Por Ignacio González Bozzolasco.
El sindicalismo paraguayo, al igual que todos sus pares de la región, cuenta con una importante historia de lucha en pos de garantizar mejores condiciones para la clase obrera del país. Sorteando todo tipo de restricciones, persecuciones y represiones, trabajadores y trabajadoras del Paraguay fueron conquistando mayores derechos y garantías a lo largo del tiempo. El espectro fue muy amplio, abarcando desde mejores salarios, hasta derechos básicos como la jornada laboral de ocho horas, la cobertura sanitaria y las pensiones.
Este proceso no estuvo exento de luchas y confrontaciones que significaron momentos muy difíciles para la actividad gremial y sindical. A modo de ejemplo, pueden mencionarse algunas experiencias de la historia paraguaya reciente, como la huelga general de 1958 o la reorganización del sindicalismo crítico durante los últimos años de vigencia del stronismo entre 1985 y 1989. Estos fueron casos suscitados en condiciones adversas, con fuertes restricciones a la libertad sindical que se extendieron durante todo el régimen autoritario liderado por Alfredo Stroessner (1954-1989).
El modelo de estructuración de los sindicatos establecido por la legislación paraguaya abre la puerta a la generación de múltiples y pequeños sindicatos.
Con la caída del Stronismo y el avance de los primeros pasos de la democracia en el país a inicios de la década de 1990, se experimentó un destacado auge del movimiento sindical paraguayo. Durante este periodo, los gremios jugaron un rol importante en los debates en torno a la promulgación de la nueva Constitución Nacional de 1992 y a la reforma del Código del Trabajo de 1993. También fue pujante su accionar en los locales de trabajo y en las calles, con el desarrollo de numerosos paros y manifestaciones, así como en la reorganización de las primeras huelgas generales del periodo democrático.
Este auge se vio reflejado también en los números que arrojaba el campo sindical en esos días. Como señala Roberto Céspedes, las organizaciones sindicales paraguayas a finales de la década de 1980 apenas superaban los 200 gremios, mientras que a inicios del año 1990 la cifra se disparaba a más de 400. Con menos precisión debido a la carencia de datos, este autor apunta también un aumento en la densidad sindical o la tasa de sindicalización, medida que permite ver el porcentaje de trabajadoras y trabajadores afiliados a un sindicato en relación con el total de la población sindicalizable. Así, las estimaciones de la época hablan de una tasa de sindicalización de entre el 1% y el 2,7% en el periodo anterior al inicio de la democracia y un salto al 4% en los primeros años de ésta.
Al mismo tiempo, la apertura democrática abrió el campo gremial a nuevas centrales obreras. Si durante el stronismo primó una obturación de la participación sindical, canalizada a través de la única central reconocida, la Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT), con los inicios de la democracia surgieron también articulaciones de orientación crítica, como la Central Nacional de Trabajadores (CNT) y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Era una impresión al inicio de la transición que la diversidad de organizaciones fortalecía antes que debilitaba a los sindicatos y sus luchas.
Sin embargo, este panorama alentador que presentaba la apertura democrática durante sus primeros años comenzó a transformarse de manera acelerada. Un mapa general sobre la situación del campo sindical en el presente que publicamos recientemente, arroja muestras de altos niveles de fragmentación y debilidad en este sector. Pese a que el número total de sindicatos presenta un aumento en relación a las cifras mencionadas para inicio de 1990, alcanzando la cantidad de 715 organizaciones sindicales en la actualidad, las cifras de sindicalización no reflejan aumentos considerables. Los datos muestran que esta se redujo al 3,8% en el año 2017, volviendo a experimentar un ascenso al 4% en 2018 y alcanzar el 5,7% en 2019. Estos cambios indican que la proliferación de sindicatos no derivó, necesariamente, en el aumento de trabajadores y trabajadoras sindicalizadas en el país.
Además, el panorama actual muestra altos niveles de fragmentación en el sindicalismo paraguayo. De las 3 centrales sindicales existentes en los inicios de la democracia, el número se disparó a 11 a lo largo de los 30 años de democracia. De las mismas, 7 centrales son consideradas como activas por parte de las autoridades del trabajo, mientras que 4 son catalogadas como inactivas. Sin embargo, en la mayoría de los casos la situación de “inactividad” declarada por las autoridades no refleja necesariamente su desaparición. Por el contrario, la mayoría de ellas sigue activando, articulando sindicatos y desarrollando acciones de diferente tipo, lo que sugiere que los sindicatos se conglomeran en al menos 10 diferentes núcleos de articulación.
No es necesario ahondar en argumentos acerca del por qué la fragmentación y dispersión de los gremios afecta el desempeño y bienestar de sus integrantes. Es suficiente mencionar una realidad conocida en el mundo sindical: la fuerza de los sindicatos en los espacios de negociación tripartita se basa, precisamente, en la base que representan y en el poder movilizador que logran articular en sus filas. Por tanto, una baja población sindicalizada y dispersa poco ayuda a la hora de establecer demandas, exigir beneficios y defender derechos.
Larga podría ser la lista a la hora de enumerar las diferentes hipótesis que traten de explicar esta situación. Sin ánimos de excluir alguna de ellas, ni de jerarquizarlas, puede destacarse una situación que salta a la luz: los marcos normativos que potencian la segmentación.
El modelo de estructuración de los sindicatos establecido por la legislación paraguaya abre la puerta a la generación de múltiples y pequeños sindicatos. Así, los sindicatos por gremio y por industria, con un mayor número de integrantes requeridos, conviven en el campo sindical local con los sindicatos por empresa, cuya cifra necesaria de conformación solo requiere de 20 personas. Por tanto, la normativa habilita e incentiva la fragmentación y la división del campo sindical. Así, la realidad del sindicalismo, que navega entre la fractura y la atomización, muestra la necesidad de modificar las normativas para inducir cambios en la capacidad organizativa de los trabajadores y que posibilite, quién sabe, una acción sindical unitaria en el futuro.
* Ilustraciones: www.abc.com.py y www.baseis.org.py
** Este articulo forma parte del proyecto “Sindicalismo en debate en Paraguay” implementado por el Centro Interdisciplinario de Investigación Social (CIIS) con el apoyo de la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES). Las opiniones expresadas en este articulo no representan, necesariamente, los puntos de vista del CIIS o de la FES.