[vc_row][vc_column][vc_column_text]Serie especial de Terere Cómplice “El futuro del trabajo y los trabajos del futuro”
Por Claudia Pompa.
La crisis económica que ha resultado como consecuencia de la pandemia del COVID ha acelerado dramáticamente los procesos de automatización del lugar de trabajo. La automatización es entendida en este contexto como la aplicación de tecnología, programas, robótica o procesos para lograr resultados con una mínima participación humana. Aunque es probable que el cambio tecnológico va crear y destruir puestos de trabajo, estudios recientes demuestran que en ciertas economías la automatización puede aumentar el desempleo incluso si el número total de puestos de trabajo disponibles en la economía siga siendo el mismo. Esto se debe a los desajustes existentes entre las habilidades de los trabajadores desempleados y las requeridas por los puestos vacantes; por ejemplo, los puestos como analista de datos son de poca ayuda para un chofer desempleado, con lo cual se da el caso de tener aumento del desempleo y vacancias laborales disponibles, al mismo tiempo.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estima que aproximadamente el 14% de los puestos de trabajo en los países miembros han sido automatizados, mientras que otro 32% tienen un alto riesgo de ser parcialmente automatizados. En economías desarrolladas, la evidencia demuestra que los trabajadores poco calificados se enfrentan a un escenario particularmente difícil. No solo muchos de estos puestos de trabajo corren el riesgo de ser automatizados, sino que al mismo tiempo estos trabajadores que han sido desplazados buscan ingresar a un mercado laboral donde muchos de los roles alternativos a los que podrían haber accedido también se han automatizado o corren el riesgo de hacerlo. Por ejemplo, una persona que trabaja como cajero en un ente comercial es desplazada debido a la incorporación de terminales de auto-cajeros (self checkout). Si bien esta persona podría emplearse en roles de servicio al cliente, estos roles también tienen alto riesgo de automatizarse con la incorporación de bots especialmente diseñados para atención al cliente (chatbots).
La falta de acción y de políticas públicas orientadas a solucionar estos problemas nos enfrenta a un futuro caracterizado por la polarización de ingresos, aumento de la desigualdad, incremento de la presión sobre el sector público y tensión social.
A nivel global, la situación actual refleja el largo declive de la importancia de la mano de obra de baja y media calificación. La importancia de estos trabajadores, quienes en su momento fueron esenciales para el crecimiento de las economías, se ha reducido debido al avance de la cuarta revolución industrial (4RI) y el surgimiento de la economía del conocimiento. En esta nueva economía las empresas están enfocadas en elevar la productividad a través de técnicas de ahorro de mano de obra y contratación de trabajadores altamente calificados que puedan ayudar a impulsar la innovación y el desarrollo tecnológico. En la mayoría de los casos, estos trabajos requieren al menos un título universitario, lo que ha significado que la demanda de trabajadores no calificados en muchos casos ha disminuido, junto con sus respectivos ingresos.
En América Latina estos fenómenos se han desarrollado de manera relativamente diferente. La adopción de nuevas tecnologías ha sido más lenta debido a la abundancia de mano de obra no calificada, lo cual hasta ahora ha llevado a una menor polarización del mercado laboral. Aproximadamente la mitad de la fuerza laboral de la región es constituida por trabajadores informales sin título universitario. En países como Bolivia, Nicaragua, Paraguay y Perú los trabajadores informales representan más de dos tercios de la fuerza laboral.
Si bien en América Latina, a diferencia de otras regiones, es menos probable que el impacto del COVID-19 acelere la automatización debido a la informalidad y la abundancia de mano de obra no calificada, altos costos de inversión de capital y barreras a la difusión de tecnología, lo probable es que la pandemia deprimirá los salarios y aumentará la cantidad de trabajadores poco calificados que buscan empleo.
Estos fenómenos ayudan a entender por qué tantos trabajadores a nivel mundial están desilusionados y temerosos de que sus ingresos y los de sus hijos sigan estancados o en declive. También ayudan a explicar por qué los mismos experimentan cada vez más una sensación generalizada de abandono, insatisfacción e injusticia. Una economía en la que el ganador se lo lleva todo y en la que el acceso a la clase media es limitado, es una receta para el malestar democrático.
La falta de acción y de políticas públicas orientadas a solucionar estos problemas nos enfrenta a un futuro caracterizado por la polarización de ingresos, aumento de la desigualdad, incremento de la presión sobre el sector público y tensión social. Este no es futuro inevitable, por el contrario; la pandemia de COVID nos provee de una inmejorable oportunidad para reconstruir economías y mercados laborales mejores y más inclusivos.
Políticas orientadas a ampliar la protección laboral con beneficios transferibles, invertir en programas de desarrollo de la fuerza laboral y aprendizaje permanente, establecer alianzas con el sector privado a fin de orientar políticas laborales activas e inteligentes hacia la creación de empleos de alta productividad y altos ingresos, son solo algunos ejemplos del tipo de herramientas que los políticos tienen a su disposición.
Imagen de portada: Lissette Salguero[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]