Internacionales

El “impasse” venezolano y el juego pendular de Mario Abdo Benítez


Por Nelson Denis.*

En la República Bolivariana de Venezuela existen hoy dos órganos institucionales paralelos en cada poder del Estado. En un principio, tras perder las elecciones legislativas de diciembre de 2015, que consagró a la oposición con una mayoría arrasadora de dos tercios en la Asamblea Nacional (AN), el gobierno de Nicolás Maduro decidió blindarse políticamente en el Poder Judicial a través de un intempestivo nombramiento de 13 nuevos magistrados. La seguidilla de acciones consiguientes tomadas desde el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) ─hoy convertido en un apéndice chavista─ fueron arrojando cada vez más luz sobre la connivencia existente entre estos dos poderes del Estado (el Ejecutivo y el Judicial). Como ejemplos destacan particularmente la declaración en desacato de la AN y la aprobación para la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que opera hoy como suprapoder de facto que absorbió las competencias legítimas de la AN electa en 2015.

El 1 de mayo de 2017 Maduro convocaba a la ANC y el 21 de julio del mismo año la oposición en la AN ─ya en desacato─ hacía juramentar 33 nuevos magistrados, quienes conformaron así una suerte de TSJ paralelo desde el exilio. Dos Parlamentos, dos Justicias: a este cóctel institucional explosivo solo faltaba un nuevo Ejecutivo paralelo para dar cuenta de la polarización extrema que vive hoy Venezuela. El 23 de enero del corriente año, cuando el jefe de la AN, Juan Guaidó, se autoproclamó “presidente encargado”, el “impasse” venezolano escalaba a un estadio superior. Las instituciones políticas vigentes dejaron de ser canales de interlocución válidos para resolver los conflictos, entrando así en un peligroso juego alimentado por la creciente polarización política. Como señala el historiador y periodista Pablo Stefanoni: «Discutir quién es más “constitucional” en Venezuela no tiene ningún sentido, lo que hay es una crisis política y habrá una salida política que, sea cual sea, no se apegará mucho a la letra de la Constitución. Maduro la violentó con la ANC y Guaidó se juramentó interpretándola libremente».  

El problema venezolano también ha tenido diversas implicaciones geopolíticas a nivel global. Como apunta Alfredo Boccia, Maduro obliga a definirse, a tomar posición. En ese sentido, es fundamental la promoción de una salida no violenta a la crisis a través del diálogo entre el oficialismo, la oposición y las fuerzas armadas venezolanas. Uruguay, México y algunos países de la Unión Europea (UE), integrantes del Grupo de Contacto, se han reunido el 7 de febrero en Montevideo, declarándose neutrales en cuanto al reconocimiento de los dos Ejecutivos en pugna. Asimismo, han explicitado una posición muy clara en contra de la posibilidad de una intervención extranjera en el país caribeño. En contrapartida, el Grupo de Lima ha abogado por acciones unilaterales, como sanciones económicas y diplomáticas al Gobierno de Maduro. Paraguay integra el Grupo de Lima, así como Brasil, Argentina, Colombia y EE.UU (como colaborador externo), pero se destaca por ser el único país en romper relaciones diplomáticas con Venezuela. Como se puede percibir, el propio Mercosur se encuentra dividido en cuanto a la cuestión venezolana.

La postura paraguaya, lejos de representar una posición que ayude a solucionar el conflicto, obtura canales de comunicación en un momento donde estos justamente deberían encontrarse lo más abiertos posibles para alcanzar una solución pacífica y diplomática negociada. Más bien, la posición paraguaya hecha leña al fuego en un escenario de por sí ya demasiado tenso. Abdo Benítez, quien se ha mostrado crítico de la “ideologización” de los procesos de integración regional en la década pasada, no da muestra de su supuesta impronta “pragmática” al posicionar a Paraguay, conjuntamente con los EE.UU, como el país más “radicalizado” del Grupo de Lima.

“La postura paraguaya, lejos de representar una posición que ayude a solucionar el conflicto, obtura canales de comunicación en un momento donde estos justamente deberían encontrarse lo más abiertos posibles para alcanzar una solución pacífica y diplomática negociada”

En este sentido, es importante remarcar el contexto geopolítico en que se ha movido el gobierno de Mario Abdo: inició su mandato revirtiendo la decisión del ex presidente Horacio Cartes de trasladar la embajada paraguaya en Israel a Jerusalén, retornándola a Tel Aviv, capital reconocida internacionalmente de Israel. El gobierno estadounidense de Donald Trump, aliado político de Benjamín Netanyahu, había celebrado la mudanza de la embajada; por ello, Abdo Benítez se ubicó en una posición, al menos, comprometida frente a la superpotencia norteamericana. El rompimiento de relaciones diplomáticas de Paraguay con Venezuela bien puede leerse como una apuesta por enviar una señal de “retorno a la normalidad” a la administración de Trump ─la cual por supuesto fue bien recibida en Washington─, apoyando a EE.UU. en sus intenciones de rediseñar sus relaciones con América Latina y contener la expansión china en la región a partir del derrocamiento del chavismo en Venezuela.

El año pasado, con la inauguración de la Embajada turca en Asunción y la primera visita oficial de un presidente paraguayo a Moscú, Mario Abdo impulsaba un proceso de consolidación de relaciones bilaterales del Paraguay con Rusia y Turquía, países que reconocen como legítimo el nuevo mandato de 6 años de Nicolás Maduro y que son respectivamente el tercer y el cuarto mercado internacional de las exportaciones paraguayas. El posicionamiento poco pragmático del gobierno paraguayo sobre Venezuela se muestra problemático cuando buscamos encontrar coherencias con los recientes esfuerzos de acercamiento hacia el Oriente Próximo y el Este Europeo.

El impasse venezolano no deja de despertar pasiones en ambos lados de la grieta, al mismo tiempo en que plantea escenarios de consecuencias imprevisibles. La reciente medida de Maduro de cerrar la frontera con Brasil y Colombia y el encuentro y movilización política de los últimos días en Cúcuta ─donde participó Mario Abdo─, auguran un panorama que podría converger en un derrotero trágico, no sólo para Venezuela sino para toda América Latina. El gobierno de Mario Abdo Benítez, más interesado  en sobreactuar su fe democrática en asuntos de otros países, ubica a Paraguay en una posición innecesariamente radical, mientras abre interrogantes a futuro acerca de cómo podrá mantener el juego pendular en el que oscila geopolíticamente, sin afectar los propios intereses económicos y las perspectivas de desarrollo del Paraguay, en una globalización cada vez más impulsada por motores asiáticos.

* Estudiante paraguayo de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

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