Elecciones 2023

Javier Milei y Payo Cubas. Contrapuntos


Por Lorena Soler *

Argentina y Paraguay comparten una larga historia en común. Además de la Guerra de la Triple Alianza, la muerte de Sarmiento, el exilio y la vuelta de Perón, la devolución de los trofeos de guerra, los exilios políticos y la transnacionalización culinaria, compartieron en el tiempo reciente dos presidentes empresarios (Mauricio Macri y Horacio Cartes) como parte del repertorio que ofrecen las nuevas derechas. En la coyuntura actual, dentro de ese mismo repertorio, aparecen en el escenario electoral del 2023, dos candidatos extrapartidarios a presidente, Javier Milei y Payo Cubas, que revisten algunas singularidades que me gustaría remarcar.

En primer lugar, ambos son causa y no consecuencia de un sistema político que tiene poco para ofrecer y de un desorden mundial que presta difusos modelos liberales o democráticos para emular. Son parte de lo que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt han llamado la muerte de la democracia y que muy bien ya reseñó en este mismo espacio Marcos Pérez Talía. En este escenario entonces, ¿en qué se asemejan y en qué se diferencian el actual diputado Javier Milei de Argentina y el exsenador Payo Cubas de Paraguay?

Ambos candidatos políticos se presentan con núcleos discursivos centrados en la denuncia a la clase política o la “casta”. Para luchar contra ella, persiguen reducirla a su mínima expresión, a costa incluso de cerrar instituciones básicas de las democracias representativas y reducir la burocracia estatal. En la perspectiva de ambos, ser parte de esas instituciones rebasa un doble problema moral: por un lado, implica ser parte de un aparato corrupto que infecta a los sujetos; por el otro, hay un costo económico de ese sistema parasitario que es acompañado de privilegios que se financian con el “hambre del pueblo”. Mientras que Milei señala que “los parásitos de la política se esconden detrás de los pobres”, Payo Cubas plantea la pena de muerte para los corruptos.

Milei y Cubas presentan una dicotomía entre hombre común vs. hombre político (como si todos no lo fuéramos), concentrando los problemas de la disfuncionalidad social en las instituciones de la república o del régimen democrático. De ser necesario, plantean el cierra del Congreso y concentrar las decisiones en el Poder Ejecutivo, sin descartar el uso de las fuerzas de seguridad.

ambos muestran que se puede hacer y transformar una realidad que, por momentos, parece diseñada por el coaching de los focus group. Todos guionados. Frente a esto, tanto Payo como Milei presentan fórmulas, que pueden resonar mágicas, pero ¿qué es la política sino la posibilidad de ofrecer ilusiones? Podría decirse que, finalmente, el realismo político se comió la campaña. Y la alternativa es fálica.

Ambos también se presentan como outsiders, aunque son parte de la clase que vienen a denunciar. Payo es un político de larga data: Diputado (1993-1998), candidato a Gobernador de Alto Paraná (1998) y candidato a Intendente de Ciudad del Este (2001). Fue electo Senador en el 2018.  Pero, para el relato en el cual se inserta, tiene a su favor haber sido expulsado de la Cámara de Senadores (2019). Ese plus de legitimidad le permite decir: estuve ahí pero no soy como “ellos”, tanto que me debieron expulsar. Milei, es economista del sector financiero y en su carrera política fue periodista de diarios y radios, recientemente actor y desde 2019 creó su propio partido. En el 2021 fue candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y se convirtió en la tercera fuerza del distrito, después de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos.

Es llamativo que en ningún caso los problemas que observan como disfuncionales sean atribuibles a las elites económicas (los empresarios o los terratenientes o cualquier otro sujeto económico dominante), resguardando la “culpabilidad” a la clase política y la burocracia estatal. Tal vez, resida ahí la idea de la meritocracia: que el hombre en el mundo privado cosechó, a diferencia del hombre en la esfera pública, los esfuerzos personales de su fortuna. No obstante, acá Payo Cubas se diferencia de Javier Milei al presentar un abanico de medidas tendientes a generar un orden social más igualitario.

Cubas plantea un discurso nacionalista contra los llamados brasiguayos (referente a los paraguayos de origen brasileño que se apropian de tierras y se dedican a la agricultura intensiva), propone crear impuestos a la renta de actividades agropecuarias y un gravamen a la exportación de commodities. Se revindica además heredero de la tradición colorada como “anarquista romántico, republicano y nacionalista”.

En contraste, mucho menos heterodoxo, Milei es un candidato más preocupado por ser aceptado por el mundo del establishment económico -de donde proviene- y busca el altar en recetarios vetustos de un neoliberalismo en desuso. Dolarización de la economía, cierre del Banco Central y eliminación de todos los impuestos que “son un robo”.

Los contrapuntos también van a los estilos y envergaduras de sus campañas. Payo Cubas no exhibe una gran inversión de dinero y las redes sociales han jugado a su favor. Cosecha un récord de seguidores en TikTok y eso muestra su capacidad de interpelar a determinados sectores sociales y etarios. No tiene, como Milei, cadenas nacionales en los medios de comunicación afines. No viste con traje de moda, no tiene asesores ni peluqueros y no vive en la zona más rica de la ciudad. Tampoco financia sus campañas y aumenta su fortuna personal con invitaciones en dólares o como un influencer. Payo Cubas, es hijo de un militar, viste de negro austero, siempre de negro y hace hamburguesas en la calle para financiar su candidatura. Es su propio hacedor con un celular en la mano, de vivos en vivos, se saca fotos con los ciudadanos de a pie y relata de memoria los precios de cada corte de carne. El nombre de cada uno de sus movimientos exhibe esta diferencia que, al mismo tiempo, sirve de consigna para estos políticos rupturistas: “La Libertad Avanza” se denomina la plataforma de Milei, mientras que el movimiento Cubas fue nombrado “Cruzada Nacional”.

Desde el canal de noticias “La Nación Mas”, Milei le habla a la elite argentina y participa de los bunkers de empresarios a quienes trata de convencer, mientras prepara shows con capa negra para los jóvenes a los cuales les ofrece libertad. Muy diferente es Payo Cubas, que no busca ese electorado. Supo crearse la figura de un político que enfrenta abiertamente a un sistema podrido, cuyo único medio disponible para luchar es “poner el cuerpo” -pintar grafitis en la fiscalía y casas de políticos sospechados de corrupción, defecar en el despacho del juez, entre otras acciones directas-. Así, la declaración de Payo “el cinto será el símbolo de la revolución”, pasó a ser la frase magnífica para un electorado hastiado.

Sin embargo, más allá de sus interlocutores, es muy probable que ambos candidatos cosechen sus votos de los mismos sectores sociales, aquellos a los cuales, en efecto, los candidatos partidarios no han podido interpelar. Cubas y Milei terminarán reuniendo las voluntades de un sector social de ciudadanos que observan cómo se degradan sus ingresos y bienestar, y miran cada vez con más desconfianza las formas de funcionamiento de las instituciones públicas y representativas clásicas que fracasan en el cumplimiento de sus funciones.

Ambos candidatos son, en algún sentido, el resultado de la pérdida de un horizonte común, de un posible colectivo, de consensos básicos rotos y de ciertas respuestas que las democracias liberales dejaron de hacer. Son activistas políticos que saben leer ese malestar y lo transfiguran en capacidades electorales con resultados inciertos. Porque la derecha, como ya fue dicho por Pablo Stefanoni, se presenta con “modelos rebeldes” mientras la izquierda, y sus derivaciones, mira atónita el desmelenamiento de los últimos resabios de un Estado que supo presentar alguna ambición bienestarista.

Payo y Milei, son aspirantes para gobernar y presentan consigas muy atractivas, frente a la impotencia de otros candidatos y de los oficialismos que suelen argumentar largamente el “porqué no han podido”. En ambos exponentes se suspenden los condicionamientos estructurales, ya sean de la pandemia, de la deuda externa, de los sindicatos o de los movimientos sociales. Ante el imposibilísimo, ante el Homus Resignatus que inunda nuestro sentido común, al decir de Lucas Rubinich, ambos muestran que se puede hacer y transformar una realidad que, por momentos, parece diseñada por el coaching de los focus group. Todos guionados. Frente a esto, tanto Payo como Milei presentan fórmulas, que pueden resonar mágicas, pero ¿qué es la política sino la posibilidad de ofrecer ilusiones? Podría decirse que, finalmente, el realismo político se comió la campaña. Y la alternativa es fálica.

* Docente e investigadora de CONICET, UBA y IEALC.

Imagen de portada: Roberto Goiriz

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