Carla Zita Zorzón *
En el balotaje presidencial del 19 de noviembre de 2023, Argentina eligió a Javier Milei, marcando un giro histórico hacia la extrema derecha. En un contexto de inflación interanual del 197%, una tasa de pobreza del 40.1% y una contracción económica prevista del 3,5%, Milei recibió el 56% de los votos con una campaña antisistema que proponía soluciones radicales a problemas económicos que los partidos tradicionales no habían logrado resolver durante décadas.
El nuevo presidente asumió el 10 de diciembre de 2023 en medio de un clima polarizado, donde las expectativas de cambio se mezclaban con un temor creciente sobre su enfoque de “libre mercado”. Al iniciar su mandato, Milei advirtió que la situación empeoraría antes de mejorar, con su conocida frase “no hay plata” como lema de austeridad.
Así, comenzó a implementar una “terapia de shock”, incluyendo la devaluación de la moneda argentina en un 50% frente al dólar estadounidense. Su estrategia se enfocó en reducir el gasto público de forma drástica: paralizando la obra pública, licuando las jubilaciones, cerrando ministerios, mientras los beneficios sociales se mantenían de forma limitada.
Según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP), entre enero y septiembre de 2024 el gasto público se redujo un 30,1% en términos interanuales ajustados por inflación. Este ajuste, sin precedentes en la historia reciente del país, tuvo un impacto profundo en el tejido social y económico. Aunque el gobierno incrementó en un 8,6% la Asignación Universal por Hijo (AUH) en septiembre, este aumento no fue suficiente para contrarrestar los efectos del recorte generalizado en otras áreas.
Como resultado, la pobreza aumentó hasta alcanzar el 52,9%, con casi un quinto de la población en situación de indigencia. Esto significa que más de 15 millones de argentinos viven hoy por debajo de la línea de pobreza, un incremento significativo desde el 41,7% previo al mandato de Milei. Este contexto de austeridad ha generado una ola de tensiones sociales, mientras el presidente insiste en que los ajustes son necesarios para sanear la economía, contando con el respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de inversores extranjeros, aunque el costo social ha sido muy alto.
En el ámbito político, el gobierno ha hecho de la polarización una herramienta de gobernanza. Ha optado por una estrategia que enfatiza una batalla simbólica contra “la izquierda” y el “marxismo cultural”. Al criticar lo que considera un sistema burocrático costoso e ineficiente, el gobierno apunta a desmantelar lo que llama “la casta” política y ha arremetido contra los derechos sociales. En su visión, los gastos en cultura y ciencia son innecesarios, e incluso ha argumentado que la inversión en estos sectores es un despilfarro.
Este enfoque se ha traducido en recortes en la financiación de la salud, la educación y la cultura. El gobierno ha vetado la Ley de Financiamiento a Universidades Nacionales, generando manifestaciones masivas en defensa de la educación pública. La idea de Milei es avanzar hacia un sistema de educación privatizado, bajo el argumento de que la competencia del mercado es más eficiente. De manera similar, ha cerrado programas como el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi) y el Ministerio de la Mujer, argumentando que la perspectiva de género se ha utilizado “como negocio de la política” y contribuye a destruir los valores de la sociedad.
Los programas de igualdad, impulsados durante la última década, también han sido desmantelados. Milei ha criticado duramente el feminismo y ha negado la existencia de la brecha salarial de género, que en Argentina se estima en un 25%. Además, eliminó el Programa Registradas, que formalizaban a trabajadoras domésticas, dejando a miles de mujeres sin el respaldo que habían logrado en los últimos años.
En cuanto a la política internacional, el presidente argentino ha adoptado un estilo confrontativo. Ha tenido tensiones con países como España, Brasil, Venezuela, y México, protagonizando incidentes diplomáticos. Durante su primer año, se ha enfrentado con el presidente español Pedro Sánchez, al que insultó públicamente, y ha acusado al mandatario brasileño, Lula da Silva, de ser “comunista y corrupto”. Estos incidentes, si bien han reforzado su imagen entre sus seguidores, han aislado a Argentina de algunos de sus socios estratégicos de la región.
Sin embargo, también ha buscado alinear a Argentina con figuras del mundo empresarial y tecnológico, como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Sam Altman. Aunque esta cercanía le ha permitido proyectar una imagen de “rockstar”, hasta ahora no se ha traducido en inversiones significativas para el país.
En su último discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Milei reiteró su rechazo a las políticas progresistas de la ONU, al tiempo que reafirmó su respaldo incondicional a Israel, lo que ha suscitado críticas por la falta de balance en su política exterior.
En su cruzada por el libre mercado, el mandatario parece ignorar el papel que las políticas estatales han tenido en fomentar la innovación. Las condiciones que permitieron el surgimiento de Silicon Valley fueron posibles gracias a inversiones estatales en ciencia y tecnología. De igual forma, el crecimiento de empresas como Mercado Libre, fundada por el argentino, Marcos Galperín, fue facilitado por leyes de promoción estatal, como la Ley de Software (2004). Lejos de desmerecer su capacidad y talento, la historia de éxito de Galperín, como la de muchos otros, está ligada a un ecosistema de incentivos promovido por el Estado, que Milei ahora busca desarticular.
La victoria del presidente libertario ha sido interpretada como un mensaje de hartazgo de la población hacia las políticas tradicionales, en un momento en que la desesperación económica es palpable. Sin embargo, las medidas de austeridad extrema y la eliminación de derechos sociales han dejado un país profundamente dividido.
A medida que el primer año de su mandato llega a su fin, la gran pregunta es si su enfoque de “motosierra” logrará estabilizar la economía o si, por el contrario, Argentina continuará sumida en una crisis económica y social, con un nivel de desigualdad y polarización aún más profundo.
*Lic. en Periodismo y Comunicación Social (FHUC-UNL). Maestranda en Estudios Electorales (UNSAM).