Por Nelson Denis y Joaquín Sostoa*.
Existe una crítica generalizada en el debate público que señala que los buenos resultados de la economía paraguaya, que tantos elogios genera por parte de medios de prensa o analistas locales e internacionales desde hace algunos años, no se condicen con la realidad social de la amplia mayoría de la población. Quienes suelen argüir estas críticas afirman que el modelo de crecimiento del país solo beneficia a unos pocos, principalmente a los sectores más acaudalados, y que si Paraguay busca erradicar su pobreza debe concentrarse más en redistribuir el ingreso nacional hacia aquellos que menos tienen, que en seguir fomentado números positivos para una macroeconomía que nunca llega a los bolsillos de la gente. Pero, ¿qué tan ciertas son estas afirmaciones y propuestas? ¿Es cierto que el crecimiento económico solo beneficia a unos pocos? ¿Qué debe hacer Paraguay para superar su pobreza?
Comencemos por analizar la relación entre la evolución de la desigualdad de ingresos medida con el Índice de Gini, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita y la pobreza en Paraguay. El Gini se mide entre 0 y 1, siendo que en un extremo el 0 significa que todos tienen los mismos ingresos (igualdad absoluta), y en el otro extremo el 1 implica que una persona concentra todos los ingresos frente a las demás (desigualdad absoluta). O sea, todas las sociedades se encuentran entre ambos extremos. El Gini puede moverse independientemente del PIB per cápita (que mide el ingreso medio por persona de los habitantes de un país) y de la pobreza (ya que una sociedad, por ejemplo, puede tener muchos pobres y ser igualitaria o desigual).
En Paraguay, entre los años 2000 y 2019, observamos una reducción de la pobreza de 21,5 puntos porcentuales. Dos fuerzas se asocian a este fenómeno en dicho periodo. Por un lado, el PIB per cápita aumentó de 4.382 a 6.481 US$ (dólares constantes), es decir, una variación anual promedio de 2%. Por otro lado, la mejora en la distribución del ingreso: el Gini pasó de 0,54 a 0,45, lo cual denota una disminución de la desigualdad (Gráfico 1).
Gráfico 1. Evolución del PIB per cápita, el Índice de Gini y tasa de pobreza en el Paraguay (2000-2019)
Fuente: elaboración propia con base en datos de Banco Central del Paraguay e Instituto Nacional de Estadística.
Nota: en el eje vertical derecho, el índice de Gini va de 0 a 100 y no de 0 a 1 para poder visualizarlo en el mismo eje junto con la tasa de pobreza.
Podemos profundizar el análisis y medir la desigualdad con otro indicador, como comparar la participación del 10% más rico y el 10% más pobre del país sobre el total del ingreso nacional. Haciendo esto, observamos que el 10% más rico pasó de obtener el 43,1% del ingreso en 2001 al 35,2% en 2019 (Gráfico 2). En cambio, el 10% más pobre se quedó con el 1% de la torta en 2001 y con el 1,8% en 2019. Relativamente, la parte más alta perdió más de lo que ganó la parte más baja.
si Paraguay pretende revertir su situación todavía importante de pobreza, en el largo plazo, antes que nada, debe crecer, y lo debe hacer a tasas mucho más elevadas que las últimas décadas. No existen atajos ni recetas universales. Cada país tiene sus propias especificidades históricas, tanto en lo interno como en lo externo.
Este último indicador nos tienta a pensar que la distribución para los más pobres no ha mejorado mucho, por lo que su mejora en el ingreso neto se pudo haber debido más al crecimiento de la economía que a los cambios en la distribución. Esto no quita que los cambios en la distribución también tuviesen un impacto en la pobreza. Pero entonces, ¿qué variable impactó más en la reducción de la pobreza? ¿El crecimiento del PIB o la disminución de la desigualdad?
Algunos economistas intentaron responder esta pregunta en los años recientes. Por ejemplo, un estudio de Verónica Serafini señaló que la reducción de la pobreza se vio afectada por ambas variables, pero la de mayor incidencia es el crecimiento del PIB: si este crece a una tasa de 1%, la pobreza se reduce en un 1,8%; en cambio, si la desigualdad crece 1%, la pobreza lo hace en 1,3%. Realizando un pequeño ejercicio econométrico por nuestra cuenta, pero tomando el PIB per cápita en vez del PIB en su totalidad, encontramos resultados similares: un aumento de 1% de este reduce la pobreza en 1,4%, mientras que un aumento de la desigualdad de un punto, aumenta la pobreza en 1,3%. Otras investigaciones, como las de Rodríguez y Guerrero en 2016, también confirman que el crecimiento de Paraguay fue “pro pobre”, es decir, que favoreció a los sectores más empobrecidos.
Gráfico 2. Participación sobre el ingreso del 10% más rico y el 10% más pobre del Paraguay (2000-2019)
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial.
En definitiva, no es cierto que solo unos pocos (los más ricos) se hayan visto beneficiados del crecimiento. Al contrario, los más pobres se beneficiaron más en las dos últimas décadas de crecimiento económico. Todo esto no quita que Paraguay siga cargando con un montón de deudas pendientes en materia social que inciden directamente en la percepción de sus habitantes sobre la economía en su conjunto. Si bien ha habido ciertos avances, estos han sido magros en relación a las expectativas de la población, principalmente en las áreas de salud y educación.
El descontento social visto en los últimos años lejos está de ser una anomalía inexplicable. Por el contrario, es el reflejo de una sociedad profundamente desigual tanto en términos sociales como de ingreso por habitante y, fundamentalmente, de una economía todavía muy poco desarrollada, cuya mayor expresión es el elevado números de pobres. Si bien este descontento no se reduce a cuestiones económicas, no deja de resaltar que este se haya manifestado luego del llamado boom de las commodities en 2014, cuando la economía del Paraguay empezó a tener un crecimiento menor a causa de las condiciones mundiales poco favorables, lo que a su vez impactó en menores niveles de reducción de la pobreza. Cuando la torta (de la economía) se achica, son siempre los que menos tienen quienes más lo resienten, y es entonces cuando todas estas desigualdades estructurales saltan a flor de piel. Esto pudo observarse de manera mucho más nítida luego de la contracción económica de la pandemia, que aumentó en tres puntos la tasa de pobreza en solo un año.
Una cosa debe quedar clara: si Paraguay pretende revertir su situación todavía importante de pobreza, en el largo plazo, antes que nada, debe crecer, y lo debe hacer a tasas mucho más elevadas que las últimas décadas. No existen atajos ni recetas universales. Cada país tiene sus propias especificidades históricas, tanto en lo interno como en lo externo. Muchas veces, incluso la voluntad política resulta exigua. Pero insistimos: el crecimiento económico es una condición necesaria, aunque no suficiente, para alcanzar el tan anhelado desarrollo.
*Estudiante de Economía en la Universidad Nacional de Asunción y miembro del grupo de investigación en economía heterodoxa El Excedente.
Fuente imagen de portada: ABC Color