Por Santiago C. Leiras *
El politólogo polaco-estadounidense Adam Przeworski ha destacado en diferentes oportunidades que, una característica de los procesos de transición a la democracia es su certeza en los procedimientos de decisión política como así también la incertidumbre en sus resultados.
Certeza en los procedimientos, incertidumbre en los resultados: probablemente esta sea una de las mejores definiciones del escenario electoral argentino en el presente año 2023. La Argentina vive una de sus elecciones de más incierto final desde aquellas llevadas a cabo en el año 2003, las primeras luego de la crisis social más grave de la historia nacional hasta el presente, entre finales de 2001 y comienzos de 2002.
Estos comicios tienen lugar además en un contexto de crisis de mediana edad por la que atraviesa la democracia argentina: en efecto, el largo ciclo de 40 años de democracia nos enfrenta a un muy modesto balance en materia de satisfacción de las expectativas sociales. Este ha sido un proceso de escasos logros (una democracia resiliente y una expansión de la agenda en materia de derechos civiles) y muchas frustraciones en relación con el incumplimiento de múltiples demandas. No se han cumplido las esperanzas que despertaba aquel lema tan presente en la campaña de Raúl Alfonsín de 1983: “con la democracia se come, se cura y se educa”.
El futuro electoral está abierto, por lo que el resultado del proceso electoral puede arrojar a cualquiera de las tres principales candidaturas como ganadoras: el oficialismo de Unión por la Patria-UP representado por la fórmula presidencial Sergio Massa-Agustín Rossi, la oposición de Juntos por el Cambio-JXC encabezada por el binomio Patricia Bullrich-Luis Petri y la de La Libertad Avanza-LLA con el tándem Javier Milei-Victoria Villarruel. Efectivamente, cada una de las fórmulas puede resultar ganadora en primera vuelta, llegar al ballotage o quedar fuera del mismo.
Certeza en los procedimientos, incertidumbre en los resultados: probablemente esta sea una de las mejores definiciones del escenario electoral argentino en el presente año 2023. La Argentina vive una de sus elecciones de más incierto final desde aquellas llevadas a cabo en el año 2003, las primeras luego de la crisis social más grave de la historia nacional hasta el presente, entre finales de 2001 y comienzos de 2002.
El oficialismo encara una campaña electoral en un contexto de una gestión de escasos resultados y bajo nivel de aprobación, aunque con el impulso de un candidato-ministro de Economía, Sergio Massa, con gran vocación de poder y un conglomerado mediático, económico y judicial que patrocina su candidatura desde hace una década. El candidato del oficialismo recuerda a un legendario jugador del club de futbol Boca Juniors, Martín Palermo, definido como un optimista del gol: como el célebre Palermo, Massa aparece como un optimista del poder, a prueba de balas (en este caso de situaciones adversas).
La oposición, ganadora en los comicios legislativos del año 2021, esta vez ha llevado a cabo un proceso interno sumamente disputado que probablemente le ha impedido terminar de convencer a una significativa parte de la sociedad de su condición de alternativa electoral. En estas elecciones primarias argentinas (también llamadas PASO), la resolución de la interna entre los candidatos de JXC, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, resultó en favor de esta última, el 13 de agosto pasado. La duda ahora se plantea sobre si Patricia Bullrich podrá empezar a “enamorar” a la sociedad, incluyendo a aquellos electores que en las primarias votaron a favor de Rodríguez Larreta.
Por su parte, contra todos los pronósticos, en las PASO el precandidato (ahora candidato) presidencial de la agrupación La Libertad Avanza-LLA, Javier Milei, obtuvo 7.116.352 votos, lo que representa el 30,04 por ciento de los sufragios. Esto lo convirtió en el candidato más votado en los comicios primarios. Así también LLA ha obtenido el triunfo en 16 de los 24 distritos electorales de todo el país. Javier Milei ha recibido 7 de cada diez votantes del Frente de Todos (hoy Unión por la Patria), 2 de Juntos por el Cambio y 1 votante de la agrupación Compromiso Federal (hoy Hacemos).
El devenir del proceso electoral nos permitirá discernir si se trata de una expresión coyuntural de malestar social o de una profunda crítica al conjunto de la clase política, si nos encontramos frente a un profundo cambio de época o a un recambio dentro de la clase gobernante desde 2003.
Cabe destacar que es amplia la experiencia que tiene Argentina en cuanto al surgimiento de actores políticos, no detectados por el radar de la política tradicional, que rápidamente lograron convertirse en referentes políticos nacionales. Tales han sido los casos de Raúl Alfonsín en 1983, Carlos Menem en 1989, Néstor Kirchner en 2003, Mauricio Macri en 2015 y Alberto Fernández en 2019. Las excepciones han sido Fernando De La Rúa en 1999 y Cristina Fernández en 2007 y 2011. El Cisne Negro se ha blanqueado en la Argentina tanto como el recordado cantante Michael Jackson. ¿Será Javier Milei el nuevo cisne negro/blanco de la política nacional?
Finalmente, ¿qué podría suceder en un hipotético gobierno de Javier Milei? El riesgo de la peruanización de la política argentina resulta verosímil en el contexto de un gobierno del líder de LLA que, aun con un triunfo contundente en primera vuelta, tendría muy débil inserción parlamentaria y nula presencia territorial por no disponer ni de gobernadores ni de intendentes propios en los municipios de todo el país.
¿Qué caminos podría seguir Javier Milei? Se nos ocurren por lo menos tres. El primer camino sería el intento de cierre del congreso a la Alberto Fujimori (intento exitoso) o Pedro Castillo (intento fallido). ¿Cuál es el principal problema de esta alternativa? No parece que las Fuerzas Armadas tengan intención de dar algún respaldo a decisiones de esta dimensión y gravedad, tal como ocurrió en el caso de Fujimori y no tuvo lugar en el caso de Castillo.
El segundo camino sería intentar una vía de negociación con la “casta política”, en particular con aquella parte que pudiera compartir el impulso reformista de la nueva administración (los réprobos, baño de purificación mediante, serán los nuevos elegidos). ¿Cuál sería el principal riesgo? La pérdida de pureza ideológica de LLA.
Por último, una vía consistente en una suerte de gimnasia plebiscitaria permanente (incluso combinada con las opciones anteriores). ¿Cuál podría ser la desventaja? El desgaste del recurso y de sus adherentes no tan enfervorizados.
Perú resulta un ejemplo y un espejo en términos políticos para mirar el posible devenir futuro de la política argentina.
* Politólogo. Profesor Asociado Regular Universidad de Buenos Aires-Argentina. Docente en grado y posgrado en diferentes universidades nacionales de gestión pública y privada.
Ilustración de Joaquín Riso para Tereré Cómplice.