Sabrina Rubellin *
La postura de Javier Milei frente a la Agenda 2030 y el Pacto por el Futuro 2045 propuesto recientemente por las Naciones Unidas, refleja un enfoque que se distancia de los consensos internacionales sobre el desarrollo sostenible. Al desestimar estos marcos, Milei se posiciona con una crítica que se enfoca en lo que considera una agenda política supranacional, oponiéndose a lo que califica de “socialismo” en las propuestas globales. Esto deja a la Argentina a contramano de lo que firmaron 192 países, alejándose de una tradición diplomática, pero a la vez posiciona al actual presidente como líder indiscutido de la ultraderecha. Esta situación plantea aún más interrogantes sobre su visión y propuesta de una alternativa viable para Argentina, especialmente en un contexto donde la pobreza, el hambre y la desigualdad son problemas acuciantes.
Las metas de la Agenda 2030 buscan poner fin a la exclusión económica y apuntan a promover una mayor igualdad de género y justicia social. Estos objetivos son fundamentales para un desarrollo sostenible y equilibrado. La crítica de Milei hacia estos enfoques parece centrarse en un temor a que estas iniciativas impongan un modelo que él considera inadecuado para las realidades argentinas.
“Las 5 P del Desarrollo” sobre las que se basa la Agenda 2030 plantean una serie de objetivos. Entre ellos, poner fin a la pobreza y el hambre en todas sus formas y asegurar la dignidad e igualdad de todas las personas; proteger los recursos naturales del planeta y combatir el cambio climático para asegurar un ambiente digno para las futuras generaciones; prosperidad al asegurar que todos puedan disfrutar una vida plena en armonía con la naturaleza; paz al fomentar sociedades pacíficas, justas e inclusivas; y alianzas (partnership) para implementar la Agenda 2030 a través de alianzas globales sólidas.
Desentenderse de estos compromisos podría comprometer el futuro del país, limitando su capacidad para beneficiarse de un marco global de colaboración que busca aliviar las crisis actuales y prevenir futuras amenazas.
Pero si el gobierno de Javier Milei está en contra de esta visión de desarrollo, es esencial cuestionar qué alternativas se presentan desde su administración para abordar los problemas estructurales que enfrenta el país. La falta de propuestas concretas en relación con la erradicación del hambre, la reducción de la pobreza o desigualdad evidencia una carencia en el discurso que se ancla principalmente en la oposición a términos, más que en la formulación de soluciones efectivas.
La postura de Milei contrasta con la creciente necesidad de cooperación internacional y políticas inclusivas que tengan en cuenta las interconexiones globales en temas como el cambio climático, la pobreza y la desigualdad. Desentenderse de estos compromisos podría comprometer el futuro del país, limitando su capacidad para beneficiarse de un marco global de colaboración que busca aliviar las crisis actuales y prevenir futuras amenazas.
Ahora bien, ¿qué pasa con el tema de género? Uno de los principales puntos de oposición del gobierno de Javier Milei es el fuerte impulso que la Agenda 2030 propone para reducir la desigualdad de género. Los movimientos antigénero, que operan a nivel mundial, alimentan la creencia de que las cuestiones de género representan una amenaza significativa para las familias, las culturas y la civilización, demonizando las luchas por la igualdad.
Pero Milei se equivoca rotundamente, incluso en términos económicos, el lenguaje que al actual presidente le gusta manejar. Ocurre que está demostrado que la igualdad de género no solo es un imperativo moral, sino también un factor crucial para el desarrollo económico y social de cualquier nación. Varios estudios evidencian que empoderar a las mujeres y garantizar su igualdad en el acceso a oportunidades laborales, educación y salud es fundamental para reducir la pobreza y fomentar sociedades más estables y prósperas. Sin embargo, el enfoque del gobierno de Milei en este aspecto ha generado preocupación. Al no incorporar la igualdad de género en su agenda, se deja de lado una perspectiva que podría mejorar significativamente la calidad de vida de amplios sectores de la población.
Además, la retórica y las políticas que promueven la discriminación o que no abordan los derechos de la comunidad más vulnerabilizada solo perpetúan la desigualdad y la exclusión. Las mujeres, las personas LGBTQ+ y otros grupos marginalizados suelen experimentar tasas de pobreza desproporcionadas debido a la falta de oportunidades y a la discriminación en el acceso a recursos y empleo.
La construcción de una sociedad que priorice la igualdad, la inclusión de la población y la reducción de la pobreza y la desigualdad debe estar en el centro de cualquier plan de desarrollo.
El rechazo de la Agenda 2030 y de sus postulados por parte del gobierno actual implica un retroceso en los avances logrados en Derechos Humanos y en la lucha contra la desigualdad. En lugar de abandonar estos compromisos internacionales, Argentina debería buscar integrarlos en su propia estrategia de desarrollo.
La construcción de una sociedad que priorice la igualdad, la inclusión de la población y la reducción de la pobreza y la desigualdad debe estar en el centro de cualquier plan de desarrollo. En última instancia, la verdadera fortaleza de una nación radica en su capacidad de integrar y valorar a todos sus habitantes, independientemente de su género, orientación sexual o condiciones socioeconómicas.
Las propuestas de Milei están destinadas al fracaso, ningún gobierno ha salido de una crisis como la actual solamente proponiendo déficit cero, equilibrio fiscal, promoción de la especulación financiera y disminución del riesgo país. Queda claro que, con estas recetas, ya gastadas, la Argentina de Milei no tiene ni tendrá futuro.
*Dra en Ciencias Sociales (UBA)
*Foto de portada: Imagen: Mídia NINJA (CC BY-NC 4.0).