Elecciones

El Partido Colorado: una potencia de fuerzas divididas


Por Fernando Martínez Escobar.

La fuerza electoral obtenida por el Partido Colorado (ANR) en las elecciones del 30 de abril ha reavivado la idea sobre la unificación de la ANR en el gobierno, pero la idea de la unidad partidaria es un mito que lleva casi 40 años. El régimen de Alfredo Stroessner tenía a la unidad partidaria como una de las bases sobre la que sustentaba su permanencia, pero esa unidad comenzó a resquebrajarse luego de la convención colorada de 1984; alcanzó el pico de no retorno en la convención de 1987 y finalmente desembocó en la alianza entre un sector de las FFAA y el movimiento Tradicionalista Colorado que derrocó a Stroessner el 3 de febrero de 1989.

Minutos antes del final del gobierno de Stroessner, se escuchó la voz del General Andrés Rodríguez Pedotti amplificada por las radios del país que comunicaba la intención de unificar al Partido Colorado en el gobierno. Un nuevo régimen estaba naciendo. Pocas horas después, se supo que Rodríguez era el principal conductor de una parte de las Fuerzas Armadas y del Partido Colorado para asestar un golpe de estado a la otra parte de las Fuerzas Armadas y del Partido Colorado.

Si bien la proclama de Rodríguez hablaba de la unificación del Partido Colorado en el gobierno, el futuro fue distinto. Para sorpresa de muchos, fue la división y no la unidad la que garantizó la fortaleza y la continuidad del partido en el gobierno.

El pasado 30 de abril de 2023, la ANR obtuvo una de sus mejores victorias; mayoría propia en ambas cámaras del congreso, 15 o 14 gobernaciones -la gobernación de Concepción está en disputa- de las 17 gobernaciones del país y una gran ventaja electoral de su candidato a presidente sobre los candidatos de la oposición.

Una mirada rápida podría convencernos de que la proclama de Andrés Rodríguez encontró su curso casi 35 años más tarde. La unidad del Partido Colorado en el gobierno, al fin parece posible. Después de todo, con los resultados de las elecciones, la ANR bien podría prescindir del resto de los partidos políticos, tanto para conducir la política paraguaya como para aprobar leyes.

Sin embargo, el Partido Colorado ya demostró que unidad electoral no es igual a unidad en el ejercicio del poder. Las últimas décadas ya expusieron que la ANR es una potencia de fuerzas divididas. Dicho de otra manera, la división interna de la ANR, en función de gobierno, hasta ahora ha sido inevitable y todo parece indicar que ese podría ser el camino para el periodo 2023-2028. Veamos porqué.

Cuatro días después de las elecciones del 30 de abril, el senador Oscar “Cachito” Salomón decía: “No queremos trabajar como una aplanadora colorada, nosotros queremos trabajar con todos los sectores”. Apenas unas horas más tarde, luego de una reunión entre senadores electos del movimiento interno colorado Fuerza Republicana, el senador anunciaba la creación de un bloque dentro del senado con aspiraciones a convertirse en un nuevo movimiento interno para el siguiente periodo constitucional. Por su parte, el viernes 12 de mayo, los diputados colorados electos, cercanos al movimiento Fuerza Republicana, también anunciaron que seguirán el camino de sus pares del senado.

A simple vista, cualquiera podría ver en la intención de “trabajar con todos los sectores políticos” el resultado de un comportamiento democrático que mantiene una consideración especial hacia las minorías políticas. Se podría hasta interpretar que sectores del Partido Colorado decidieron compartir el poder. Pero esta no es una cuestión de simple voluntarismo político, sino de lucha pragmática por el poder, asentada en la forma de funcionamiento del sistema de partidos construido luego de 1989 en el Paraguay.

Desde el derrocamiento de la dictadura de Alfredo Stroessner en 1989, ningún movimiento interno, ni líder político pudo lograr el monopolio del ejercicio del poder. Por el contrario, el contrapeso de poder, entre los movimientos internos de la ANR, fue una de las respuestas adaptativas a la disputa por el poder político institucional, tanto dentro del Partido Colorado como a nivel gubernamental. Por lo que, en cada periodo, los movimientos de la ANR construyen un equilibrio de fuerzas débiles al interior del partido, es decir, apuestan a dividir el poder como estrategia para retener al menos una parte de ese poder y al mismo tiempo convertirse en opción de poder gubernamental en el siguiente periodo electoral.

A su vez, ese contrapeso entre los movimientos se logra en la constante disputa por el nunca alcanzado control partidario.  Por lo que, para ganar preeminencia al interior de su propio partido y a nivel nacional, los movimientos de la ANR recurren a alianzas con los partidos de la oposición.

En este sentido, como ya mencionamos más detalladamente en dos artículos publicados hace unos años, uno de los primeros ejemplos de la nueva dinámica del sistema de partidos se generó en septiembre de 1989, es decir, al inicio de la transición a la democracia. Los movimientos colorados “ex Contestarios” y “Generación Intermedia” se aliaron a la oposición y con 11 votos del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y 2 del Partido Revolucionario Febrerista (PRF) lograron evitar que los “tradicionalistas”, liderados en ese momento por Luís María Argaña, Juan Ramón Chaves y Edgar L. Ynsfrán, tuviesen todo el control de la Junta Electoral Central (JEC), antecesora del actual Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).

Desde entonces los movimientos colorados fueron realizando numerosas alianzas con la oposición para acumular fuerza frente a los propios movimientos internos de la ANR y mantener una parte del poder partidario. Se han armado varias alianzas que fijaron el rumbo de la historia, como la regla de no reelección presidencial, producto de la alianza del sector tradicionalista con la oposición durante la Asamblea Nacional Constituyente, para impedir la reelección del presidente Andrés Rodríguez. La prohibición de la reelección no fue solamente producto de un “temor” a lo que sucedió durante la dictadura, como suele creerse, sino, como lo afirma Bader Rachid Lichi en “Presidencialismo y transición democrática” de Myriam Yore, también fue un resultado directo de la rivalidad entre los dirigentes colorados Argaña y Rodríguez al inicio de la transición. La no reelección impidió la continuación de Rodríguez en la presidencia y se constituyó en una de las reglas de juego que han impactado directamente en la distribución y dinámica del poder en Paraguay.

Otros ejemplos de acuerdos entre movimientos colorados y opositores respecto a definiciones de reglas de juego y distribución de espacios de poder los encontramos en el pacto de gobernabilidad a comienzo de los años 90 bajo el gobierno de Juan Carlos Wasmosy, en la salida de las Fuerzas Armadas del poder político institucional luego del marzo paraguayo de 1999, en las alianzas para la distribución del poder en las cámaras del Congreso, así como en la distribución de cupos en la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público, el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, el Tribunal Superior de Justicia Electoral, entre otros.

el Partido Colorado ya demostró que unidad electoral no es igual a unidad en el ejercicio del poder. Las últimas décadas ya expusieron que la ANR es una potencia de fuerzas divididas. Dicho de otra manera, la división interna de la ANR, en función de gobierno, hasta ahora ha sido inevitable y todo parece indicar que ese podría ser el camino para el periodo 2023-2028.

Existe una situación que podría alterar la histórica dinámica de cooperación y competencia de los partidos. Debido a la emergencia sanitaria por el COVID, las elecciones municipales fueron realizadas un año más tarde, en tanto que las elecciones por cargos partidarios de la ANR se realizaron recién en diciembre de 2022, en coincidencia con las internas presidenciales. Esto quiere decir que las elecciones municipales y las partidarias, que eran tenidas como intermedias durante el segundo año de todo mandato presidencial, pasaron al tercer año (se las espera en 2026), por lo cual es posible que los movimientos internos de la ANR busquen bajar la intensidad de sus disputas internas, ya que se retrasará la necesidad que tienen de acumular fuerza electoral.

No obstante, otro factor que puede acelerar las divisiones es la situación del presidente de la ANR y líder del movimiento Honor Colorado, Horacio Cartes, quien está bajo la mirada de los Estados Unidos y sobre quien se podría dar un pedido de extradición o exigencias específicas de EEUU al gobierno de Peña. Esa situación podría producir el alejamiento del presidente electo de su mentor e impactar de lleno en el Movimiento Honor Colorado.

Quizás sea por eso que sectores del Partido Colorado recuerdan a Peña que Fuerza Republicana ha resultado socio mayoritario en su victoria. A partir de lo cual plantean dos caminos: por un lado, empujan la conformación de un bloque independiente a Honor Colorado dentro de la ANR bajo la idea de mantener, por el momento, una división de baja intensidad sin carga identitaria. Por otro lado, se orientan a disputarle a Honor Colorado la capacidad de incidir en el presidente electo. Una especie de pugna por un todavía inexistente “Peñismo” que, también habrá que ver, si se termina formando.

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