Redefiniendo el Sueño Americano: las deportaciones masivas de Trump y el rol vital de los migrantes en la sociedad estadounidense
Dra. Lucila Nejamkis*
Las deportaciones masivas son uno de los pilares de la política migratoria en la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos. Al abordar este fenómeno, es crucial entender por qué no es viable expulsar a todos los migrantes, además de reconocer la significativa contribución de estos no solo a la economía de Estados Unidos sino también a su conformación como nación. En este contexto, las respuestas de la presidenta de México Claudia Sheinbaum, el presidente de Colombia Gustavo Petro y el presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, junto con el apoyo popular manifestado por celebridades como Selena Gomez, ofrecen perspectivas variadas sobre un tema controvertido que también nos invita a reflexionar sobre la posibilidad de nuevos consensos en derechos humanos a nivel global.
Solo cuatro días después de la toma de posesión del nuevo mandato de Donald Trump, las autoridades de Estados Unidos detuvieron y expulsaron a migrantes indocumentados en lo que la Casa Blanca presentó como “la operación de deportación más grande de la historia”. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) llevó a cabo más de 680 redadas en todo el país, enfocándose principalmente en inmigrantes de México, Guatemala y El Salvador. Herramientas políticas como el programa Secure Communities, que comparte información entre agencias locales y federales, y un aumento significativo en el presupuesto para ICE, son esenciales para implementar estas acciones.
Aunque con este tipo de actos el presidente Trump busca proyectar un discurso de “orden y seguridad”, esta visión simplificada omite la complejidad y la importancia de los migrantes para la economía y el tejido social del país.
Desde un enfoque práctico, la economía de EE. UU. se beneficia enormemente de la migración. Según un informe del Center for American Progress, para el año 2020 los inmigrantes representan aproximadamente el 17% de la fuerza laboral del país y contribuyen con alrededor de $1.6 billones al Producto Interno Bruto (PIB) anual. Esto pone en perspectiva la dependencia económica del país respecto a esta población.
Además, los migrantes no solo ocupan puestos de trabajo que otros no quieren, sino que también están en la vanguardia de sectores clave como la tecnología, la salud y la agricultura. Por ejemplo, casi el 70% de los trabajadores agrícolas son inmigrantes. Sin ellos, la producción de alimentos y los precios se verían seriamente afectados. A su vez, muchas industrias estadounidenses podrían ser gravemente afectadas. Un estudio de la Fundación Nacional para la Política Económica destaca que, en la actualidad, aproximadamente el 25% de las startups de tecnología en el Silicon Valley tienen fundadores inmigrantes. Este fenómeno subraya cómo la diversidad cultural y profesional impulsa la innovación y el crecimiento económico del país, haciendo evidente que los migrantes son parte esencial del sueño americano.
Si bien Trump prometió durante su campaña deportar a millones de inmigrantes indocumentados, los expertos entienden que una tarea de esta magnitud resulta logísticamente inviable. Según estimaciones del Pew Research Center, en 2019 había cerca de 10.5 millones de inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos. Deportarlos a todos no solo requeriría un esfuerzo monumental en recursos humanos y financieros, sino también implicaría romper millones de familias y violar derechos fundamentales.
Líderes latinoamericanos como Claudia Sheinbaum, Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva han criticado las políticas de deportaciones masivas de Trump, calificándolas como medidas deshumanizantes y contrarias a los derechos humanos. Petro ha enfatizado la necesidad de abordar las causas estructurales de la migración, como la desigualdad y la violencia, en lugar de penalizar a quienes buscan una vida mejor. Por su parte, Lula ha subrayado la hipocresía de estas políticas en un país como Estados Unidos, que históricamente ha dependido de la inmigración para su desarrollo. “Los migrantes no son el problema; son parte de la solución”, declaró Lula en una reciente cumbre regional.
En contraposición a la deshumanización de la gestión de Trump, la presidenta de México destacó la importancia de la estrategia ‘México te abraza’. Esta iniciativa tiene como objetivo asistir y proteger a los mexicanos desde el consulado en Estados Unidos, así como ofrecer recepción y apoyo en los seis estados fronterizos. Además, se enfoca en la reintegración de los deportados en sus comunidades de origen.
Por su centralidad, esta temática excede los recintos políticos y se mete en la vida cotidiana de toda la población estadounidense. Hasta la actriz y cantante Selena Gómez utilizó sus plataformas para hablar sobre la importancia de apoyar a los migrantes. En un video que se volvió viral, destacó cómo las comunidades migrantes enriquecen la cultura estadounidense y cómo los ataques a sus derechos infringen los principios básicos de igualdad y justicia. Sus comentarios iniciaron una conversación más amplia en las redes sociales sobre la percepción pública de los migrantes y la necesidad de políticas inclusivas. Si bien lo anterior, al poco tiempo debió borrar el video por la gran cantidad de agresiones recibidas.
La situación de los migrantes también plantea preguntas críticas sobre los derechos humanos a nivel global. Ante el aumento de las tensiones migratorias, ¿están las naciones preparadas para establecer nuevos consensos que prioricen la dignidad humana? Es fundamental que los gobiernos, no solo en EE. UU., sino en todo el mundo, reconozcan el valor de los migrantes y aborden sus necesidades de manera compasiva y efectiva.
La crisis migratoria no es exclusiva de Estados Unidos; es un fenómeno global que exige soluciones coordinadas. Es necesario plantear nuevos consensos internacionales basados en los derechos humanos, la cooperación y la justicia social. Organizaciones internacionales, líderes políticos y activistas deben trabajar juntos para garantizar que los migrantes no sean tratados como delincuentes, sino como seres humanos con derechos inalienables. En palabras de la activista y escritora estadounidense Angela Davis: “La libertad es una lucha constante”. Y esa lucha incluye a quienes buscan una vida mejor lejos de sus hogares.
*Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Investigadora de CONICET