Política

¿Juicio político o moción de censura? En Paraguay solo interesan los votos


Por Fer­nan­do Mar­tí­nez Es­co­bar.

En es­tos días de ma­ni­fes­ta­cio­nes en las ca­lles hay una vez más un pro­ce­so de jui­cio po­lí­ti­co desa­rro­llán­do­se. Los li­be­los acu­sa­to­rios pa­re­cen es­tar lis­tos y ya hay dis­cu­sio­nes so­bre lo que con­tie­nen y si esto son ra­zo­na­bles o no. Sin em­bar­go, cuan­do se tra­ta de un jui­cio po­lí­ti­co en el Pa­ra­guay, no im­por­ta el con­te­ni­do de los he­chos, ni de las acu­sa­cio­nes, ni de las prue­bas como ele­men­to para de­ter­mi­nar la des­ti­tu­ción o no del pre­si­den­te. Lo que in­tere­sa es la can­ti­dad de vo­tos en el Con­gre­so y que for­mal­men­te exis­ta al­gu­na o, me­jor di­cho, cual­quier acu­sa­ción. El pro­ce­so for­mal es solo para jus­ti­fi­car el des­plie­gue de la re­gla in­for­mal de la mo­ción de cen­su­ra para des­ti­tuir, en este caso, al jefe de es­ta­do.

No hay le­gis­la­dor que des­co­noz­ca es­tas dos re­glas; la for­mal del jui­cio po­lí­ti­co de los sis­te­mas pre­si­den­cia­les y la in­for­mal del voto de cen­su­ra, si­mi­lar al de los sis­te­mas par­la­men­ta­rios. De he­cho, así fun­cio­nó con Fer­nan­do Lugo, con Luís Ángel Gon­zá­lez Mac­chi (dos ve­ces) y con Raúl Cu­bas Grau.

El en­jui­cia­do po­drá ser cul­pa­ble o inocen­te. Po­drán ge­ne­rar­se todo tipo de ar­gu­men­ta­cio­nes ju­rí­di­cas y los abo­ga­dos pre­sen­ta­rán in­nu­me­ra­bles prue­bas, acu­sa­cio­nes y de­fen­sas. Pero, todo esto no afec­ta a la ab­so­lu­ción o a la con­de­na del acu­sa­do. Lo que real­men­te cuen­ta son los vo­tos en el Con­gre­so. El res­to es una pues­ta en es­ce­na for­mal ab­so­lu­ta­men­te ne­ce­sa­ria para que fun­cio­ne la re­gla in­for­mal.

Entonces, en un sistema presidencial el hecho por cual se acusa al Poder Ejecutivo debe necesariamente existir para que proceda el juicio político. Sin embargo, no es lo que sucede en Paraguay.

Aho­ra bien, esto no quie­re de­cir que en el Pa­ra­guay el sis­te­ma de go­bierno sea par­la­men­ta­rio. Para esto se re­quie­ren va­rias co­sas, en­tre ellas, que haya un Jefe de Es­ta­do y un Jefe de Go­bierno en dis­tin­tas ca­be­zas.

Pero ade­más se ne­ce­si­ta que la de­sig­na­ción del Jefe Go­bierno sea rea­li­za­da por el Con­gre­so. Esto úl­ti­mo es lo que le sue­le otor­gar es­ta­bi­li­dad a los sis­te­mas par­la­men­ta­rios, pues el Jefe de Go­bierno no es sino aquel que tie­ne ma­yor apo­yo par­la­men­ta­rio.

Es por esto que, en un sis­te­ma par­la­men­ta­rio, el Con­gre­so pue­de cam­biar al Jefe de Go­bierno si este pier­de el apo­yo de los le­gis­la­do­res, ya que el Jefe de Go­bierno tam­bién es un par­la­men­ta­rio y su po­der de­vie­ne di­rec­ta­men­te del Con­gre­so.

He aquí otra di­fe­ren­cia con el sis­te­ma pre­si­den­cial. Se su­po­ne que en los pre­si­den­cia­lis­mos los he­chos de los que se acu­sa al Pre­si­den­te de­ben exis­tir y las des­ti­tu­cio­nes no pue­den rea­li­zar­se por sim­ple mo­ción de cen­su­ra, ya que tan­to los miem­bros del par­la­men­to como el Po­der Eje­cu­ti­vo tie­nen le­gi­ti­mi­dad de ori­gen di­rec­ta en el voto po­pu­lar. Por lo cual, a prio­ri, ni el pre­si­den­te pue­de re­mo­ver al Con­gre­so, ni vi­ce­ver­sa. Ex­cep­to a tra­vés de un jui­cio po­lí­ti­co, en el que debe re­gir el de­bi­do pro­ce­so para juz­gar los he­chos de los que se acu­sa al Pre­si­den­te.

Foto: Santiago Ros

De ahí la ne­ce­si­dad de la pues­ta en es­ce­na de los li­be­los acu­sa­to­rios, ya que toda re­mo­ción del Jefe del Po­der Eje­cu­ti­vo en un sis­te­ma pre­si­den­cial im­pli­ca la rup­tu­ra del víncu­lo ori­gi­nal y di­rec­to en­tre el pue­blo y su re­pre­sen­tan­te. Por lo que este quie­bre debe es­tar jus­ti­fi­ca­do para de­mos­trar su le­gi­ti­mi­dad. En­ton­ces, en un sis­te­ma pre­si­den­cial el he­cho por cual se acu­sa al Po­der Eje­cu­ti­vo debe ne­ce­sa­ria­men­te exis­tir para que pro­ce­da el jui­cio po­lí­ti­co. Sin em­bar­go, no es lo que su­ce­de en Pa­ra­guay.

Como di­ji­mos, en nues­tro país, cuan­do se ha­bla de jui­cio po­lí­ti­co, no se tra­ta de pro­bar nin­gún he­cho. El sis­te­ma fun­cio­na como un hí­bri­do so­bre la re­gla for­mal del jui­cio po­lí­ti­co y la re­gla in­for­mal del voto de cen­su­ra.

En­ton­ces, si bien es cier­to que los he­chos fue­ron de­nun­cia­dos por la gen­te en las ca­lles y a su vez plas­ma­dos for­mal­men­te en dos li­be­los acu­sa­to­rios (uno que acu­sa solo al Pre­si­den­te y otro que in­clu­ye al Vi­ce­pre­si­den­te), la lla­ve prin­ci­pal al mis­mo la ten­drá el mo­vi­mien­to Ho­nor Co­lo­ra­do de Ho­ra­cio Car­tes y, por su­pues­to, la di­rec­ción de sus vo­tos no es­ta­rá fun­da­da en el li­be­lo acu­sa­to­rio, sino en la es­tra­te­gia po­lí­ti­ca de su mo­vi­mien­to de cara al con­trol par­ti­da­rio, a las elec­cio­nes del 2023, así como a las ne­go­cia­cio­nes con el PLRA y el res­to de los par­ti­dos par­la­men­ta­rios.

Ima­gen de por­ta­da: Me­ga­ca­de­na.com.py

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