Por Rodrigo Ibarrola
En las últimas semanas, los precios de los combustibles sufrieron variaciones, primera a la baja, luego, al alza, para finalmente volver a bajar ante la posición de Petropar de mantener sus precios. Estos movimientos tuvieron como justificación la suba de la cotización del dólar. Desde luego, noticias como posibles subas generan roncha en los consumidores. El Gobierno, por su parte, toma una posición más pasiva o bien deja que los acontecimientos sigan su curso, ergo, no planea hacer nada al respecto.
Y decimos «no hacer nada» porque no existe manera de que, en este contexto de inflación por choques externos (Guerra de Ucrania, insuficiente capacidad de refinación, cuello de botella en los fletes, etc.), el precio del combustible baje sin intervención estatal. Es verdad que Paraguay posee precios por encima del promedio de la región (Gráfico 1), pero también es cierto que los demás países intervienen de una u otra forma en el mercado para mitigar el efecto inflacionario. Prácticamente, no existe país que no lo haga.
Gráfico 1. Precio promedio de combustibles en países de Sudamérica, en dólares
Fuente: Elaboración propia con datos de Global Petrol Price, al 17/10/22. Nota: el precio en Argentina es más bajo para los paraguayos si se compra con pesos adquiridos en nuestro territorio.
Antes de hacer un repaso de las medidas regionales, resulta necesario aclarar que Paraguay no importa crudo de petróleo debido a que no posee refinerías. Lo que sí se adquieren del exterior son los derivados, es decir, diésel o nafta. Los precios de estos, en los últimos meses, han permanecido estables, aunque relativamente elevados, luego de una tendencia alcista.
Contrariamente a lo que algunos referentes mencionan, el precio del petróleo no se traslada instantáneamente al costo del combustible. Este opera con cierto rezago ya que primero necesita refinarse para obtener los derivados, por lo que ni el alza ni la baja de precios deberían impactar rápidamente en el precio internacional de combustibles. Pero en este punto también entran a jugar las expectativas de los importadores con relación a los costos de reposición en el futuro. Esto, a su vez, provoca que las variaciones de costos se trasladen a los consumidores, lo que en la práctica genera lo que se llama «asimetría en la transmisión de precios», que es básicamente cuando los precios no responden de la misma manera ante la suba o la baja de la cotización internacional, ya sea en velocidad o en magnitud. Así, ante una expectativa de suba, las empresas, por lo general, ajustan sus márgenes previendo un costo futuro más alto. Pero esa ya es otra historia. Lo cierto es que tarde o temprano la suba del precio del petróleo deberá impactar en el precio final, y es ante situaciones como las actuales en que los gobiernos toman intervención para suavizar los bruscos cambios.
Todos los países utilizan algún mecanismo para mitigar la suba de los precios de combustibles, entre ellas tenemos a los subsidios explícitos, los fondos de estabilización, la rebaja de impuestos, controles de precios a través de empresas estatales, o bien, una combinación de ellas. Así que expondremos un resumen de las intervenciones en la región.
En primer lugar, abordaremos los subsidios explícitos. Esta medida es tomada por países como Bolivia, que es productor y, además, subsidia de manera agresiva los combustibles hasta en un 80%, con lo que logra tener uno de los precios más bajos de combustible en la región. En Ecuador, otro de los países que posee los combustibles más baratos de la región, el aumento de precios provocó protestas en ese país, por lo que el Gobierno decidió bajar los precios por decreto y subsidiarlos. Las subvenciones cubren el 59% del costo del gasoil y entre el 37% y 45% del precio de las naftas. Sin embargo, estas medidas tienen altos costos, en Bolivia, se prevé que la subvención llegué a los 1000 millones de dólares y en Ecuador, a unos 2988 millones de dólares.
No hace falta mencionar que los combustibles en Venezuela están altamente subsidiados ya desde hace muchos años atrás, y compite con Libia e Irán en quién tiene el combustible más barato del mundo.
Seguidamente, se encuentran los países que eligieron la reducción de impuestos. Nuestros vecinos brasileros promulgaron una ley para disminuir el umbral máximo del impuesto sobre la circulación de mercaderías y servicios de transporte (ICMS) a un tope del 18% en los diferentes estados, y también redujo a cero los impuestos federales, algo especialmente sensible, pues los impuestos federales fondean la seguridad social. México, otro productor de petróleo, ha decidido exonerar el 100% del Impuesto Especial sobre Combustibles en los momentos más álgidos (marzo a agosto), a lo que denominaron estímulo fiscal. Actualmente, ese estímulo al diésel se mantiene al 100%, y el de las naftas entre 76% y 94%. Esta medida es especialmente efectiva cuando las tasas impositivas son altas.
Luego están los países que utilizan un fondo de estabilización. Chile cuenta con un fondo denominado Mecanismo de Estabilización de Precio de los Combustibles (MEPCO) desde 2014, cuyo fin es mantener el precio de los combustibles dentro de un rango, que funciona ajustando el Impuesto Específico de los Combustibles, según necesidad. Cuando los precios están bajos, la tasa impositiva alimenta el fondo; cuando están altos, se subsidia el precio con lo recaudado previamente. Perú, por su parte, posee un mecanismo denominado Fondo de Estabilización de los Precios de Combustibles (FEPC) con reglas similares al fondo chileno, al igual que Colombia. El costo de estas políticas alcanzaría unos 3000 millones de dólares para Chile, 8486 millones para Colombia y 803 millones de dólares para Perú.
¿Y qué hay de Argentina? Contrariamente a lo que se piensa, en Argentina no existe un subsidio específico al combustible. Sin embargo, como país productor de petróleo y gracias a su control de Yacimientos Petrolíferos Federales (YPF), vende el crudo a bajo precio lo que presiona hacia abajo los precios de los productos refinados. Las empresas que no pueden obtener el crudo de YPF se ven obligadas a ceder márgenes, bajando el precio, o perder mercado. También establece topes a los precios de los combustibles, con lo que se logró que la variación de precio no siga el ritmo de la inflación general. En tanto que Uruguay ha obligado a la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP), que ostenta el monopolio de importación y regula el mercado, a vender combustibles por debajo del costo. Así ha logrado evitar un salto mayor en el precio, que ya de por sí es el más alto de la región. El costo para Uruguay, hasta mayo de 2022, es un déficit de la empresa de 148 millones de dólares (considérese que el total de 2021 fue de 159 millones de dólares).
Contrariamente a lo que algunos referentes mencionan, el precio del petróleo no se traslada instantáneamente al costo del combustible. Este opera con cierto rezago ya que primero necesita refinarse para obtener los derivados, por lo que ni el alza ni la baja de precios deberían impactar rápidamente en el precio internacional de combustibles.
Finalmente, Paraguay, como bien sabemos, redujo la base imponible para la determinación del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) a los combustibles y logró una incidencia mínima de los impuestos en el precio de los combustibles. Además, implementó por tres semanas un esquema de subsidios a los combustibles, que tuvo que ceder ante la presión de los gremios empresariales. Este esquema, que subvencionó el diésel tipo 3 y la nafta de 93 octanos, costó 8,9 millones de dólares y duró unos 17 días.
En general, todos los gobiernos han tomado medidas para mitigar el aumento de los precios de los combustibles dependiendo de su espacio fiscal y su capacidad de financiamiento. Paraguay, con estrechos márgenes en ambos, no ha intervenido como otros países. La decisión de los gobiernos se basa en que estos precios afectan no solo a los consumidores individuales, sino también a las industrias, comercios y gran parte de su cadena de valor, por lo que la intervención resulta un imperativo para evitar peores consecuencias y, por supuesto, convulsiones sociales.
Imagen de portada: Última Hora