La Concertación como espacio de convergencia opositor. Sin unidad no hay alternancia
Por Marcos Pérez Talia
Parece hasta una obviedad decir que la oposición paraguaya necesita unirse para derrotar al Partido Colorado. Todo parece indicar que esa unidad total se va a dar bajo el marco jurídico de la Concertación Nacional. Pero para llegar hasta aquí, mucha agua bajo el puente tuvo y tendrá que correr. Este artículo propone una breve mirada a las últimas elecciones y muestra algunos datos estadísticos que sugieren la «necesidad imperiosa» de concretar la unidad opositora como vehículo que alimente el triunfo en 2023. O la oposición se une para ganar, o se hundirá por separado.
La oposición paraguaya, en lo que respecta a las elecciones presidenciales, tuvo distintas estrategias desde la instauración de la democracia. En un artículo anterior, he manifestado que desde las presidenciales de 1989 el espíritu aliancista pareciera que se fue consolidando a medida que transcurrió la democracia. Aunque también hubo retrocesos importantes, como la ruptura del gobierno de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC) en 2012, luego de haber sido la experiencia electoral más exitosa de la oposición en la historia política del país.
Por una cuestión de espacio, voy a explorar los datos de las últimas dos elecciones presidenciales (2013 y 2018). En ambas, la ANR se presentó unida, no solo internamente mediante «abrazo republicano», sino también desde afuera, en el sentido de que luego del fallecimiento de Lino Oviedo, la fuerza de UNACE volvió al Partido Colorado. Esta característica de convergencia hacia la unidad puede asumirse que se repetirá en el 2023, aunque la disputa interna de la ANR arroje señales que sugieran lo contrario. No olvidemos que esta «pelea» en el internismo colorado parece una riña de niños comparado a lo que fueron los años 90 y, en general (salvo en el periodo de la salida de UNACE en los 2000), la unidad colorada se ha mantenido.
Vamos a más detalles de las últimas elecciones. En 2013, la ruptura de la APC fue clave para la vuelta del coloradismo al gobierno, tal como se observa en la siguiente tabla.
Tabla 1. Principales resultados de las presidenciales de 2013
Fuente: elaboración propia a partir de datos del TSJE. Acceso en línea: https://tsje.gov.py/e2013/resultados-elecciones-2013.html
La suma de votos que recibieron los candidatos de los partidos que conformaron la APC, como Efraín Alegre (889.451), Mario Ferreiro (141.716) y Aníbal Carrillo (79.573) era ínfimamente superior a los votos obtenidos por Horacio Cartes, pero superior al fin. Este ejercicio aritmético, aunque que no siempre se da en la realidad, igualmente puede servir para marcar un punto analítico. Si las fuerzas que compusieron la APC iban juntas, podrían haber sumado 1.110.740 votos y derrotar a los 1.104.169 votos del Partido Colorado. Eso muestra que la ruptura de la APC fue un negocio ruinoso para la oposición paraguaya que gobernó entre 2008 y 2013. Mantener al «equipo unido» hubiera sido una garantía de éxito a pesar del poderío económico de Cartes y del, por decir, «buen perfil» que mostraba el tabacalero por aquellos tiempos.
Los colorados saben bien la importancia de la disputa interna para generar musculatura electoral para las presidenciales. La oposición está en ese proceso de aprendizaje. Además, las candidaturas de nuevos actores y perfiles generan novedad y entusiasmo en sectores que convencionalmente no se sentían atraídos por los espacios políticos tradicionales. Con la potencia electoral del PLRA y la suma inclusiva de los otros partidos opositores, la Concertación puede presentar una fórmula competitiva y aspirar a una nueva alternancia. Pero la clave pasa por la unidad.
Para las elecciones de 2018 los antiguos aliados aprendieron la lección, olvidaron sus viejos enconos del periodo anterior y emprendieron nuevamente una alianza electoral para el Poder Ejecutivo. Pero a pesar de la unidad opositora para la fórmula presidencial, no alcanzaron los votos para derrotar a la ANR ya que Mario Abdo Benítez obtuvo 1.206.067 votos y triunfó frente a los 1.110.464 votos de Efraín Alegre (Alianza GANAR). La diferencia, mínima en la historia electoral, fue en torno al 3%. Vale destacar que formaron parte de la Alianza GANAR el PLRA, Frente Guasu, Partido Democrático Progresista (PDP) y Avanza País (AP), entre otros.
Tabla 2. Principales resultados de las presidenciales de 2018
Fuente: elaboración propia a partir de datos del TSJE. Acceso en línea: https://www.tsje.gov.py/elecciones-generales-2018.html
Al margen del bochorno de las encuestas fraudulentas y del escándalo en el TSJE por el supuesto cambio de votos a favor de la ANR, los números en las elecciones legislativas quizás expliquen, en parte, los resultados presidenciales.
Si consideramos, sólo a efectos analíticos, que el voto al Senado es el que más se asemeja al «voto duro» de los partidos y que éstos tienden a transferirse a la fórmula al Ejecutivo, vemos en la tabla 3 que el tablero político opositor del 2018 tenía otros actores sustanciales que no formaron parte de la Alianza GANAR: Patria Querida, Hagamos y Cruzada Nacional (UNACE puede considerarse voto cercano a la ANR). Y que este transitar por separado pudo explicar el fracaso opositor a nivel presidencial.
Tabla 3. Resultados de las elecciones al Senado en 2018 (datos de partidos que obtuvieron escaños)
Fuente: elaboración propia a partir de datos del TSJE. Acceso en línea: https://www.tsje.gov.py/elecciones-generales-2018.html
Efraín Alegre y Leo Rubín obtuvieron 1.110.464 votos (42.7%) y la suma de votos en la lista al Senado de sus principales aliados (PLRA + FG + PDP) dio 935.429. La diferencia fue de 175.035 votos. Al mismo tiempo, la ANR sumó 1.206.067 en las presidenciales, pero solo 766.841 en el Senado, con una diferencia a favor de Mario Abdo de 439.226. Es decir, la ANR sumó, desde las fuerzas políticas opositoras en el Senado, casi tres veces más que lo que sumaron Efraín Alegre y Leo Rubín.
La ANR mostró así una inusitada capacidad de atraer voto opositor, o al menos por fuera del «voto duro». Otra manera de ver es a través de la fuerza de sus elecciones internas. Los números sugieren que para las elecciones generales para la presidencia (1.206.067 votos), la ANR solo necesitó sumar 7% a más que todo el voto acumulado en sus elecciones internas (1.119.278 votos). Sumado al análisis del Senado, esto indica que, por un lado, hay una parte del voto de las internas coloradas para los candidatos a la presidencia que no se traslada a la lista colorada del Senado (que fueron 766.841 votos), pero también muestran que estos votos que quizás se fugan a otras fuerzas políticas en el Senado, siguen sumando al candidato presidencial por la ANR, y que este candidato también logra atraer más votos por afuera del partido.
Queda claro que la ANR maneja un piso electoral muy elevado (podemos decir los 766.841 votos del Senado constituyen ese piso), pero igual requiere parte de ese «voto blando», es decir, ese que es capaz de votar a fuerzas opositoras en el Senado.
Con ese panorama, la oposición no puede darse el lujo de «desperdiciar» votos de partidos opositores como Patria Querida (PQ) y Cruzada Nacional (CN), por ejemplo. Ambos llevaron en 2018 casi 220.000 votos al Senado y no hicieron campaña por la fórmula presidencial Alegre-Rubín de la Alianza GANAR. Siendo que Mario Abdo ganó por solo 95.000 votos, los votos obtenidos por PQ y CN pudieron haber sido definitorios.
Afortunadamente para la oposición paraguaya, pareciera que los partidos aprendieron la lección del proceso anterior y van camino a ensanchar las bases del proyecto del 2023. En abril pasado, representantes de varios partidos opositores firmaron el preacuerdo para aliarse bajo la figura de la Concertación, aunque por ahora el proyecto aliancista sólo contempla el Poder Ejecutivo. Fue firmado por el PLRA, PEN, PDP, PRF, etc. y con la novedad, a diferencia de las elecciones pasadas, de sumar a Patria Querida, Cruzada Nacional y Hagamos. Falta, por supuesto, la incorporación del bloque progresista, aunque su candidata Esperanza Martínez reconoció que están con intenciones de unirse a la Concertación.
Esta unidad no sólo es importante por una mera suma aritmética de partidos y movimientos, sino también por la emergencia de nuevos liderazgos que atraen la simpatía de distintos segmentos de la sociedad. A diferencia de procesos electorales anteriores, en la oferta actual de la Concertación están presentes perfiles que movilizan a sectores medios como Sebastián Villarejo, Soledad Núñez o Martín Burt; a sectores disconformes y contestatarios como Payo Cubas, o incluso a sectores más amplios como Kattya González. A ellos hay que sumar el liderazgo de Efraín Alegre, que apunta a una tercera candidatura presidencial.
La Concertación está tomando forma y parece ser un vehículo importante de cara al 2023. Nunca en la historia de las elecciones presidenciales a nivel nacional, la oposición ha competido internamente para seleccionar a su dupla. Esto introduce nuevos elementos, como la capacidad de movilizar, motivar y luego enganchar a varios sectores en torno a la dupla ganadora. Los colorados saben bien la importancia de la disputa interna para generar musculatura electoral para las presidenciales. La oposición está en ese proceso de aprendizaje. Además, las candidaturas de nuevos actores y perfiles generan novedad y entusiasmo en sectores que convencionalmente no se sentían atraídos por los espacios políticos tradicionales. Con la potencia electoral del PLRA y la suma inclusiva de los otros partidos opositores, la Concertación puede presentar una fórmula competitiva y aspirar a una nueva alternancia. Pero la clave pasa por la unidad.
Imagen de portada: Myrian González
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