Elecciones

¿Los jóvenes votan menos? Sí, pero…


Por Rodrigo Ibarrola

La baja participación electoral de los jóvenes menores de 30 años es remarcada con cierta asiduidad como uno de los motivos por el cual los resultados electorales siempre terminen favoreciendo a las estructuras partidarias. En esta hipótesis, se expone -casi de manera mística- que, si los jóvenes lograsen un mayor nivel de participación, los políticos profesionales serían desplazados. Esa no es una creencia que se dé únicamente en nuestro país. Tampoco lo es la menor participación relativa de la población joven en elecciones. Al contrario, es un fenómeno usual que se da tanto en democracias a las que consideraríamos bien consolidadas como en las que no.

Es verdad que si miramos la franja de 18 a 29 años, observaremos que las personas de esa edad presentan una menor participación en comparación con la participación general (Gráfico 1). Aunque en el global sea la franja que mayor cantidad de votos aporta. Entonces, la respuesta rápida a la pregunta sobre si los jóvenes votan es: sí, pero aún quedan asuntos que considerar. Por ejemplo, ¿qué consideramos baja participación? Asumiendo como ideal el índice de participación general, está claro que el nivel de participación de los jóvenes es menor al promedio.

Cabría pensar que los habitantes de países ricos y altamente democráticos son más propensos a sufragar. Ciertamente, eso es así en países como Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Corea del Sur (con índices de participación mayores al 76% en sus últimas elecciones). Sin embargo, también existen países como Suiza, Nueva Zelanda, Finlandia, Chile, Reino Unido (con participación menor al 52%). Paraguay se ubica con 53%. Por lo que, como se ha dicho, la baja participación no es un fenómeno privativo de los paraguayos. Por lo que cabe preguntarnos —más allá de que sea moral y éticamente deseable— si realmente la calidad de la democracia (o la alternancia) depende o no del voto juvenil. Una pregunta difícil de responder, y que requiere otro tipo de análisis.

Gráfico 1. Participación de personas de 18 a 29 años en elecciones generales, 2003-2018. En porcentaje sobre personas de 18 a 29 años inscriptos en el RCP

Fuente: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).

Por otro lado, es de notar que la participación electoral ha ido aumentando a lo largo del tiempo (a la par que la población empadronada). Este fenómeno se registra tanto en elecciones generales como en las municipales (Gráfico 2), aunque se vislumbra un comportamiento cíclico, ya que en estas últimas —por lo general— se registran menores niveles que en las generales.

Gráfico 2. Participación electoral total en elecciones generales y municipales, 2001-2021. En porcentaje sobre total de personas inscriptas en el RCP

Fuente: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).

Comparando la participación registrada de las elecciones de 2003 y 2018, y desagregando por edades, podemos apreciar que el crecimiento en la participación no ha sido similar en todas las franjas. En el Gráfico 3 se observa el desagregado en diez categorías, donde se aprecia que la franja de 18 a 24 años es la que registró la mayor disminución, con una variación negativa del 17%.

Gráfico 3. Variación de la participación electoral entre elecciones generales de 2003 y 2018 por edad. En porcentajes sobre personas inscriptas en el RCP por franja de edad

Fuente: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).

Pero existe un detalle a tener en cuenta: en 2012 se implementó la inscripción automática de aquellos jóvenes que cumplían 18 años, por lo que ello afectó el índice de participación en la franja de menores de 30 años. Dado que la inscripción automática opera independientemente de la intención que tengan los jóvenes de votar o no, era de esperarse una menor participación, al aumentar la base de votantes habilitados de manera desproporcionada.

Lo que sí resulta son las prácticas de enseñanza en aula que permiten que los jóvenes debatan y aprendan sobre temas políticos contemporáneos. El involucramiento activo en estos temas antes de cumplir los 18 años aumenta la probabilidad de votar. Además, permite que los jóvenes aumenten sus conocimientos y desarrollen habilidades como, por ejemplo, comunicarse de manera efectiva con alguien que tiene puntos de vista diferentes, desarrollando la confianza de un joven en su propia capacidad para participar.

Una manera sencilla de corregir esa distorsión es calcular la participación con relación a la población en general de cada franja de edad para cada año determinado y no con relación a los inscriptos en el padrón nacional, es decir, ajustarla por población, ya que sabemos que no toda la población está inscripta en el Registro Cívico Permanente (RCP). Hecho ese ajuste (Gráfico 4), se aprecia que la franja más joven fue la que tuvo el mayor incremento en la participación electoral. Esto se explica porque el aumento en la inscripción en el RCP está significativamente correlacionada con el aumento de la participación electoral en esta franja etaria. De hecho, la participación electoral de los jóvenes es función directa de la cantidad de jóvenes empadronados. Las causas tienen que ver con la eliminación de las barreras burocráticas para la inscripción, y, por ende, también para la participación.

Gráfico 4. Variación de la participación electoral entre elecciones generales de 2003 y 2018 por edad. En porcentajes sobre población por franja de edad

Fuente: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) y del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Volviendo a las personas menores de 30 años, en el Gráfico 5, podemos apreciar que, a medida que la cantidad de empadronados se eleva, la línea de participación electoral calculado sobre población también asciende de manera constante, a diferencia de la línea calculada a partir del padrón nacional que sufre una caída luego del 2013. Con esto comprobamos que la participación «real» de los jóvenes, lejos de disminuir, ha aumentado de manera constante desde el 2003 en adelante. Adicionalmente, también se observa que ambas líneas tienden a la convergencia debido a que la proporción de personas empadronadas con relación a la población de esa edad ha pasado del 60% en el 2001 al 94% en el 2021.

Gráfico 5. Participación electoral y cantidad de empadronados de jóvenes de 18 a 29 años. En porcentaje sobre inscriptos en el RCP y población

Fuente: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) y del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Un detalle no menor es que en 2021, gracias a la competencia entre candidatos en las listas provocada por el desbloqueo, se ha roto una tendencia que venía siendo constante desde 2001. Es que por primera vez la participación juvenil en unas elecciones municipales superó el índice de participación de la elección general previa (Gráfico 6). Esto se da independientemente de si la referencia tomada es el padrón nacional o la población. Este fenómeno alberga las esperanzas de observar una elevada participación juvenil en las generales del año que viene, aspecto de suma importancia ya que los jóvenes concentran el 31% del electorado (1.457.822 electores), del cual 53% son independientes, según el padrón nacional de octubre de 2021.

Gráfico 6. Participación electoral de personas de 18 a 29 años. En porcentaje sobre población

Fuente: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) y del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Lo expuesto hasta aquí nos permite refutar la idea de que los más jóvenes, ya sea por desinterés o apatía, votan cada vez menos. Aunque el grupo continúa con una participación menor al promedio, es de destacar que ha sido el de mayor aumento, acortando sensiblemente las brechas de participación.

¿Qué se puede hacer para incentivar el voto? Una parte ya se ha hecho. Con la inscripción automática se han removido las barreras para el empadronamiento, obstáculos que afectan desproporcionadamente a los jóvenes, ya que la evidencia disponible sugiere que son los más propensos a desistir de votar ante esos inconvenientes. Removido ese impedimento hoy muchos pueden hacerlo. Y lo hacen, como lo demuestran la evidencia y los números crecientes en nuestro país, luego de la implementación de la inscripción automática.

Pero la facilidad de inscripción no lo es todo. Otro asunto de relevancia —con efecto de largo plazo en el fomento del sufragio— es la educación cívica. Pero no como se la implementa hoy, reducida a un mero ejercicio de memorización de hechos históricos, normas cívicas y reglas de gobierno. Investigaciones existentes demuestran que este enfoque, simplemente, no redunda en mayor compromiso cívico. Lo que sí resulta son las prácticas de enseñanza en aula que permiten que los jóvenes debatan y aprendan sobre temas políticos contemporáneos. El involucramiento activo en estos temas antes de cumplir los 18 años aumenta la probabilidad de votar. Además, permite que los jóvenes aumenten sus conocimientos y desarrollen habilidades como, por ejemplo, comunicarse de manera efectiva con alguien que tiene puntos de vista diferentes, desarrollando la confianza de un joven en su propia capacidad para participar.

Tenemos entonces que combinar la inscripción automática con un método de enseñanza que facilite la participación cívica de los jóvenes desde las aulas puede resultar valioso para una participación posterior. Después de todo, el voto es un hábito que debe ser incentivado y, como toda rutina, los momentos más difíciles son los iniciales.

Imagen de portada: New York Times

 

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