre las que se podría incluir la salud, fueron y son las verdaderas garantías de seguridad que hoy posee la población para superar esta situación.
Aunque el relato bélico sea de uso frecuente en contextos de crisis y en diferentes tipos de campañas alrededor del mundo, se pudo identificar que este refuerza un estado de reactividad violenta, la idea de seguridad como control policial y, sobre todo, la invisibilización de las mujeres y el trabajo de cuidado como fundamentales para la superación de la crisis.
En una crisis donde la acción femenina ha sido esencial para afirmar la supervivencia de todos, el enfoque de un discurso que invisibiliza a las mujeres es ya un gran síntoma de la desvalorización y la falta de compromiso en apoyar y asumir todo el trabajo reproductivo no remunerado que ellas realizan en el país y que hoy se encuentra multiplicado en la precariedad exacerbada por la pandemia. Si bien existió un intento, al menos en el spot mencionado, de resignificar el tradicional eslogan bélico con el mensaje “vencer y vivir”, una lógica de guerra no es compatible con la importantísima tarea de salvar la mayor cantidad posible de vidas, ya que en una batalla necesariamente algunas, o muchas, serán sacrificadas.
Imagen de portada: Facebook del Ministerio del Interior (Paraguay)