Por Joaquín Sostoa*.
Frente al precarizado sistema de salud paraguayo y a la situación del grueso de la población informal, cuentapropista y subempleada, el Estado paraguayo debe establecer un gasto acorde a las necesidades. Básicamente, como la producción civil está parando, y las personas tampoco poseen recursos para consumir, la única producción importante debe ser canalizada al esfuerzo de guerra contra el coronavirus, y esto depende de la capacidad del Estado de movilizar recursos.
Pero la gran pregunta es: ¿cómo pagamos esto? El Gobierno propuso buscar un préstamo en el exterior de hasta un máximo de 1600 millones de dólares, lo que representa el 5% del Producto Interno Bruto (PIB). Los cuestionamientos y dudas no tardaron en llegar. ¿Deudas de nuevo? ¿Acaso eso no quebrará las arcas fiscales en el futuro? ¿Es necesario? Frente al miedo a endeudarse, algunos sectores propusieron la suba de impuestos, y otros el ajuste de gastos considerados superfluos. El punto de este artículo es sugerir que cualquiera de estas dos acciones sería equivocada en el corto plazo; y se proponen otras opciones, no consideradas normalmente: la emisión monetaria sostenible con base en el endeudamiento externo o en el uso de reservas internacionales.
Para entender por qué probablemente ni más impuestos ni corte de gastos sean las mejores opciones, hay que entender cómo funcionan las finanzas públicas. Lo peculiar de las situaciones de guerra o de crisis es que muestran el verdadero funcionamiento de la economía. Todos pensamos que el Estado necesita recaudar impuestos para financiarse. Y que, por ende, si gasta más de lo que ingresa, debe endeudarse. Si no puede pagar su deuda, quebrará. Este es el mismísimo funcionamiento de un hogar. Ahora, ¿acaso el Estado a través de su Banco Central no crea el dinero que después recauda?
Por supuesto, la respuesta es sí. Todos los Estados crean dinero y, como es obvio, un hogar no puede crear dinero. Los Estados son emisores de dinero y los hogares usuarios de dinero. Es por eso que un Estado, técnicamente, nunca puede quebrar en la moneda que él mismo emite, porque posee soberanía monetaria. Aunque todo parezca muy práctico, estas preguntas nos remiten a las visiones sobre la propia naturaleza del dinero.
Entonces, ¿por qué simplemente no emitimos dinero y dejamos de cobrar impuestos? Primero, los Estados tienen restricciones políticas, es decir, leyes, normas y mecanismos institucionales basados en una visión sobre el funcionamiento de la economía. Y segundo, y más importante, aunque los impuestos no financien al Estado, tienen otra función. Si el Estado genera mucho dinero en la economía, hasta un punto en que todas las personas y recursos estén siendo empleadas (pleno empleo), evidentemente, la gran demanda que creará producirá inflación. Para poder reducir la inflación debemos reducir la demanda, lo que nos llevará a cobrar más impuestos y quitar dinero del circuito.
¿Qué podemos aprender de esa inflación? Que el gasto del Estado, con el objetivo de movilizar recursos, tiene un límite y precisamente no son sus ingresos. Son los recursos reales, como la cantidad de trabajadores y máquinas que es capaz de movilizar. Entonces, el gasto del Estado no debe de estar atado a sus ingresos. El Estado debe ir impulsando déficits en momentos de recesión, de forma a que quede más dinero del que sustrae a través de impuestos en la economía, y superávits en momentos de auge, de forma a drenar dinero. Esto se conoce comúnmente como política fiscal contracíclica. Las finanzas del Estado son un medio para movilizar la economía, no un fin en sí mismo que debe financiarse.
Es por eso que normas que limitan el déficit fiscal invariablemente, como la Ley de Responsabilidad Fiscal, no tienen mucho sentido. Condenan al Estado a una austeridad artificial, siendo que existen necesidades que suplir, y le impiden cumplir su rol contracíclico. Lo mismo ocurre con el debate actual. No debemos buscar de dónde conseguir dinero, el dinero solo es una magnitud creada por los Bancos Centrales que moviliza la actividad. En ese sentido, si optamos por cobrar más impuestos, el sector privado quedará perjudicado. No debemos quitarle dinero, sino proveerle. De igual manera, si ajustamos el gasto público, como sector privado nos estamos pisando la cola. Si el Estado deja de gastar, el déficit se reducirá y quedará menos dinero en la economía.
Por supuesto, todo esto es cierto si poseemos soberanía monetaria. Pero la verdad es que los países subdesarrollados no la poseemos en demasía. Las economías subdesarrolladas, al tener que importar básicamente todo lo que necesitan para consumir y producir, necesitan de moneda extranjera, y esto también los lleva a endeudarse en dicha moneda. Por lo tanto, no es suficiente con nuestra moneda local para movilizar recursos, también necesitamos de divisas.
Supongamos que el Estado paraguayo emite un montón de guaraníes. Claramente, no toda la demanda se gastará aquí, pues no producimos todo lo que necesitamos. La gente deberá importar bienes, para lo que necesita divisas. Si todos van a comprar divisas, y esta escasea, su precio subirá. Si esto pasa, importaremos más de lo que exportaremos. Saldrán más divisas de las que entran, y la actividad empezará a frenarse. Y como el Estado no emite divisas, el tipo de cambio se disparará y subirán los precios, generando inflación. Entonces, el pleno empleo no es la principal restricción al gasto en Paraguay, es la escasez de divisas.
Esto nos lleva al inicio del artículo. En los momentos de crisis, como en la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos impulsaron un déficit público de 26% del PIB con estabilidad de precios. El límite real era la inflación producida por el pleno empleo, no sus ingresos. Por lo tanto, en estas situaciones en las que los medios y las formas institucionales pierden validez, solo debemos tener en cuenta las restricciones técnicas al gasto del Estado, que en Paraguay se manifiesta en sus cuentas externas (las divisas). Por lo tanto, hoy el Banco Central debe prestar recursos al tesoro y monetizar el déficit. Mientras el gasto generado por la emisión no haga escasear las divisas, la situación podrá controlarse. Esta situación está autorizada por la Constitución Nacional en el artículo 286.
¿Qué podemos aprender de esa inflación? Que el gasto del Estado, con el objetivo de movilizar recursos, tiene un límite y precisamente no son sus ingresos. Son los recursos reales, como la cantidad de trabajadores y máquinas que es capaz de movilizar. Entonces, el gasto del Estado no debe de estar atado a sus ingresos. El Estado debe ir impulsando déficits en momentos de recesión, de forma a que quede más dinero del que sustrae a través de impuestos en la economía, y superávits en momentos de auge, de forma a drenar dinero. Esto se conoce comúnmente como política fiscal contracíclica.
En síntesis, mientras existan recursos para enfrentar un déficit externo a través de deuda externa o reservas internacionales, la emisión podrá sostenerse en el corto plazo. Hoy, debido a la estabilidad macroeconómica que el Paraguay posee desde hace 15 años, existe margen para emitir moneda y que las divisas no se hagan escasas. Los resultados de cuenta corriente (simplificando: la diferencia entre las divisas que salen y entran) se encuentran siempre entre los mejores puestos de la región. La deuda externa alcanza solo el 24% del PIB y el 45% de las exportaciones. Los servicios de deuda solo son el 15% de las exportaciones y las reservas internacionales rondan el 26% del PIB. Existen recursos para suplir necesidades urgentes y mantener la estabilidad macroeconómica. La deuda externa debe ser pensada con este objetivo, y los “recortes” como reasignaciones eficientes.
*Estudiante de Economía en la Universidad Nacional de Asunción
Fotografía de portada: Milena Coral.