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La violencia contra las mujeres sí será televisada


 Por Asunción Collante *

La violencia contra las mujeres en Paraguay sigue siendo una problemática persistente y alarmante. En los últimos años, no ha habido una disminución significativa en la prevalencia de este flagelo. Las estadísticas oficiales revelan cifras desalentadoras que reflejan la magnitud del problema y las graves consecuencias que este tiene en la vida de las mujeres. Según la Encuesta Nacional sobre la Situación de las Mujeres en Paraguay (ENSIMUP) realizada en el 2021, el 78,5% de las mujeres mayores de 18 años ha sufrido violencia psicológica, física, sexual y económica al menos una vez en su vida. Si bien estas cifras son verdaderamente escandalosas, ni siquiera reflejan la totalidad de la problemática, ya que no incluyen las 11 formas de violencia adicionales que reconoce la Ley 5777, entre las que se encuentran la violencia simbólica y mediática. Estas formas de violencia, a menudo son las menos visibles porque no se manifiestan de forma explícita y pasan desapercibidas como actos cotidianos y normalizados en las relaciones entre hombres y mujeres.

Para el sociólogo francés Pierre Bourdieu (2000) la dominación masculina, o el patriarcado, constituyen el mejor ejemplo de violencia simbólica al naturalizar la desigualdad entre hombres y mujeres. Esta forma de violencia posee la particularidad de presentarse como natural y “se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento”.

Para comprender la producción y circulación de lo simbólico, los medios de comunicación se erigen como uno de esos caminos. Son ejemplos las publicidades que presentan a las mujeres como objetos sexuales o como meras cuidadoras del hogar. La cobertura mediática de casos de feminicidios que victimiza y revictimiza a las mujeres también es una forma de ejercer violencia simbólica. Así lo ha demostrado el Observatorio Lupa Lila, que analiza cómo los diarios digitales presentan las noticias sobre feminicidios. Los resultados demuestran que del 2019 al 2021 las mujeres asesinadas han sido siempre retratadas y reducidas a estereotipos ligados a la relación con el victimario.

El 78,5% de las mujeres mayores de 18 años ha sufrido violencia psicológica, física, sexual y económica al menos una vez en su vida.

Además, los diarios cometen constantemente violencia simbólica cuando se enfocan en dar detalles de la vida socioafectiva y privada de la mujer, detallando la cantidad de hijos que tenían con sus exparejas. En palabras de la abogada argentina Estela Arduino (2014), los medios construyen con estos detalles el perfil de mala víctima no sólo para disciplinar a las mujeres que han salido del molde de buena mujer sino para justificar su propio feminicidio.

En Paraguay, la Ley de Protección Integral a las Mujeres sancionada en 2016 reconoce la violencia mediática y simbólica. La mediática es “la acción ejercida por los medios de comunicación social, a través de publicaciones u otras formas de difusión o reproducción de mensajes, contenidos e imágenes estereotipadas que promuevan la cosificación, sumisión o explotación de mujeres o que presenten a la violencia contra la mujer como una conducta aceptable”. En este marco, se entenderá por “cosificación” a la acción de reducir a la mujer a la condición de cosa. La simbólica, en cambio, consiste en “el empleo o difusión de mensajes, símbolos, íconos, signos que transmitan, reproduzcan y consoliden relaciones de dominación, exclusión, desigualdad y discriminación, naturalizando la subordinación de las mujeres”.

Lamentablemente, desde el reconocimiento de estas formas de violencia, los medios de comunicación, y en especial algunos periodistas, han seguido utilizando un lenguaje machista y sexista para agredir a las mujeres, ejerciendo violencia simbólica y mediática frente a miles de personas al aire. Un claro ejemplo es el caso del conocido periodista Enrique Vargas Peña, quién de manera burlona, irónica y misógina ha insultado a las mujeres en varias ocasiones en su programa de gran audiencia “La primera mañana”, emitido por Abc Cardinal y Abc Tv. Todo esto sin recibir sanciones por parte del medio, bajo la excusa de la libertad de expresión.

En el 2019 Vargas Peña agredió a la exboxeadora Pamela Vill, quién había publicado en sus redes sociales el obsequio de un auto nuevo, a lo que el periodista expresó textualmente: “Estoy podrido de que nosotros tengamos que rendir cuentas y de que las putas y los narcos puedan exhibir su plata mal habida”. En 2020, el periodista trató a la selección femenina de fútbol de “perras de mierda, viejas lloronas de mierda e hijas de puta”. La razón es que las jugadoras habían realizado un gesto de protesta en un partido de semifinal por la Copa América, mientras se entonaba el himno nacional. En otro episodio en el 2020, Vargas Peña trató de “basura e hija de puta” a la ex fiscal general del estado Sandra Quiñonez.

Puta es el apelativo más utilizado por este periodista para agraviar a las mujeres. La calificación de puta es siempre destructiva pero, por sobre todo, para la antropóloga Marcela Lagarde “una de las formas de dominio y agresión más importante que pueden realizar los hombres a las mujeres”. Además, afirma que “Ideológicamente se identifica puta con prostituta, pero putas son además, las amantes, las queridas, las edecanes, las modelos, las artistas, las vedettes, las exóticas, las encueratrices, las misses, las madres solas y madres solteras, las fracasadas, las que metieron la pata (…)”.

Sin embargo, el periodista no queda ahí y también se refiere al aspecto físico de las mujeres. Tras el debut de la actriz Lali González en el programa Bailando de Argentina, el periodista realizó un comentario inapropiado diciendo: en cuanto a Lali, también le haríamos una recomendación: un nutricionista. Le vamos a enviar un nutricionista… ah, mejor me callo antes de decir algo de lo que me arrepienta”. Sigue el listado con sus referencias sobre Karol G en Paraguay, como “gordita” y “gordiaca”.

Cabe resaltar que Vargas Peña no es el único periodista que incurre en comentarios inapropiados sobre el físico de las mujeres. El programa “El Repasador”, emitido por Canal 13, también tiene un historial similar de violencia simbólica y mediática contra las mujeres. Inclusive, años atrás se realizó una iniciativa virtual que consistía en firmar una petición para evitar que se sigan produciendo estas violencias. La petición argumentaba, entre otras cosas, lo siguiente: “Son constantes los ataques y persecuciones a mujeres desde ‘El Repasador’, ejemplos como la parodia realizada sobre la Senadora Desireé Masi amenazándola de desaparecer y las constantes agresiones hacia otras mujeres del mundo político, como la senadora Gusinsky o a senadora Lilian Samaniego, son muestras de la misoginia presente en el programa. A pesar del apoyo recibido por el Ministerio de la Mujer a este pedido, cuatro años después, no ha existido cambios significativos que puedan frenar el trato discriminatorio que reciben las mujeres en los medios de comunicación.

Si bien la libertad de expresión es un pilar fundamental de nuestra democracia, no debe confundirse con la libertad de insulto, de empresa ni mucho menos con la libertad de menospreciar derechos.

Ante esta situación repetitiva y grave, resulta importante comprender que, si bien la libertad de expresión es un pilar fundamental de nuestra democracia, no debe confundirse con la libertad de insulto, de empresa ni mucho menos con la libertad de menospreciar derechos. En un país donde la violencia contra las mujeres se ha cobrado la vida de alrededor de 60 mujeres en los últimos dos años, los periodistas deben reflexionar sobre el poder de influencia que tienen e informar, contextualizar y sensibilizar sobre este tema, de manera a contribuir con crear una sociedad más justa y equitativa.

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